domingo, 30 de mayo de 2021

     Acryl/ lienzo 60 X 80 M. Vives

            Mi Bisabuelo el holandés                            

 Llegué a la casa de la esquina, a la panadería del holandés, que también fungía como zapatería, para aquel entonces, ya la calle se llamaba; Calle Almendra. La panadería estaba en la parte delantera del terreno y para llegar a la zapatería, tenía que ir por el zaguán y atravesar el patio de los guayabos. Te estoy hablando del barrio San Roque, en Barranquilla.
Llegabas donde Enrique Everzt, a comprar ese pan que guardaba el aroma de su Europa, dejada atrás por culpa del amor; del amor que encontró en Barranquilla. Fue la panadería más cotizada hasta muchos años más tarde.
Yo compraba ahí, cada mañana: el tijgerbrood para el desayuno, una bolsa de Speculaas para tomar el café a las tres de la tarde y unos cuantos Olliebollen con canela, mamá me daba un billete de tres pesos y todavía me quedaba un montón de dinero después de pagar. Yo me quedaba con las monedas de dos centavos y medio, para mi hucha.
Enrique, que en realidad se llamaba Hendrik Everzt, llegó en 1899, en el acorazado estadounidense USS Wisconsin, que sirvió de sede para las negociaciones de paz, durante la guerra de los mil días. No me preguntes que hacía un Holandés en un barco gringo, creo que fue el destino o eso que llaman karma. Enrique, marinero de piel curtida por el sol y la sal marina, con unos ojos del color del mar y su negro cabello, se enamoró de Isabel a quién le cambió el nombre, llamándola Elizabeth.
Ella había quedado deslumbrada cuando lo vio en aquella reunión, vestido con su uniforme de oficial de la Casa de Orange - Nassau, representando a la reina Guillermina, quién apenas hacía 9 años había iniciado su reinado. No había joven holandés que no quisiera pertenecer a las tropas de la primera reina, mujer, que tenía Holanda. Enrique había sido afortunado, al haber podido entrar en la milicia y por su inteligencia y sagacidad, llegó a ser un oficial de renombre.
Él debía volver a su país cuando el Acorazado terminara con su cometido en las costas Colombianas, pero Hendrik decidió quedarse. Estaba perdidamente enamorado de aquella hermosa criolla, de modales delicados y tan sensual al hablar, claro era una barranquillera de pura cepa, tenía ese no sé que, que hace enamorar y enloquecer a quién la ve, ese don, con el que nace la mujer de Barranquilla...
En 1904, después de escasos cinco años de noviazgo Isabel y Hendrik, reciben la bendición de los padres de ella para contraer matrimonio. Hasta entonces los padres de Isabel, habían estado renuentes a la idea de una boda, porque consideraban que los jóvenes deberían pasar unos años más de noviazgo para conocerse realmente, sin embargo ni el uno ni el otro podían seguir viviendo separados, se amaron desde el momento en que se vieron por primera vez, La boda se realizó un día de junio a las 12:00 del día en la Parroquia de San Nicolás de Tolentino.
El día de la boda Isabel, parecía una princesa de un cuento de hadas, los pajes hicieron un camino de pétalos de rosas blancas flores predilectas de la novia, cuando empezaron a sonar los acordes de la marcha nupcial, los asistentes se levantaron mirando expectantes hacía la entrada de la iglesia.
—Mi princesa, estás radiante. Le dijo su padre en un susurro. Seguro que los asistentes eran de la misma opinión, pues el murmullo y los ¡Oh! Se escucharon como un coro. Hendrik desde su sitio mantuvo la boca abierta hasta que uno de los padrinos le palmeó el hombro y lo sacó de su ensueño.
El vestido de Isabel elaborado en tafetán de seda, tenía un corpiño ajustado que terminaba en pico, recamado con lentejuelas nacaradas y rematadas con perlas, realzaba su delicado talle. La falda era amplia y terminaba en una cola de tres metros. Para entrar a la iglesia se había cubierto la cabeza con una hermosa chalina de encaje que hacía juego con el vestido.
Había recogido su negra cabellera a un lado en un elegante moño que adornó con una peineta de Gardenias, que eran las predilectas de su amado Hendrik.
El sacerdote bendijo los anillos y a petición de los novios seguidamente se realizó el rito de la arena. Enrique como buen marino siempre que dejaba su patria, para adentrarse en los mares, cargaba una pequeña bolsa de arena de las playas holandesas. Unos días antes había llevado a Isabel a la playa para recoger arena, así ese día vertieron de a poco cada uno la arena en una vasija como símbolo de unión.
— Estamos aquí reunidos para celebrar el amor de Isabel, quien ha llegado hasta aquí más radiante que nunca con su vestido de novia y de Hendrik, quien no ha dejado de mirarla con encanto desde qué entró… Hoy ellos van a unir sus vidas a través de la ceremonia de la arena, como símbolo del tiempo que compartirán de ahora en adelante como pareja. Con esto, cada uno se compromete a entregar lo mejor de sí durante su relación, a escuchar, a ser la voz de aliento para el otro, a caminar con firmeza en medio de los tiempos turbios, y a cultivar, con cada acción, un amor digno y admirable. Ahora, Hendrik e Isabel, los invito para que tomen cada uno el recipiente con la arena que los representa, y lo ponga en este que está vacío… Ahora pueden llevarse este que contiene la fusión de las arenas como símbolo de su compromiso, sus anhelos y sus sueños.
Seguidamente, el padre Carlos Valiente, continuó con el intercambio de los anillos y le entregó las arras de boda a Hendrik, que tomó las trece monedas y las colocó en las manos abiertas de Isabel diciendo:
— Yo Hendrik, te entrego estas doce monedas como símbolo de la ayuda mutua por cada mes del año y una más para la caridad y ayuda a los necesitados. Que sean prenda de la bendición de Dios. Amén
— Yo Isabel, las recibo como símbolo de la ayuda mutua por cada mes del año y una más para la caridad y ayuda a los necesitados. Que sean prenda de la bendición de Dios. Amén.
Y así tras la bendición del sacerdote, unieron sus vidas Hendrik e Isabel Everzt, hasta que la muerte los separó.
Vivieron muchos años, trajeron al mundo a Jacobo, Miguel, Pedro y a la pequeña Elizabeth, de quienes sabremos más en otros relatos.
Alcanzaron a conocer a muchos nietos, Hendrik sobrevivió a Elizabeth algunos años, pero era un amor tan grande que pronto fue a hacerle compañía a su ángel terrenal.

© María Vives.


viernes, 28 de mayo de 2021

                  

          

                                                     Pastel - Acryl sobre lienzo 30 x 20 M. Vives


            Muerte en la pensión de las vizcondesas

                                      III 

              

El 31 de diciembre de 1934, tres años después del asesinato de Savannah, las hermanas Coburgo-Gotha, organizaron un evento de fin de año, al que fueron invitados los más sobresalientes miembros de la sociedad Barranquillera, que era casi como decir toda la colonia árabe.
Las mujeres llegaron luciendo sus mejores y más lujosos atuendos, mostrando el boato de aquella raza, solo Lamya, llegó vestida con un esmoquin muy varonil, su cabello cortado al rape y sus labios pintados de un rojo intenso. La pajarita de su vestido tenía un remate muy original. Cuando Euggen se acercó a dar la bienvenida a los invitados, sin querer sus ojos quedaron fijos en el broche que remataba el corbatín de Lamya, era un ónix engastado en una base de oro y tenía un zafiro en el centro.
Tomó a Lamya del brazo y le dijo: — Te quiero presentar a unos amigos que llegaron de la capital, ellos llegaron con nosotros en el Prinz August en 1918. Después de las presentaciones, les dejó y se fue a buscar a su hermana. La encontró en el comedor principal, saliendo de la cocina, menos mal sola.
Maggi, creo que ya sé quién asesinó a Savannah. Maggi abrió los ojos extrañada y preguntó:
¿De que estás hablando?, por más pesquisas que hizo el comisario Salvatore, nunca pudo encontrar a los culpables y tú vienes ahora así como si te hubiese iluminado el espíritu santo, que ya sabes quien es el culpable. ¿Te has vuelto loca?
Tienes que escucharme, acabo de ver algo que hace juego con la mancorna que encontramos en la mano de Savannah. Maggi quedó paralizada. Después de un par de segundos reaccionó, tomando a su hermana por el codo y llevándola casi en volandas a la biblioteca. Entraron y cerrando la puerta, puso un dedo en sus labios para indicar que debía bajar el volumen de voz en lo posible.
¿Estás segura de lo que viste?
Nunca podré borrar ese recuerdo de mi mente, me ha perseguido todos estos años y cada vez que miraba a un hombre buscaba con mi vista sus mancornas o su pisa corbatas y hoy lo he visto. Lo lleva la hermana de Alex, la lesbiana, Lamya.
Hemos esperado tres largos años, cumpliremos con el juramento que hicimos en la tumba de nuestra hermanita. Por ahora, vamos a tranquilizarnos, volvamos a la fiesta. Tú ya no harás más nada, a partir de ahora me encargo yo.
Se acercaron al grupo donde había dejado Euggen a Lamya, Maggi se integró a la conversación mientras su hermana se fue a atender a otros invitados, como habían acordado.
Maggi, miró con interés el remate de la pajarita de Lamya y de inmediato reconoció el sello. Directamente, se acercó al oído de la mujer y le susurro:
Que lindo el remate de tu corbatín, ese ónix hace juego perfecto con tus ojos y tu cabello.
¡Oh! Es de mi hermano Alex, lo he tomado sin su consentimiento, así que mejor no lo comentes en voz alta que seguro me gano una buena regañina de su parte.
No, como se te ocurre, claro que no voy a hacer algo como eso. Además sabes lo que me encantas. Y vendrás a visitarme un día con menos ropa ¿Si?
Claro me encantaría pasar un día en la piscina contigo, charlando y contándote del internado en Suiza y las cosas que allí he vivido. Lástima que mi madre no quiere que regrese a Europa, dice que hay vientos de guerra, que ese señor Hitler no traerá nada bueno al mundo europeo. Así que nos veremos con mucha frecuencia tú y yo, tú también me gustas, me gustan las mujeres mayores, porque no tienen temor a nada.
Sí, tienes razón, no tememos a nada ni a nadie, por mucho poder que tengan los otros. Nos vamos a divertir mucho, ya lo verás. La última frase la dijo mirándola a los ojos y lamiendo sus labios semi abiertos con la punta húmeda de su lengua. La chica reaccionó al dar media vuelta, puso su mano cálida en la entrepierna de Maggi y rozando con la otra el pecho de la mujer, como si hubiese sido un accidente… fortuito.
Era la madrugada del sábado de carnaval de 1935, en este paraíso todavía no se sentía el clamor de la  guerra que se aproximaba, solo llegaban ecos lejanos, como si de otro mundo se tratara. El sábado Maggi y Euggen habían tenido una fiesta por todo lo alto, sus invitados especiales, Alex, Guala, Chadid y Lamya. Cuando el resto de invitados se hubo ido, al igual que los empleados, ellos se fueron a los jardines que rodeaban la piscina se desnudaron, salieron a relucir las pipas de opio y ahora había hachís, una novedad que había traído Chadid de su último viaje a la China, donde se había ido a la semana del asesinato de Savannah.
Maggi, subió a la cocina y trajo bebidas refrescantes para todos, té de jazmín, para ir a tono con la noche de China, la noche sería muy roja.

                            Epílogo
A la mañana siguiente no había rastro de la *fumata que se había vivido en aquel jardín, solo había seis cuerpos ensangrentados, dispersos en el jardín cuatro muertos y dos heridos.
Giuseppe Salvatore, no logró resolver el extraño caso, se alegraba de que por lo menos había dos sobrevivientes de aquel horrendo crimen; las hermanas Coburgo-Gotha. 
La pensión siguió funcionando, la publicidad de la entidad de Turismo se basaba en el cruento asesinato multiple allí acaecido un sábado de carnaval, el morbo de los turistas era más grande que la razón.

©M.Vives.


jueves, 27 de mayo de 2021

 



                               
Pastel-Acryl /Lienzo 30 x20 M.Vives




             Muerte en la pensión de las vizcondesas

                                        II                           
Aquel fatídico día Alex llegó a la pensión con sus amigotes Guala y Chadid, tenía una venda en su mano izquierda, Maggi, como llamaban cariñosamente a Margarethe y Euggen, los recibieron en el comedor y les pidieron que las acompañaran a desayunar.
¿Y Savannah, no desayuna con nosotros? Preguntó Alex.
Supongo que estará durmiendo aún, esta niña se pasa horas leyendo sus novelas rosa, que la tienen con la mente siempre en otro lado. Fue la respuesta de Maggi y miró a su hermana, quien se levantó y dijo:
Iré a ver si hago que se apresure y baje a acompañarnos, disculpen caballeros, saliendo de la estancia. Casi enseguida se oyó como alguien bajaba las escaleras corriendo, Euggen estaba pálida, — Lo siento, hermana, puedes venir un segundo, con permiso de los señores.
¿Qué pasa mujer? Parece que has visto un fantasma. Euggen, bajó los ojos avergonzados y mostrando una sonrisa forzada, le abrió los ojos a su hermana en señal de prudencia. Ya lejos de los oídos extraños, le dijo:
Savannah, no está en su habitación y al parecer tampoco pasó aquí la noche. Le dijo agitada.
Pero… ¿Qué dices? Eso no puede ser posible. ¿Dónde iba a ir, nuestra hermanita sin que nosotros supiésemos?
Pues eso mismo me pregunto yo. Además su guardarropa está todo desordenado, como se hubiese probado todos los vestidos y falta ese traje verde que le prohibiste usar, además el sombrero a juego. ¿Qué hacemos? ¿Dónde puede haber ido esa niña?
¡Calla, estúpida! El hecho que sea la menor no significa que sea una niña, aunque se comporte como una, la muy tonta. Esto podría ser fatal para nuestra reputación. Hasta ahora hemos podido mantenernos, porque las viejas de esta sociedad son más roñas que nosotras, pero si se descubre que, nuestra hermana no ha pasado la noche aquí, seremos la comidilla de esta gentuza y nos harán la vida imposible. Vamos abajo, no quiero que estos tipos sospechen nada.
Disculpen la demora, pero al parecer nuestra hermana ha pescado un resfriado, así que lamentablemente no bajará a acompañarnos esta mañana. Los hombres se miraron entre sí, Alex se levantó y se disculpó por haberlas molestado tan temprano:
Lo sentimos señoritas, quizá no es buen momento para visitas, mejor lo aplazamos para otro día, cuando su hermana se encuentre mejor, no queremos ser inoportunos. De cualquier forma, no sería mucho lo que yo podría jugar croquet con esta mano así. Ayer Wof, el perro de Chadid me mordió y queríamos pasar por donde el boticario a ver que me da para que cure rápido.
¡Oh, tenga cuidado! No vaya a ser que se le infecte. Dijo Maggi y continuó, les agradecemos la atención, también creo que será mejor que nos hagamos cargo de nuestra hermana. Cuando los hombres se hubieron ido, ellas salieron, el chambelán jamaiquino que tenían, también hacía de cochero. Pasaron por la iglesia, fueron al mercado, también a la escuela de párvulos, Savannah, amaba a los niños y también estaba enamorada del director del parvulario; y él de ella, así que con el pretexto de ayudar pasaba muchas mañanas allí, pero aquel día tampoco estaba ahí. El joven director se acercó a las mujeres con una sonrisa amable.
¿En qué la puedo ayudar, señoritas?
Buen día, don Alfonso, pensamos que mi hermana podría estar hoy aquí, al parecer olvidó que debemos ir al registro hoy. La verdad nos está atrasando, esperamos hallarla a tiempo, porque de lo contrario nos tocaría esperar mucho tiempo. Bueno no queríamos molestarlo que tenga un buen día todavía.
No, no, no, ustedes no son ninguna molestia. Pues fíjese que yo les iba a preguntar por su hermana, ya que habíamos quedado ayer por la tarde para tomar un té y no llegó. Maggi se sorprendió y el maestro lo notó. Entonces aclaró: — La señorita Savannah, me quería ayudar a realizar un organigrama de trabajo para los niños, cada día recibimos más muchachos y tenemos poco personal. De hecho había pensado preguntarle ayer a su hermana si le gustaría trabajar con nosotros, aunque fuera un par de horas cada día. Espero que pueda venir en estos días para comentarlo con ella. Bueno ahora debo seguir trabajando, si me disculpan, que tengan un lindo día. Dele mis respetuosos saludos a su hermana.
Sí, buenos días, don Alfonso. Y se marcharon.
Cuando regresaron al coche Genaro, el cochero, estaba tan pálido que parecía que acabara de meter la cabeza en un saco de harina.
¿Qué pasa Genaro? No me digas que otra vez comiste tripas de iguana y tienes que hacer del cuerpo. El moreno no podía pronunciar palabra era como si estuviera a punto de tener una ataque.
Y...Y... Yocreoquepasóalgofeoenelfaro, dijo de un solo, de forma que las mujeres no comprendían.
¿Que dices? Hombre no te entendemos, esta vez fue Euggen quien habló y de paso le dio un sopapo al pobre hombre, repite ahora pero con calma.
Una mujé muerta en el faro, dicen que tiene los pelos rojos como la ña Savannah.
Calla imbécil, como se te ocurre semejante desatino.
No soy yo, todos dicen, pero nadie la vio bien, porque los polis la sacaron tapada de pies a cabeza.
Vamos a la casa, seguro que Savannah ya estará allá  y nosotras dando palos de ciego por toda la ciudad.
Cuando llegaron a la pensión, en el portón estaba el comisario Salvatore, era un descendiente de italianos, nacido en Puerto Colombia, que a pesar de sus raíces italianas y algunos nexos de los abuelos con la mafia de Sicilia, era muy recto y no se había dejado corromper de la mafia árabe.
Señoritas Coburgo-Gotha, soy el inspector Giuseppe Salvatore, deben acompañarme, creemos que hemos encontrado el cadáver de su hermana Savannah, pero solo ustedes podrían identificarla.
No puede ser inspector, ¿quien iba a querer asesinar a mi hermana? Si es casi una niña, amable y bien querida en nuestra sociedad.
No lo sabemos aún señorita Coburgo, los oficiales que encontraron el cuerpo lo han llevado a la morgue y sospechan que es su hermana; por favor suban, le dijo el inspector señalando hacía el coche de la policía.
Cuando sus hermanas vieron a la mujer tendida en ese camastro hediondo por poco vomitan, estaba golpeada, la cara irreconocible, su mano derecha cerrada en un puño, le habían arrancado media oreja, parecía como si un perro la hubiese mordido, Euggen se acercó a su hermana llorando y preguntándose por qué, tomo sus manos y acariciándolas, se fijó en algo que al parecer le había pasado desapercibido a los oficiales, de su mano derecha salía, algo como la punta de un pañuelo, le hizo señas a su hermana y Maggi, con destreza sacó lo que tenía su hermana en la mano, era un trozo del puño de una camisa, tenía aún la mancorna, un ónix engastado en una base de oro con un zafiro en el centro.
En la historia de la morgue, quedó asentado que la que yacía en aquella camilla era Savannah Coburgo-Gotha de veintiún años, complexión delgada. Había sido estrangulada y violada, por más de un hombre y con diferentes objetos, de su oído derecho extrajeron una tijera, con la que se presume habían cortado sus pezones y sus pestañas, al parecer con las puntas de ese elemento afilado hicieron las sajas en la cara de la mujer y escribieron la palabra PUTA en su pecho con las puntas del mismo objeto.
Las investigaciones parecían no arrojar ningún indicio claro, ninguna pista. El comisario Salvatore estaba abrumado, nunca imaginó que algo como esto sucediera en una ciudad que era sinónimo de alegría, paz y amistad. Había enviado todas las muestras recogidas a medicina legal, pero después de meses, supuestamente todas las pruebas habían desaparecido, ningún empleado, desde los mensajeros hasta el Jefe de medicina legal, nadie sabía que había sucedido, ni como  habían desaparecido las pruebas.
En el hotel después del trágico suceso, las hermanas cavilaban con respecto a los hechos, pero ante todo, ¿quién era el dueño de esa mancorna?

Continuará...
©María Vives.


martes, 18 de mayo de 2021


 

𝓓𝓔 𝓒𝓞𝓜𝓞 𝓙𝓞𝓢𝓔𝓕𝓘𝓝𝓐 𝓟𝓔𝓡𝓓𝓘Ó 𝓢𝓤                         𝓞𝓟𝓞𝓡𝓣𝓤𝓝𝓘𝓓𝓐𝓓.


—¡𝐿𝑙𝑒𝑔ó 𝑒𝑙 𝑏𝑎𝑟𝑐𝑜, 𝑦𝑎 𝑙𝑙𝑒𝑔ó! 𝐸𝑙 𝑔𝑟𝑖𝑡𝑒𝑟í𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑛𝑖ñ𝑜𝑠 𝑖𝑏𝑎 𝑒𝑛 𝑎𝑢𝑚𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑎 𝑚𝑒𝑑𝑖𝑑𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑙 𝑣𝑎𝑝𝑜𝑟 𝑠𝑒 𝑎𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎𝑏𝑎. 𝑆𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑙𝑒𝑔𝑎𝑏𝑎 𝑢𝑛 𝑏𝑎𝑟𝑐𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑒𝑥𝑡𝑒𝑟𝑖𝑜𝑟, 𝘩𝑎𝑏í𝑎 𝑏𝑢𝑒𝑛 𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎𝑗𝑜 𝑒𝑛 𝑃𝑢𝑒𝑟𝑡𝑜 𝐶𝑜𝑙𝑜𝑚𝑏𝑖𝑎, 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜 𝑠𝑒 𝑎𝑙𝑒𝑔𝑟𝑎𝑏𝑎. 𝐸𝑛 𝑎𝑞𝑢𝑒𝑙 𝑡𝑖𝑒𝑚𝑝𝑜 𝑠𝑒 𝑣𝑖𝑣í𝑎 𝑏𝑖𝑒𝑛 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑝𝑎í𝑠, 𝑡𝑜𝑑𝑎𝑣í𝑎 𝑛𝑎𝑑𝑖𝑒 𝑝𝑎𝑠𝑎𝑏𝑎 𝘩𝑎𝑚𝑏𝑟𝑒, 𝘩𝑎𝑠𝑡𝑎 𝑒𝑙 𝑏𝑜𝑏𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑝𝑢𝑒𝑏𝑙𝑜 𝑠𝑒 𝑎𝑙𝑒𝑔𝑟𝑎𝑏𝑎, 𝑝𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 é𝑙 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖é𝑛 𝑔𝑎𝑛𝑎𝑏𝑎.
𝐸𝑛 𝑙𝑎 𝑝𝑙𝑎𝑦𝑎 𝑙𝑜𝑠 𝑝𝑢𝑒𝑠𝑡𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑣𝑒𝑛𝑡𝑎 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑙𝑖𝑠𝑡𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢 𝑚𝑒𝑟𝑐𝑎𝑛𝑐í𝑎, 𝑙𝑜𝑠 𝑝𝑎𝑡𝑎𝑐𝑜𝑛𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑝𝑙á𝑡𝑎𝑛𝑜 𝑣𝑒𝑟𝑑𝑒 𝑎𝑐𝑜𝑚𝑝𝑎ñ𝑎𝑑𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑞𝑢𝑒𝑠𝑜 𝑏𝑙𝑎𝑛𝑐𝑜 𝑐𝑟𝑖𝑜𝑙𝑙𝑜, 𝑜 𝑞𝑢𝑒𝑠𝑜 𝑑𝑒 𝘩𝑜𝑦𝑖𝑡𝑜𝑠, 𝑒𝑠𝑜 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑐𝑎𝑙𝑒𝑛𝑡𝑎𝑟 𝑚𝑜𝑡𝑜𝑟𝑒𝑠 𝑦 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑒𝑛𝑑𝑢𝑙𝑧𝑎𝑟 𝑙𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎, 𝑒𝑙 𝑚𝑖𝑠𝑚𝑜 𝑞𝑢𝑒𝑠𝑜 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑏𝑜𝑐𝑎𝑑𝑖𝑙𝑙𝑜 𝑑𝑒 𝑔𝑢𝑎𝑦𝑎𝑏𝑎. 𝑇𝑎𝑚𝑏𝑖é𝑛 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑙𝑎𝑠 𝑏𝑢𝑡𝑖𝑓𝑎𝑟𝑟𝑎𝑠, 𝑎𝑐𝑜𝑚𝑝𝑎ñ𝑎𝑑𝑎𝑠 𝑐𝑜𝑛 𝑏𝑜𝑙𝑙𝑜 𝑒𝑛 𝑡𝑜𝑑𝑎𝑠 𝑠𝑢𝑠 𝑣𝑎𝑟𝑖𝑒𝑑𝑎𝑑𝑒𝑠, 𝑑𝑒 𝑦𝑢𝑐𝑎, 𝑑𝑒 𝑚𝑎𝑧𝑜𝑟𝑐𝑎, 𝑑𝑒 𝑚𝑎í𝑧 𝑏𝑙𝑎𝑛𝑐𝑜 𝑦 𝑑𝑒 𝑎𝑛𝑔𝑒𝑙𝑖𝑡𝑜; 𝑙𝑎 𝑐𝑎𝑛𝑡𝑖𝑛𝑎 𝑑𝑒 𝑑𝑜𝑛 𝑅𝑎𝑚𝑖𝑟𝑜 𝑡𝑒𝑛í𝑎 𝑙𝑎 𝑐𝑒𝑟𝑣𝑒𝑧𝑎 𝑚á𝑠 𝑓𝑟í𝑎 𝑦 𝑙𝑎𝑠 𝑚𝑢𝑗𝑒𝑟𝑒𝑠 𝑚á𝑠 𝑏𝑜𝑛𝑖𝑡𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑟𝑒𝑔𝑖ó𝑛 𝑦 𝑑𝑒𝑙 𝑝𝑢𝑒𝑟𝑡𝑜, 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑜 𝑚𝑒𝑛𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑜 𝑠𝑒 𝑣𝑎𝑛𝑎𝑔𝑙𝑜𝑟𝑖𝑎𝑏𝑎 é𝑙 𝑎 𝑣𝑜𝑧 𝑒𝑛 𝑐𝑢𝑒𝑙𝑙𝑜.
𝐷𝑒𝑙 𝑜𝑡𝑟𝑜 𝑙𝑎𝑑𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑡𝑜𝑙𝑑𝑜𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑎𝑛𝑠𝑎𝑟 𝑦 𝑒𝑙 𝑟𝑒𝑠𝑡𝑎𝑢𝑟𝑎𝑛𝑡𝑒 𝑑𝑒 𝑙𝑎 Ñ𝑎 𝐷𝑜𝑚𝑖𝑛𝑔𝑎, 𝑐𝑜𝑛 𝑡𝑜𝑑𝑜𝑠 𝑙𝑜𝑠 𝑚𝑎𝑟𝑖𝑠𝑐𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑜𝑓𝑟𝑒𝑐í𝑎 𝑒𝑙 𝑚𝑎𝑟 𝑦 𝑢𝑛𝑎 𝑔𝑟𝑎𝑛 𝑣𝑎𝑟𝑖𝑒𝑑𝑎𝑑 𝑑𝑒 𝑝𝑒𝑠𝑐𝑎𝑑𝑜 𝑡𝑟𝑎í𝑑𝑜 𝑑𝑒𝑠𝑑𝑒 𝑒𝑙 𝑡𝑎𝑗𝑎𝑚𝑎𝑟, 𝑛𝑜 𝑙𝑒 𝑓𝑎𝑙𝑡𝑎𝑏𝑎 𝑒𝑙 𝑎𝑟𝑟𝑜𝑧, 𝑐𝑜𝑛 𝑐𝑜𝑐𝑜 𝑦 𝑢𝑣𝑎𝑠 𝑝𝑎𝑠𝑎𝑠, 𝑐𝑜𝑛 𝑐𝑎𝑚𝑎𝑟𝑜𝑛𝑒𝑠, 𝑏𝑙𝑎𝑛𝑐𝑜, 𝑣𝑒𝑟𝑑𝑒 𝑒𝑛 𝑓𝑖𝑛 𝑢𝑛 𝑚𝑒𝑛ú 𝑑𝑒 𝑎𝑙𝑡𝑜 𝑡𝑢𝑟𝑚𝑒𝑞𝑢é.
𝐿𝑎 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑑𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑛𝑖ñ𝑎 𝐿𝑜𝑙𝑖𝑡𝑎, 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑑𝑖𝑠𝑝𝑢𝑒𝑠𝑡𝑎, 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑙𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑟𝑒𝑓𝑒𝑟í𝑎𝑛 𝑐𝑜𝑚𝑒𝑟 𝑠𝑎𝑛𝑐𝑜𝑐𝘩𝑜 𝑑𝑒 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑑𝑎 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝘩𝑜𝑡𝑒𝑙, 𝑒𝑠𝑜𝑠 𝑐𝑎𝑠𝑖 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑒𝑟𝑎𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑐𝑎𝑐𝘩𝑎𝑐𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑣𝑒𝑛í𝑎𝑛 𝑑𝑒 𝑣𝑢𝑒𝑙𝑡𝑎 𝑑𝑒 𝑠𝑢𝑠 𝑐𝑜𝑟𝑟𝑒𝑟í𝑎𝑠 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑣𝑒𝑛𝑑𝑒𝑑𝑜𝑟𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑝𝑢𝑒𝑟𝑡𝑜𝑠 𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎𝑛𝑜𝑠 𝑦 𝑠𝑒 𝑞𝑢𝑒𝑑𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑢𝑛𝑎 𝑜 𝑑𝑜𝑠 𝑛𝑜𝑐𝘩𝑒𝑠 𝑒𝑛 𝑃𝑢𝑒𝑟𝑡𝑜 𝐶𝑜𝑙𝑜𝑚𝑏𝑖𝑎 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑝𝑢é𝑠 𝑠𝑒𝑔𝑢𝑖𝑟 𝑏𝑎𝑗𝑎𝑛𝑑𝑜, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑦𝑎 𝑝𝑜𝑟 𝑒𝑙 𝑟í𝑜 𝑎𝑙 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑟𝑖𝑜𝑟 𝑑𝑒𝑙 𝑝𝑎í𝑠. 𝑇𝑒𝑟𝑒 𝑙𝑎 𝑙𝑎𝑣𝑎𝑛𝑑𝑒𝑟𝑎, 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑛𝑜 𝑡𝑒𝑛í𝑎 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑙𝑎𝑣𝑎𝑟, 𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎𝑗𝑎𝑏𝑎 𝑒𝑛 𝑡𝑢𝑟𝑛𝑜𝑠 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑟𝑒𝑠𝑡𝑎𝑢𝑟𝑎𝑛𝑡𝑒 𝑑𝑒 𝑙𝑎 Ñ𝑎 𝐷𝑜𝑚𝑖𝑛𝑔𝑎.
— ¡𝐽𝑜𝑠𝑒𝑓𝑖𝑛𝑎, 𝑎𝑝ú𝑟𝑎𝑡𝑒 𝑚𝑢𝑗𝑒𝑟! 𝑄𝑢𝑒 𝑦𝑎 𝑙𝑙𝑒𝑔𝑎𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑐𝑎𝑏𝑎𝑙𝑙𝑒𝑟𝑜𝑠, 𝑔𝑟𝑖𝑡𝑎𝑏𝑎 𝑑𝑜𝑛 𝑅𝑎𝑚𝑖𝑟𝑜. 𝐽𝑜𝑠𝑒𝑓𝑖𝑛𝑎 𝑒𝑟𝑎 𝑠𝑒𝑔ú𝑛 é𝑙 𝑠𝑢 𝑚𝑒𝑗𝑜𝑟 𝑎𝑑𝑞𝑢𝑖𝑠𝑖𝑐𝑖ó𝑛. 𝑌 𝑙𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑑𝑎𝑑, 𝐽𝑜𝑠𝑒𝑓𝑖𝑛𝑎 𝑒𝑟𝑎 𝑢𝑛 𝑚𝑢𝑗𝑒𝑟ó𝑛; 𝑐𝑜𝑛 𝑢𝑛𝑎 𝑐𝑎𝑟𝑎 𝑙𝑙𝑎𝑚𝑎𝑡𝑖𝑣𝑎 𝑦 𝑢𝑛 𝑐𝑢𝑒𝑟𝑝𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑚𝑢𝑐𝘩𝑎𝑠 𝑐𝑢𝑟𝑣𝑎𝑠, 𝑠𝑢 𝑐𝑎𝑏𝑒𝑙𝑙𝑜 𝑠𝑖𝑛 𝑠𝑒𝑟 𝑟𝑖𝑧𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑠𝑒 𝑑𝑒𝑗𝑎𝑏𝑎 𝑚𝑎𝑛𝑒𝑗𝑎𝑟, 𝑙𝑒 𝑙𝑙𝑒𝑔𝑎𝑏𝑎 𝑎 𝑚𝑖𝑡𝑎𝑑 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑒𝑠𝑝𝑎𝑙𝑑𝑎, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑑𝑒𝑐í𝑎 𝑠𝑢 𝑗𝑒𝑓𝑒, 𝐽𝑜𝑠𝑒𝑓𝑖𝑛𝑎 𝑡𝑒𝑛í𝑎 𝑢𝑛 𝑡𝑟𝑎𝑠𝑒𝑟𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑎𝑐𝑎𝑏𝑎 𝑙𝑎 𝑐𝑎𝑟𝑎 𝑝𝑜𝑟 𝑒𝑙𝑙𝑎, 𝘩𝑎𝑏í𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑣𝑒𝑟𝑙𝑎 𝑐𝑎𝑚𝑖𝑛𝑎𝑛𝑑𝑜, 𝑢𝑛- 𝑑𝑜𝑠, 𝑢𝑛- 𝑑𝑜𝑠, 𝑝𝑜𝑛í𝑎 𝑎 𝑚𝑎𝑟𝑐𝘩𝑎𝑟 𝘩𝑎𝑠𝑡𝑎 𝑎 𝑙𝑜𝑠 𝑠𝑜𝑙𝑑𝑎𝑑𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑖𝑏𝑎𝑛 𝑎 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒𝑛𝑎𝑟 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑝𝑙𝑎𝑦𝑎.
𝐸𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑝𝑎𝑠𝑎𝑗𝑒𝑟𝑜𝑠 𝑙𝑙𝑒𝑔ó 𝑢𝑛 𝑠𝑖𝑟𝑖𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑣𝑒𝑛í𝑎 𝑏𝑢𝑠𝑐𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑡𝑒𝑟𝑟𝑒𝑛𝑜 𝑑𝑜𝑛𝑑𝑒 𝑎𝑛𝑖𝑑𝑎𝑟 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑎𝑟𝑔𝑜 𝑡𝑖𝑒𝑚𝑝𝑜, 𝑦𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑢 𝑝𝑎í𝑠 𝑎𝑙 𝑖𝑔𝑢𝑎𝑙 𝑞𝑢𝑒 𝑃𝑎𝑙𝑒𝑠𝑡𝑖𝑛𝑎 𝑦 𝑔𝑟𝑎𝑛 𝑝𝑎𝑟𝑡𝑒 𝑑𝑒 𝐴𝑟𝑎𝑏𝑖𝑎 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎 𝑒𝑛 𝑚𝑎𝑛𝑜𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑖𝑚𝑝𝑒𝑟𝑖𝑜 𝑜𝑡𝑜𝑚𝑎𝑛𝑜 𝑦 é𝑙 𝑦𝑎 𝑛𝑜 𝑡𝑒𝑛í𝑎 𝑔𝑎𝑛𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑢𝑐𝘩𝑎𝑠, 𝑠𝑎𝑛𝑔𝑟𝑒, 𝑝𝑟𝑜𝘩𝑖𝑏𝑖𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠, 𝑞𝑢𝑒𝑟í𝑎 𝑡𝑟𝑎𝑛𝑞𝑢𝑖𝑙𝑖𝑑𝑎𝑑, 𝑡𝑒𝑛𝑒𝑟 𝑠𝑢 𝑝𝑟𝑜𝑝𝑖𝑜 𝘩𝑎𝑟𝑒𝑚 𝑠𝑖 𝑓𝑢𝑒𝑟𝑎 𝑝𝑜𝑠𝑖𝑏𝑙𝑒. 𝑇𝑟𝑎𝑗𝑜 𝑐𝑜𝑛𝑠𝑖𝑔𝑜 𝑢𝑛𝑎 𝑝𝑟𝑜𝑣𝑖𝑠𝑖ó𝑛 𝑑𝑒 𝑡𝑒𝑙𝑎𝑠, 𝑠𝑢𝑓𝑖𝑐𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑖𝑛𝑖𝑐𝑖𝑎𝑟 𝑢𝑛 𝑛𝑒𝑔𝑜𝑐𝑖𝑜 𝑒𝑛 𝑢𝑛𝑎 𝑐𝑖𝑢𝑑𝑎𝑑 𝑝𝑒𝑞𝑢𝑒ñ𝑎, 𝑝𝑟𝑒𝑓𝑒𝑟𝑖𝑏𝑙𝑒𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑒𝑛 𝑢𝑛 𝑝𝑢𝑒𝑏𝑙𝑜, 𝑑𝑜𝑛𝑑𝑒 𝑛𝑜 𝘩𝑢𝑏𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑙𝑎𝑑𝑟𝑜𝑛𝑒𝑠, 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑎𝑠í 𝑖𝑟 𝑑𝑒 𝑝𝑢𝑒𝑏𝑙𝑜 𝑒𝑛 𝑝𝑢𝑒𝑏𝑙𝑜 𝑜𝑓𝑟𝑒𝑐𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜 𝑠𝑢 𝑚𝑒𝑟𝑐𝑎𝑑𝑒𝑟í𝑎.
𝑇𝑟𝑎í𝑎 𝑚𝑢𝑐𝘩𝑎 𝘩𝑎𝑚𝑏𝑟𝑒 𝑦 𝑞𝑢𝑒𝑟í𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑎𝑛𝑠𝑎𝑟, 𝑦𝑎 𝘩𝑎𝑏í𝑎 𝑜𝑟𝑔𝑎𝑛𝑖𝑧𝑎𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝑎𝑙𝑚𝑎𝑐𝑒𝑛𝑎𝑗𝑒 𝑑𝑒 𝑠𝑢 𝑒𝑞𝑢𝑖𝑝𝑎𝑗𝑒 𝑦 𝑑𝑒𝑚á𝑠, 𝑎𝑠í 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑑𝑖𝑟𝑖𝑔𝑖ó 𝘩𝑎𝑠𝑡𝑎 𝑒𝑙 𝑏𝑎𝑟, 𝑝𝑖𝑑𝑖ó 𝑎𝑙𝑔𝑜 𝑏𝑖𝑒𝑛 𝑓𝑟í𝑜 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑠𝑖𝑛 𝑎𝑙𝑐𝑜𝘩𝑜𝑙, 𝑎𝑢𝑛𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑟𝑎 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑒 𝑎𝑝𝑒𝑡𝑒𝑐í𝑎, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑦𝑎 𝑎𝑐𝑜𝑠𝑡𝑢𝑚𝑏𝑟𝑎𝑑𝑜 𝑎 𝑡𝑒𝑚𝑒𝑟 𝑟𝑒𝑝𝑟𝑒𝑠𝑎𝑙𝑖𝑎𝑠 𝑝𝑜𝑟 𝑏𝑒𝑏𝑒𝑟, 𝑠𝑒 𝑎𝑏𝑠𝑡𝑢𝑣𝑜 𝑦 𝑝𝑖𝑑𝑖ó 𝑢𝑛 𝑗𝑢𝑔𝑜 𝑑𝑒 𝑧𝑎𝑝𝑜𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑒𝑐𝘩𝑒. 𝐷𝑜𝑛 𝑅𝑎𝑚𝑖𝑟𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑒 𝘩𝑎𝑏í𝑎 𝑡𝑜𝑚𝑎𝑑𝑜 𝑙𝑎 𝑜𝑟𝑑𝑒𝑛 𝑝𝑒𝑟𝑠𝑜𝑛𝑎𝑙𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒, 𝑙𝑒 𝑡𝑟𝑎𝑗𝑜 𝑒𝑙 𝑗𝑢𝑔𝑜 𝑠𝑒𝑟𝑣𝑖𝑑𝑜 𝑒𝑛 𝑢𝑛 𝑣𝑎𝑠𝑜 𝑙𝑎𝑟𝑔𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝘩𝑖𝑒𝑙𝑜 𝑦 𝑙𝑒 𝑑𝑖𝑗𝑜:
— 𝑇𝑎𝑚𝑏𝑖é𝑛 𝑣𝑒𝑛𝑑𝑒𝑚𝑜𝑠 𝑙𝑎𝑠 𝑐𝑒𝑟𝑣𝑒𝑧𝑎𝑠 𝑚á𝑠 𝑓𝑟í𝑎𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑝𝑢𝑒𝑏𝑙𝑜 𝑦 𝑡𝑜𝑑𝑜𝑠 𝑙𝑜𝑠 𝑙𝑖𝑐𝑜𝑟𝑒𝑠, 𝑝𝑟𝑒𝑔𝑢𝑛𝑡𝑒 𝑝𝑜𝑟 𝑒𝑙 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑣𝑒𝑎, 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑠𝑒 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖é𝑛 𝑙𝑜 𝑡𝑒𝑛𝑒𝑚𝑜𝑠. 𝐸𝑙 𝑠𝑖𝑟𝑖𝑜 𝑙𝑒 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑜𝑛𝑑𝑖ó 𝑐𝑜𝑛 𝑢𝑛𝑎 𝑠𝑜𝑛𝑟𝑖𝑠𝑎 𝑦 𝑙𝑒𝑣𝑎𝑛𝑡𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑙𝑜𝑠 𝘩𝑜𝑚𝑏𝑟𝑜𝑠 𝑙𝑒 𝑑𝑖𝑗𝑜 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑚𝑒𝑗𝑜𝑟 𝑒𝑠𝑝𝑎ñ𝑜𝑙 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑢𝑑𝑜:
— * 𝑁𝑜 𝑐𝑢𝑚𝑏𝑟𝑒𝑛𝑑𝑜 𝑚𝑢𝑠𝘩𝑜 𝑒𝑠𝑧𝑝𝑎𝑛𝑜𝑙*. 𝐸𝑙 𝑝𝑟𝑜𝑝𝑖𝑒𝑡𝑎𝑟𝑖𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑏𝑎𝑟, 𝑠𝑜𝑙𝑡ó 𝑢𝑛𝑎 𝑠𝑜𝑛𝑜𝑟𝑎 𝑐𝑎𝑟𝑐𝑎𝑗𝑎𝑑𝑎 𝑦 𝑔𝑜𝑙𝑝𝑒𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝘩𝑜𝑚𝑏𝑟𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑠𝑖𝑟𝑖𝑜, 𝑙𝑒 𝑑𝑖𝑗𝑜: 𝑁𝑜 𝘩𝑒𝑟𝑚𝑎𝑛𝑖𝑡𝑜, 𝑛𝑜 𝑠𝑒 𝑝𝑟𝑒𝑜𝑐𝑢𝑝𝑒, 𝑝𝑟𝑜𝑛𝑡𝑜 𝑎𝑝𝑟𝑒𝑛𝑑𝑒𝑟á, 𝑎𝑞𝑢í 𝘩𝑎𝑦 𝑜𝑡𝑟𝑜𝑠 𝑡𝑢𝑟𝑐𝑜𝑠 𝑦 𝑙𝑒 𝑎𝑠𝑒𝑔𝑢𝑟𝑜 𝑞𝑢𝑒, 𝑎𝑢𝑛𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑠é 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑙𝑜 𝘩𝑖𝑐𝑖𝑒𝑟𝑜𝑛, 𝑎 𝑙𝑎 𝑣𝑢𝑒𝑙𝑡𝑎 𝑑𝑒 𝑢𝑛𝑎 𝑠𝑒𝑚𝑎𝑛𝑎, 𝑡𝑜𝑑𝑜𝑠 𝘩𝑎𝑏𝑙𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑏𝑖𝑒𝑛 𝑒𝑠𝑝𝑎ñ𝑜𝑙 𝑦 𝑠𝑜𝑛 𝑓𝑒𝑙𝑖𝑐𝑒𝑠 𝑒𝑛 𝑛𝑢𝑒𝑠𝑡𝑟𝑜 𝑝𝑢𝑒𝑏𝑙𝑜.
𝑌 𝑠𝑒𝑔𝑢𝑖𝑑𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑙𝑒𝑣𝑎𝑛𝑡ó 𝑙𝑎 𝑚𝑎𝑛𝑜 𝘩𝑎𝑐𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜 𝑢𝑛𝑎 𝑠𝑒ñ𝑎𝑙 𝑒𝑛 𝑑𝑖𝑟𝑒𝑐𝑐𝑖ó𝑛 𝑎 𝑙𝑎 𝑏𝑎𝑟𝑟𝑎:
— 𝑀𝑖𝑟𝑎 𝐽𝑜𝑠𝑒𝑓𝑖𝑛𝑎, 𝑡𝑒𝑛𝑒𝑚𝑜𝑠 𝑛𝑢𝑒𝑣𝑜 𝑐𝑙𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒, 𝑒𝑛𝑐á𝑟𝑔𝑎𝑡𝑒 𝑑𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑙 𝑡𝑢𝑟𝑐𝑜 𝑠𝑒 𝑠𝑖𝑒𝑛𝑡𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑒𝑛 𝑠𝑢 𝑐𝑎𝑠𝑎. ¿𝐶ó𝑚𝑜 𝑠𝑒 𝑙𝑙𝑎𝑚𝑎 𝑎𝑚𝑖𝑔𝑜? 𝐶𝑜𝑚𝑜 𝑒𝑙 𝑠𝑖𝑟𝑖𝑜 𝑙𝑜 𝑚𝑖𝑟𝑎𝑏𝑎 𝑠𝑖𝑛 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑜𝑛𝑑𝑒𝑟, 𝐽𝑜𝑠𝑒𝑓𝑖𝑛𝑎 𝑠𝑒 𝑎𝑐𝑒𝑟𝑐ó 𝑦 𝑟𝑒𝑐𝑎𝑟𝑔á𝑛𝑑𝑜𝑠𝑒 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑑𝑜𝑠 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒 𝑙𝑎 𝑚𝑒𝑠𝑎, 𝑑𝑒𝑗𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑣𝑒𝑟 𝑒𝑙 𝑛𝑎𝑐𝑖𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑢 𝑔𝑒𝑛𝑒𝑟𝑜𝑠𝑜 𝑝𝑒𝑐𝘩𝑜 𝑦 𝑝𝑜𝑟 𝑒𝑙 𝑜𝑡𝑟𝑜 𝑙𝑎𝑑𝑜 𝑙𝑎 𝑝𝑢𝑛𝑡𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑛𝑎𝑙𝑔𝑎, 𝑝𝑜𝑛𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜 𝑠𝑢 𝑑𝑒𝑑𝑜 í𝑛𝑑𝑖𝑐𝑒 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑝𝑒𝑐𝘩𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝘩𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒, 𝑙𝑒 𝑑𝑖𝑗𝑜 𝑑𝑒𝑙𝑒𝑡𝑟𝑒𝑎𝑛𝑑𝑜:
— ¿𝐶ó- 𝑚𝑜- 𝑡𝑒- 𝑙𝑙𝑎- 𝑚𝑎𝑠? 𝑌 𝑎𝑝𝑢𝑛𝑡𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢 𝑑𝑒𝑑𝑜 𝑎 𝑠𝑢 𝑝𝑟𝑜𝑝𝑖𝑜 𝑝𝑒𝑐𝘩𝑜 𝑑𝑖𝑗𝑜: — 𝑌𝑜, 𝐽𝑜- 𝑠𝑒- 𝑓𝑖- 𝑛𝑎.
𝐸𝑙 𝘩𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒 𝑚𝑒𝑑𝑖𝑜 𝑎𝑡𝑢𝑟𝑑𝑖𝑑𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝑠𝑒𝑚𝑒𝑗𝑎𝑛𝑡𝑒 𝑚𝑢𝑗𝑒𝑟 𝑡𝑎𝑛 𝑙𝑖𝑏𝑒𝑟𝑎𝑙 𝑦 𝑎𝑡𝑟𝑒𝑣𝑖𝑑𝑎, 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑜𝑛𝑑𝑖ó 𝑑𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑢𝑛 𝑔𝑜𝑙𝑝𝑒 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑎 𝑝𝑢𝑛𝑡𝑎 𝑑𝑒𝑙 𝑑𝑒𝑑𝑜 𝑒𝑛 𝑠𝑢 𝑝𝑒𝑐𝘩𝑜 𝑦 𝑢𝑛𝑎 𝑠𝑜𝑛𝑟𝑖𝑠𝑎 𝑑𝑒 𝑜𝑟𝑒𝑗𝑎 𝑎 𝑜𝑟𝑒𝑗𝑎, 𝑑𝑒𝑗𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑣𝑒𝑟 𝑢𝑛𝑜𝑠 𝑑𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒𝑠 𝑡í𝑝𝑖𝑐𝑜𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑓𝑢𝑚𝑎𝑑𝑜𝑟 𝑦 𝑏𝑒𝑏𝑒𝑑𝑜𝑟 𝑑𝑒 𝑡é 𝑛𝑒𝑔𝑟𝑜: — ¡𝑂𝘩, 𝑦𝑜 𝐴-𝐻𝑢𝑎𝑛 𝐷ü𝑙 – 𝑃𝑎𝑐𝘩á.
— 𝑉𝑎𝑦𝑎 𝑛𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒𝑐𝑖𝑡𝑜 𝑡𝑒 𝑚𝑎𝑛𝑑𝑎𝑠, 𝑚𝑖𝑟𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑒𝑛 𝑑𝑖𝑟𝑒𝑐𝑐𝑖ó𝑛 𝑑𝑒 𝑠𝑢 𝑗𝑒𝑓𝑒 𝑙𝑒 𝑑𝑖𝑗𝑜: — 𝐸𝑙 𝑡𝑢𝑟𝑐𝑜 𝑠𝑒 𝑙𝑙𝑎𝑚𝑎 𝐺𝑢𝑎𝑛𝑑ú𝑙 𝑦 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑖é𝑛𝑑𝑜𝑠𝑒 𝘩𝑎𝑐í𝑎 𝑒𝑙 𝑛𝑢𝑒𝑣𝑜 𝑐𝑙𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒, 𝑚𝑒𝑗𝑜𝑟 𝑡𝑒 𝑑𝑒𝑐𝑖𝑚𝑜𝑠 𝑡𝑢𝑟𝑐𝑜, ¿𝑞𝑢é 𝑡𝑒 𝑝𝑎𝑟𝑒𝑐𝑒?
𝐸𝑛 𝑓𝑖𝑛 𝑎𝑠í 𝑙𝑙𝑎𝑚𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑎 𝑡𝑜𝑑𝑜𝑠 𝑙𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝘩𝑎𝑏𝑙𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑐𝑜𝑚𝑜 é𝑙, 𝑝𝑒𝑛𝑠𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝐴𝑟𝑎𝑏𝑖𝑎, 𝑃𝑎𝑙𝑒𝑠𝑡𝑖𝑛𝑎 𝑦 𝑡𝑜𝑑𝑜𝑠 𝑙𝑜𝑠 𝑝𝑎í𝑠𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑜𝑟𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑝𝑒𝑟𝑡𝑒𝑛𝑒𝑐í𝑎𝑛 𝑎𝑙 𝑖𝑚𝑝𝑒𝑟𝑖𝑜 𝑜𝑡𝑜𝑚𝑎𝑛𝑜 𝑜 𝑎 𝑙𝑎 𝑛𝑢𝑒𝑣𝑎 𝑅𝑒𝑝ú𝑏𝑙𝑖𝑐𝑎 𝑇𝑢𝑟𝑐𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑒𝑙𝑙𝑜𝑠 𝑒𝑟𝑎 𝑙𝑜 𝑚𝑖𝑠𝑚𝑜. 𝑆𝑜𝑙𝑜 𝑙𝑜𝑠 𝑑𝑖𝑓𝑒𝑟𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎𝑏𝑎 𝑒𝑙 𝑛𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑎𝑑𝑒𝑚á𝑠 𝑐𝑎𝑠𝑖 𝑛𝑢𝑛𝑐𝑎 𝑒𝑟𝑎 𝑒𝑙 𝑐𝑜𝑟𝑟𝑒𝑐𝑡𝑜, 𝑎𝑠í 𝑠𝑒 𝘩𝑎𝑏í𝑎 𝑞𝑢𝑒𝑑𝑎𝑑𝑜 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑝𝑢𝑒𝑏𝑙𝑜: "𝑒𝑙 𝑡𝑢𝑟𝑐𝑜 𝐵𝑒𝑛𝑗𝑎", 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑛 𝑟𝑒𝑎𝑙𝑖𝑑𝑎𝑑 𝑠𝑒 𝑙𝑙𝑎𝑚𝑎𝑏𝑎 𝐵𝑒𝑛 𝐻𝑎𝑙𝑙𝑎ğ𝑚𝑒- 𝐿'𝐴𝑚𝑖𝑛 𝑦 𝑒𝑟𝑎 𝑝𝑎𝑙𝑒𝑠𝑡𝑖𝑛𝑜 𝑦 𝑐𝑜𝑛 𝑒𝑠𝑒 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝑝𝑢𝑒𝑏𝑙𝑜 𝘩𝑎𝑏í𝑎 𝑟𝑒í𝑑𝑜, 𝑝𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝐽𝑜𝑠𝑒𝑓𝑖𝑛𝑎 𝑙𝑒 𝑒𝑛𝑡𝑒𝑛𝑑𝑖ó „𝑉𝑒𝑛 𝐽á𝑙𝑎𝑚𝑒𝑙𝑎 𝑎 𝑚í“.
— 𝑁𝑜, 𝑛𝑜, 𝑦𝑜 𝑛𝑜 𝑡𝑢𝑟𝑐𝑜, 𝑦𝑜 𝐴-𝐻𝑢𝑎𝑛-𝐷ü𝑙 – 𝑃𝑎𝑠𝑐𝘩á 𝑑𝑒 𝑆𝑖𝑟𝑖𝑎, 𝑦𝑜 𝑛𝑜 𝑡𝑢𝑟𝑐𝑜. 𝑃𝑒𝑟𝑜 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝘩𝑢𝑏𝑖𝑒𝑠𝑒 𝑑𝑖𝑐𝘩𝑜, 𝑒𝑛 𝑎𝑑𝑒𝑙𝑎𝑛𝑡𝑒 𝑙𝑒 𝑠𝑖𝑔𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜𝑛 𝑙𝑙𝑎𝑚𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝑡𝑢𝑟𝑐𝑜 𝐺𝑢𝑎𝑛𝑑ú𝑙.
𝑇𝑎𝑙 𝑦 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑙𝑜 𝘩𝑎𝑏í𝑎 𝑝𝑟𝑜𝑓𝑒𝑡𝑖𝑧𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑜𝑛 𝑅𝑎𝑚𝑖𝑟𝑜, 𝑛𝑜 𝑝𝑎𝑠𝑎𝑟𝑜𝑛 𝑡𝑟𝑒𝑠 𝑠𝑒𝑚𝑎𝑛𝑎𝑠 𝑦 𝑦𝑎 𝐻𝑢𝑎𝑛-𝐷ü𝑙 𝑠𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑢𝑛𝑖𝑐𝑎𝑏𝑎 𝑦 𝑒𝑛𝑡𝑒𝑛𝑑í𝑎 𝑐𝑎𝑠𝑖 𝑝𝑒𝑟𝑓𝑒𝑐𝑡𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑛 𝑡𝑜𝑑𝑜𝑠 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑝𝑢𝑒𝑏𝑙𝑜.
𝑇𝑎𝑛 𝑏𝑖𝑒𝑛 𝑠𝑒 𝑒𝑛𝑡𝑒𝑛𝑑í𝑎 𝐻𝑢𝑎𝑛- 𝐷ü𝑙, 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑎𝑠 𝑚𝑢𝑗𝑒𝑟𝑒𝑠, 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑝𝑢𝑒𝑏𝑙𝑜 𝑑𝑜𝑟𝑚í𝑎 𝑒𝑛 𝑡𝑟𝑒𝑠 𝑐𝑎𝑚𝑎𝑠 𝑦 𝑒𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑝𝑢𝑒𝑏𝑙𝑜𝑠 𝑣𝑒𝑐𝑖𝑛𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑖é𝑛 𝑠𝑎𝑏𝑒 𝑒𝑛 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑡𝑎𝑠.
𝐴 𝑝𝑒𝑠𝑎𝑟 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑓𝑎𝑚𝑎 𝑑𝑒 𝑡𝑎𝑐𝑎ñ𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑡𝑢𝑟𝑐𝑜𝑠, é𝑙 𝑐𝑙𝑎𝑟𝑜, 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑛𝑜 𝑒𝑟𝑎 𝑡𝑢𝑟𝑐𝑜, 𝑚𝑎𝑛𝑡𝑒𝑛í𝑎 𝑎 𝑡𝑜𝑑𝑎𝑠 𝑙𝑎𝑠 𝑚𝑢𝑗𝑒𝑟𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑠𝑢 𝑝𝑒𝑞𝑢𝑒ñ𝑜 𝘩𝑎𝑟𝑒𝑚, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑟𝑒𝑐𝑖𝑏í𝑎 𝑢𝑛𝑎 𝑏𝑢𝑒𝑛𝑎 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎𝑝𝑟𝑒𝑠𝑡𝑎𝑐𝑖ó𝑛.

𝐴 𝐿𝑜𝑙𝑖𝑡𝑎 𝑙𝑎 𝑡𝑒𝑛𝑑𝑒𝑟𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑟𝑎 𝘩𝑖𝑗𝑎 𝑑𝑒 𝑔𝑖𝑡𝑎𝑛𝑜𝑠 𝑦 𝑚𝑢𝑟𝑖𝑒𝑟𝑜𝑛 𝑎𝑙 𝑝𝑜𝑐𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑙𝑒𝑔𝑎𝑟 𝑎𝑙 𝑝𝑢𝑒𝑟𝑡𝑜, 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑢𝑣𝑜 𝑐𝑢𝑎𝑡𝑟𝑜 𝘩𝑖𝑗𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑛 𝑢𝑛 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑟𝑖𝑜𝑟𝑎𝑛𝑜 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑑𝑒𝑠𝑑𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑎𝑐𝑒𝑛 𝑡𝑟𝑎𝑒𝑛 𝑙𝑎 *𝑇 𝑑𝑒 𝑡𝑒𝑛𝑑𝑒𝑟𝑜𝑠 𝑝𝑒𝑔𝑎𝑑𝑎 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑓𝑟𝑒𝑛𝑡𝑒, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑙𝑒 𝑠𝑎𝑙𝑖𝑒𝑟𝑜𝑛 𝑑𝑜𝑠 𝑛𝑒𝑔𝑟𝑖𝑡𝑜𝑠, 𝑢𝑛𝑜 𝑑𝑒 𝑜𝑗𝑜𝑠 𝑔𝑟𝑖𝑠𝑒𝑠 𝑦 𝑢𝑛𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖é𝑛 𝑡𝑒𝑛í𝑎 𝑙𝑎 𝑚𝑖𝑠𝑚𝑎 𝑇 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑢 𝑝𝑎𝑝á 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑓𝑟𝑒𝑛𝑡𝑒. 𝐸𝑙 𝘩𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒 𝑣𝑖𝑎𝑗𝑎𝑏𝑎 𝑝𝑜𝑟 𝑢𝑛𝑎 𝑠𝑒𝑚𝑎𝑛𝑎 𝑐𝑎𝑑𝑎 𝑚𝑒𝑠 𝑦 𝑑𝑒 𝑠𝑢 ú𝑙𝑡𝑖𝑚𝑜 𝑣𝑖𝑎𝑗𝑒 𝑛𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑖ó. 𝐷𝑖𝑐𝑒𝑛 𝑙𝑎𝑠 𝑚𝑎𝑙𝑎𝑠 𝑦 𝑙𝑎𝑠 𝑏𝑢𝑒𝑛𝑎𝑠 𝑙𝑒𝑛𝑔𝑢𝑎𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑠𝑒 𝑐𝑟𝑒𝑦ó 𝑒𝑙 𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑒𝑛í𝑎 𝑢𝑛 𝑝𝑖𝑝í 𝑚á𝑔𝑖𝑐𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑟𝑜𝑑𝑢𝑐í𝑎 𝑛𝑖ñ𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑣𝑎𝑟𝑖𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑙𝑜𝑟𝑒𝑠. 𝐻𝑢𝑎𝑛-𝐷ü𝑙 𝑙𝑒 𝑚𝑎𝑛𝑡𝑒𝑛í𝑎 𝑙𝑎 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑑𝑎 𝑎𝑝𝑟𝑜𝑣𝑖𝑠𝑖𝑜𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑦 𝑙𝑜𝑠 𝑛𝑖ñ𝑜𝑠 𝑛𝑜 𝑠𝑒 𝑞𝑢𝑒𝑑𝑎𝑟𝑜𝑛 𝑠𝑖𝑛 𝑒𝑠𝑡𝑢𝑑𝑖𝑎𝑟.

𝑇𝑒𝑟𝑒𝑠𝑎, 𝑙𝑎 𝑙𝑎𝑣𝑎𝑛𝑑𝑒𝑟𝑎, 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖é𝑛 𝑡𝑒𝑛í𝑎 𝑠𝑢 𝘩𝑖𝑠𝑡𝑜𝑟𝑖𝑎, 𝑠𝑢 𝑚𝑎𝑟𝑖𝑑𝑜 𝑛𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑖ó 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑔𝑢𝑒𝑟𝑟𝑎, 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑒𝑙𝑙𝑎 𝑛𝑜 𝘩𝑎𝑏í𝑎 𝑖𝑑𝑜 𝑎 𝑙𝑎 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑒𝑙𝑎, 𝑝𝑢𝑒𝑠 𝑠𝑒 𝑔𝑎𝑛𝑎𝑏𝑎 𝑙𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑝𝑜𝑑í𝑎, 𝑙𝑎𝑣𝑎𝑏𝑎 𝑟𝑜𝑝𝑎 𝑎𝑗𝑒𝑛𝑎 𝑦 𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎𝑗𝑎𝑏𝑎 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑟𝑒𝑠𝑡𝑎𝑢𝑟𝑎𝑛𝑡𝑒 𝑑𝑒 Ñ𝑎 𝐷𝑜𝑚𝑖𝑛𝑔𝑎, 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑎 𝑙𝑙𝑒𝑔𝑎𝑑𝑎 𝑑𝑒𝑙 𝑡𝑢𝑟𝑐𝑜 𝐺𝑢𝑎𝑛𝑑ú𝑙, 𝑙𝑒 𝑙𝑙𝑒𝑔ó 𝑎 𝑒𝑙𝑙𝑎 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖é𝑛 𝑙𝑎 𝘩𝑜𝑙𝑔𝑢𝑟𝑎.

𝑃𝑒𝑟𝑜 𝑙𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑒𝑛í𝑎 𝑙𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑚𝑒𝑛𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑙𝑖𝑐𝑎𝑑𝑎 𝑒𝑟𝑎 𝐽𝑜𝑠𝑒𝑓𝑖𝑛𝑎, 𝑒𝑙𝑙𝑎 𝑒𝑟𝑎 𝑐𝑎𝑚𝑎𝑟𝑒𝑟𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑐𝑎𝑛𝑡𝑖𝑛𝑎, 𝑑𝑎𝑚𝑎 𝑑𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑎ñí𝑎 𝑑𝑒 𝑐𝑎𝑏𝑎𝑙𝑙𝑒𝑟𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑛 𝑓𝑜𝑟𝑡𝑢𝑛𝑎, 𝑐𝑒𝑙𝑒𝑠𝑡𝑖𝑛𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝘩𝑖𝑗𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑓𝑎𝑚𝑖𝑙𝑖𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑏𝑖𝑒𝑛, 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖é𝑛 𝑒𝑟𝑎 𝑚𝑒𝑛𝑠𝑎𝑗𝑒𝑟𝑎, 𝑙𝑒 𝑟𝑒𝑐𝑜𝑔í𝑎 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑓𝑎𝑟𝑚𝑎𝑐𝑖𝑎 𝑙𝑎𝑠 𝑟𝑒𝑐𝑒𝑡𝑎𝑠 𝑎 𝑙𝑜𝑠 𝑎𝑛𝑐𝑖𝑎𝑛𝑜𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑝𝑢𝑒𝑏𝑙𝑜, 𝑎 𝑙𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑣𝑖𝑣í𝑎𝑛 𝑠𝑜𝑙𝑜𝑠, 𝑑𝑒 𝑣𝑒𝑧 𝑒𝑛 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑙𝑜𝑠 𝑎𝑐𝑜𝑚𝑝𝑎ñ𝑎𝑏𝑎 𝑎 𝑙𝑎 𝑐𝑎𝑚𝑎.
𝐶𝑎𝑠𝑖 𝑡𝑜𝑑𝑜𝑠 𝑙𝑜𝑠 𝘩𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑝𝑢𝑒𝑏𝑙𝑜, 𝑝𝑜𝑟 𝑛𝑜 𝑑𝑒𝑐𝑖𝑟 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑜𝑑𝑜𝑠, 𝑎𝑑𝑚𝑖𝑟𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑎 𝐽𝑜𝑠𝑒𝑓𝑖𝑛𝑎. 𝐻𝑎𝑏í𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑣𝑒𝑟 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑖𝑏𝑎 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑎 𝑝𝑙𝑎𝑧𝑎 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑜𝑛𝑒𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑠𝑢𝑠 𝑣𝑜𝑙𝑢𝑝𝑡𝑢𝑜𝑠𝑎𝑠 𝑐𝑎𝑑𝑒𝑟𝑎𝑠, 𝑛𝑜 𝑙𝑒 𝑓𝑎𝑙𝑡𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑝𝑖𝑟𝑜𝑝𝑜𝑠, 𝑢𝑛𝑜𝑠 𝑚á𝑠 𝑎𝑡𝑟𝑒𝑣𝑖𝑑𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑜𝑡𝑟𝑜𝑠.
— „𝐽𝑜𝑠𝑒𝑓𝑖𝑛𝑎, 𝑠𝑖 𝑎𝑠í 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑐𝑎𝑚𝑖𝑛𝑎𝑠, 𝑐𝑜𝑐𝑖𝑛𝑎𝑠 𝑚𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝘩𝑎𝑠𝑡𝑎 𝑒𝑙 𝑐𝑢𝑐𝑎𝑦𝑜.“„ 𝐴𝑦 𝑑𝑖𝑜𝑠 𝑚í𝑜, 𝑡ú 𝑐𝑜𝑛 𝑒𝑠𝑎𝑠 𝑐𝑢𝑟𝑣𝑎𝑠 𝑦 𝑦𝑜 𝑠𝑖𝑛 𝑓𝑟𝑒𝑛𝑜𝑠“ ó „ 𝑄𝑢𝑖é𝑛 𝑓𝑢𝑒𝑟𝑎 𝑏𝑖𝑧𝑐𝑜 𝑝𝑎'𝑣𝑒𝑟𝑡𝑒 𝑑𝑜𝑏𝑙𝑒.“𝐸𝑛 𝑓𝑖𝑛 𝐽𝑜𝑠𝑒𝑓𝑖𝑛𝑎 𝑛𝑜 𝑒𝑟𝑎 𝑏𝑜𝑛𝑖𝑡𝑎, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑢𝑛 𝑐𝑢𝑒𝑟𝑝𝑜 𝑏𝑖𝑒𝑛 𝑓𝑜𝑟𝑚𝑎𝑑𝑜 𝑠𝑖 𝑡𝑒𝑛í𝑎, 𝑑𝑒 𝘩𝑒𝑐𝘩𝑜 𝑦𝑎 𝘩𝑎𝑏í𝑎 𝑝𝑎𝑠𝑎𝑑𝑜 𝘩𝑎𝑠𝑡𝑎 𝑝𝑜𝑟 𝑒𝑙 𝑐𝑢𝑒𝑟𝑝𝑜 𝑑𝑒 𝑏𝑜𝑚𝑏𝑒𝑟𝑜𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑝𝑢𝑒𝑏𝑙𝑜.
𝐸𝑙 𝑠𝑖𝑟𝑖𝑜 𝑠𝑒 𝑒𝑛𝑎𝑚𝑜𝑟ó 𝑑𝑒 𝐽𝑜𝑠𝑒𝑓𝑖𝑛𝑎 𝑎 𝑝𝑒𝑠𝑎𝑟 𝑑𝑒 𝑐𝑜𝑛𝑜𝑐𝑒𝑟 𝑠𝑢 𝘩𝑖𝑠𝑡𝑜𝑟𝑖𝑎 𝑝𝑜𝑟 𝑏𝑜𝑐𝑎 𝑑𝑒 𝑇𝑒𝑟𝑒𝑠𝑎 𝑦 𝐿𝑜𝑙𝑖𝑡𝑎, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑒𝑙𝑙𝑎 𝑛𝑜 𝑡𝑒𝑛í𝑎 𝘩𝑖𝑗𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑎𝑛𝑡𝑒𝑛𝑒𝑟 𝑦 𝑎𝑑𝑒𝑚á𝑠 𝑒𝑟𝑎 𝑚𝑢𝑦 𝑏𝑢𝑒𝑛𝑎 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑐𝑎𝑚𝑎, 𝑠𝑒 𝘩𝑎𝑏í𝑎 𝑙𝑒í𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝐾𝑎𝑚𝑎- 𝑆𝑢𝑡𝑟𝑎 𝑎𝑙 𝑑𝑒𝑟𝑒𝑐𝘩𝑜 𝑦 𝑎𝑙 𝑟𝑒𝑣é𝑠 𝑦 𝑙𝑜 𝑝𝑜𝑛í𝑎 𝑒𝑛 𝑝𝑟á𝑐𝑡𝑖𝑐𝑎. 𝐸𝑙𝑙𝑎 𝑠𝑜𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒𝑟í𝑎 𝑟𝑜𝑝𝑎, 𝑧𝑎𝑝𝑎𝑡𝑜𝑠, 𝑝𝑒𝑟𝑓𝑢𝑚𝑒𝑠, 𝑐𝑜𝑠𝑎𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑎𝑟𝑎 é𝑙 𝑛𝑜 𝑟𝑒𝑝𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑚𝑎𝑦𝑜𝑟 𝑝é𝑟𝑑𝑖𝑑𝑎 𝑦 𝑒𝑛 𝑐𝑎𝑚𝑏𝑖𝑜 𝑟𝑒𝑐𝑖𝑏í𝑎 𝑢𝑛 𝑗𝑢𝑔𝑜𝑠𝑜 𝑏𝑒𝑛𝑒𝑓𝑖𝑐𝑖𝑜.

𝐴𝑞𝑢𝑒𝑙𝑙𝑎 𝑚𝑎ñ𝑎𝑛𝑎, 𝐻𝑢𝑎𝑛- 𝐷ü𝑙 𝑠𝑎𝑙𝑖ó 𝑡𝑒𝑚𝑝𝑟𝑎𝑛𝑜 𝑑𝑒𝑗𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑎 𝐽𝑜𝑠𝑒𝑓𝑖𝑛𝑎 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑐𝑎𝑚𝑎, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑎 𝑝𝑟𝑜𝑚𝑒𝑠𝑎 𝑑𝑒 𝑟𝑒𝑔𝑟𝑒𝑠𝑎𝑟 𝑎𝑙 𝑠𝑖𝑔𝑢𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑑í𝑎 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑖𝑛𝑢𝑎𝑟 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑛𝑜𝑐𝘩𝑒 𝘩𝑎𝑏í𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑒𝑛𝑧𝑎𝑑𝑜, 𝑙𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑝𝑒𝑑𝑖𝑑𝑎 𝘩𝑎𝑏í𝑎 𝑠𝑖𝑑𝑜 𝑡𝑎𝑛 𝑑𝑢𝑙𝑐𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑙 𝘩𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒 𝑠𝑒 𝑓𝑢𝑒 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑎 𝑖𝑚𝑎𝑔𝑒𝑛 𝑑𝑒 𝑎𝑞𝑢𝑒𝑙𝑙𝑎𝑠 𝑓𝑜𝑟𝑚𝑎𝑠 𝑒𝑛 𝑠𝑢 𝑐𝑎𝑏𝑒𝑧𝑎.
𝐸𝑠𝑒 𝑑í𝑎 𝑡𝑒𝑚𝑝𝑟𝑎𝑛𝑜, 𝑙𝑙𝑒𝑔ó 𝑎𝑙 𝑝𝑢𝑒𝑏𝑙𝑜 𝑢𝑛 𝑣𝑎𝑝𝑜𝑟 𝑑𝑒𝑙 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑟𝑖𝑜𝑟 𝑑𝑒𝑙 𝑝𝑎í𝑠 𝑦 𝑐𝑜𝑛 é𝑙 𝑙𝑙𝑒𝑔ó 𝑢𝑛 𝑐𝑢𝑙𝑒𝑏𝑟𝑒𝑟𝑜 𝑎𝑛𝑡𝑖𝑜𝑞𝑢𝑒ñ𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑝𝑖𝑛𝑡𝑎 𝑑𝑒 𝑔𝑎𝑙á𝑛 𝑑𝑒 𝑛𝑜𝑣𝑒𝑙𝑎𝑠 𝑟𝑜𝑠𝑎, 𝑡𝑎𝑛 𝑝𝑟𝑜𝑛𝑡𝑜 𝑠𝑒 𝑎𝑐𝑒𝑟𝑐ó 𝑎 𝑙𝑎 𝑐𝑎𝑛𝑡𝑖𝑛𝑎, 𝐽𝑜𝑠𝑒𝑓𝑖𝑛𝑎 𝑙𝑜 𝑣𝑖𝑜 𝑦 𝑠𝑎𝑙𝑖ó 𝑑𝑖𝑠𝑝𝑎𝑟𝑎𝑑𝑎 𝑎 𝑎𝑡𝑒𝑛𝑑𝑒𝑟𝑙𝑜 𝑒𝑛 𝑠𝑢 𝑐𝑎𝑏𝑒𝑧𝑎 𝑠𝑜𝑙𝑜 𝘩𝑎𝑏í𝑎 𝑢𝑛 𝑝𝑒𝑛𝑠𝑎𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜:
— „𝐸𝑠𝑡𝑒 𝑝𝑎𝑛 𝑒𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑚í“... 𝐴𝑑𝑒𝑙𝑎𝑛𝑡𝑒 𝑐𝑎𝑏𝑎𝑙𝑙𝑒𝑟𝑜, ¿𝑒𝑛 𝑞𝑢é 𝑙𝑜 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑜 𝑎𝑦𝑢𝑑𝑎𝑟, 𝑙𝑒 𝑎𝑝𝑒𝑡𝑒𝑐𝑒 𝑏𝑒𝑏𝑒𝑟 𝑎𝑙𝑔𝑜? 𝐸𝑙 𝘩𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒, 𝑠𝑖𝑛 𝑛𝑖𝑛𝑔𝑢𝑛𝑎 𝑡𝑖𝑚𝑖𝑑𝑒𝑧 𝑙𝑒 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑜𝑛𝑑𝑖ó 𝑐𝑜𝑛 𝑒𝑙 𝑡í𝑝𝑖𝑐𝑜 𝑎𝑐𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑢 𝑟𝑒𝑔𝑖ó𝑛:
— ¡𝐸𝘩 𝐴𝑣𝑒 𝑀𝑎𝑟í𝑎! 𝑀𝑎𝑚𝑎𝑐𝑖𝑡𝑎, ¿𝑠𝑒 𝑎𝑐𝑎𝑏𝑎 𝑑𝑒 𝑐𝑎𝑒𝑟 𝑑𝑒𝑙 𝑐𝑖𝑒𝑙𝑜, 𝑝𝑢𝑒𝑠? ¿𝑂 𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑒 𝑚𝑜𝑟í 𝑦 𝑙𝑙𝑒𝑔𝑢é 𝑦𝑜 𝑎𝑙 𝑐𝑖𝑒𝑙𝑜? ¿ 𝑄𝑢é 𝑙𝑒 𝑝𝑎𝑟𝑒𝑐𝑒 𝑠𝑖 𝑛𝑜𝑠 𝑡𝑜𝑚𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑢𝑛 𝑎𝑔𝑢𝑎𝑟𝑑𝑖𝑒𝑛𝑡𝑖𝑐𝑜, 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑝𝑎‘𝑒𝑛𝑡𝑟𝑎𝑟 𝑒𝑛 𝑐𝑎𝑙𝑜𝑟 𝑣𝑒𝑎?
— 𝑆𝑢𝑠 𝑑𝑒𝑠𝑒𝑜𝑠 𝑠𝑜𝑛 ó𝑟𝑑𝑒𝑛𝑒𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑚𝑖 𝑦 𝑐𝑎𝑙𝑜𝑟 𝑒𝑠 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑒𝑛𝑔𝑜 𝑦𝑜, 𝑝𝑎𝑝𝑖𝑡𝑜.
— ¿𝑉𝑒𝑎 𝑝𝑢𝑒𝑠, 𝑐𝑜𝑛 𝑡𝑎𝑛𝑡𝑎 𝑎𝑔𝑢𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝘩𝑎𝑦 𝑎𝑞𝑢í? 𝑌𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜 𝑢𝑠𝑡𝑒𝑑, 𝑚𝑒 𝘩𝑎𝑏𝑟í𝑎 𝑖𝑑𝑜 𝘩𝑎𝑐𝑒 𝑟𝑎𝑡𝑜 𝑎 𝑑𝑎𝑟 𝑢𝑛 𝑐𝘩𝑎𝑝𝑢𝑧ó𝑛 𝑒𝑛 𝑒𝑠𝑎 𝑝𝑙𝑎𝑦𝑎 𝑡𝑎𝑛 𝑏𝑜𝑛𝑖𝑡𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒𝑛 𝑎𝑞𝑢í. 𝑆𝑖 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑒 𝑑𝑒𝑠𝑝𝑢é𝑠 𝑛𝑜𝑠 𝑣𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑗𝑢𝑛𝑡𝑖𝑐𝑜𝑠 𝑦 𝑛𝑜𝑠 𝑑𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑢𝑛𝑎 𝑟𝑒𝑣𝑜𝑙𝑐𝑎𝑑𝑎 𝑒𝑛 𝑒𝑠𝑎𝑠 𝑎𝑔𝑢𝑎𝑠 𝑡𝑎𝑛 𝑎𝑧𝑢𝑙𝑖𝑡𝑎𝑠.
—𝐴𝘩𝑜𝑟𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑣𝑢𝑒𝑙𝑣𝑎 𝑚𝑖 𝑗𝑒𝑓𝑒, 𝑙𝑜 𝑙𝑙𝑒𝑣𝑜 𝑎 𝑑𝑎𝑟 𝑢𝑛𝑎 𝑣𝑢𝑒𝑙𝑡𝑎 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑚𝑜𝑠𝑡𝑟𝑎𝑟𝑙𝑒 𝑢𝑛 𝑝𝑜𝑞𝑢𝑖𝑡𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑝𝑢𝑒𝑏𝑙𝑜 𝑦 𝑑𝑒 𝑝𝑎𝑠𝑜 𝑙𝑒 𝑚𝑢𝑒𝑠𝑡𝑟𝑜 𝑑𝑜𝑛𝑑𝑒 𝑞𝑢𝑒𝑑𝑎 𝑒𝑙 𝘩𝑜𝑡𝑒𝑙.
—𝑁𝑜 𝑚𝑒 𝑑𝑖𝑔𝑎, 𝑞𝑢𝑒 𝑎𝑞𝑢í 𝑠𝑜𝑛 𝑡𝑜𝑑𝑎𝑠 𝑙𝑎𝑠 𝑚𝑢𝑗𝑒𝑟𝑒𝑠 𝑙𝑖𝑛𝑑𝑎𝑠 𝑦 𝑎𝑑𝑒𝑚á𝑠 𝑡𝑎𝑛 𝑠𝑒𝑟𝑣𝑖𝑐𝑖𝑎𝑙𝑒𝑠.
— ¿ 𝑄𝑢é 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑒 𝑑𝑖𝑔𝑎, 𝑝𝑎𝑝𝑖𝑡𝑜? 𝑆𝑖 𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑢𝑠𝑡𝑒𝑑 𝑐𝑜𝑛 𝑒𝑠𝑎 𝑝𝑖𝑒𝑟𝑛𝑎, ¿𝑝𝑎'𝑞𝑢𝑒 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑜𝑡𝑟𝑎𝑠 𝑑𝑜𝑠?
𝑀𝑖𝑒𝑛𝑡𝑟𝑎𝑠 𝑡𝑎𝑛𝑡𝑜, 𝑒𝑙 𝑠𝑖𝑟𝑖𝑜, 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑝𝑜𝑑í𝑎 𝑠𝑎𝑐𝑎𝑟 𝑑𝑒 𝑠𝑢 𝑝𝑒𝑛𝑠𝑎𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑎 𝐽𝑜𝑠𝑒𝑓𝑖𝑛𝑎, 𝑡𝑒𝑟𝑚𝑖𝑛ó 𝑟á𝑝𝑖𝑑𝑜 𝑠𝑢𝑠 𝑑𝑖𝑙𝑖𝑔𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎𝑠 𝑦 𝑠𝑒 𝑣𝑖𝑛𝑜 𝑑𝑒 𝑟𝑒𝑔𝑟𝑒𝑠𝑜 𝑎𝑙 𝑝𝑢𝑒𝑏𝑙𝑜, 𝑙𝑙𝑒𝑔ó 𝑑𝑖𝑟𝑒𝑐𝑡𝑜 𝑎 𝑙𝑎 𝑐𝑎𝑛𝑡𝑖𝑛𝑎 𝑦𝑎 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝑠𝑜𝑙 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎 𝑏𝑎𝑗𝑎𝑛𝑑𝑜, 𝑑𝑜𝑛 𝑅𝑎𝑚𝑖𝑟𝑜 𝑙𝑜 𝑎𝑙𝑐𝑎𝑛𝑧ó 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑎𝑑𝑎 𝑦 𝑙𝑒 𝑖𝑛𝑣𝑖𝑡ó 𝑎 𝑝𝑎𝑠𝑎𝑟.
— 𝐴𝑑𝑒𝑙𝑎𝑛𝑡𝑒 𝑠𝑒ñ𝑜𝑟 𝐺𝑢𝑎𝑛𝑑ú𝑙, ¿𝑞𝑢é 𝑙𝑒 𝑝𝑟𝑜𝑣𝑜𝑐𝑎 𝑏𝑒𝑏𝑒𝑟? ¿𝑈𝑛𝑎 𝑐𝑒𝑟𝑣𝑒𝑧𝑎? 𝑁𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑟í𝑎 𝑚𝑎𝑙, 𝑣𝑖𝑒𝑛𝑒 𝑢𝑠𝑡𝑒𝑑 𝑠𝑢𝑑𝑎𝑛𝑑𝑜, 𝑛𝑖 𝑞𝑢𝑒 𝑢𝑠𝑡𝑒𝑑 𝘩𝑢𝑏𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑡𝑟𝑎í𝑑𝑜 𝑎𝑙 𝑐𝑎𝑏𝑎𝑙𝑙𝑜 𝑒𝑛 𝑠𝑢𝑠 𝘩𝑜𝑚𝑏𝑟𝑜𝑠, 𝑞𝑢𝑒 𝑏𝑎𝑟𝑏𝑎𝑟𝑖𝑑𝑎𝑑 𝘩𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒.
— 𝑁𝑜 𝑑𝑜𝑛 𝑅𝑎𝑚𝑖𝑟𝑜, 𝑛𝑜 𝑐𝑎𝑟𝑔𝑢é 𝑎𝑙 𝑐𝑎𝑏𝑎𝑙𝑙𝑜, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝘩𝑎𝑏í𝑎 𝑚𝑢𝑐𝘩𝑜 𝑠𝑜𝑙; 𝑏𝑢𝑒𝑛𝑜, 𝑎𝑛𝑑𝑒 𝑑𝑒𝑚𝑒 𝑙𝑎 𝑐𝑒𝑟𝑣𝑒𝑧𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑒 𝘩𝑎𝑟á 𝑏𝑖𝑒𝑛. 𝐸𝑙 𝑐𝑎𝑛𝑡𝑖𝑛𝑒𝑟𝑜 𝑡𝑟𝑎𝑗𝑜 𝑑𝑜𝑠 𝑐𝑒𝑟𝑣𝑒𝑧𝑎𝑠 𝑦 𝑠𝑒 𝑠𝑒𝑛𝑡ó 𝑗𝑢𝑛𝑡𝑜 𝑎𝑙 𝑠𝑖𝑟𝑖𝑜 𝑦 𝑏𝑟𝑖𝑛𝑑𝑎𝑟𝑜𝑛.
—𝑃𝑒𝑟𝑜 ¿𝑝𝑜𝑟𝑞𝑢é 𝑛𝑜 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟ó 𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑏𝑎𝑗𝑎𝑟𝑎 𝑒𝑙 𝑠𝑜𝑙, 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑟𝑒𝑔𝑟𝑒𝑠𝑎𝑟?
— 𝑈𝑠𝑡𝑒𝑑 𝑠𝑎𝑏𝑒 𝑑𝑜𝑛 𝑅𝑎𝑚𝑖𝑟𝑜, 𝑠𝑜𝑛 𝑐𝑜𝑠𝑎𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑎𝑚𝑜𝑟. 𝑃𝑜𝑟 𝑐𝑖𝑒𝑟𝑡𝑜, ¿𝑑ó𝑛𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑡á 𝐽𝑜𝑠𝑒𝑓𝑖𝑛𝑎? 𝑁𝑜 𝑚𝑒 𝑑𝑖𝑔𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑣𝑖𝑛𝑜 𝑎 𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎𝑗𝑎𝑟 𝑦 𝑢𝑛 𝑝𝑜𝑐𝑜 𝑎𝑣𝑒𝑟𝑔𝑜𝑛𝑧𝑎𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑖𝑛𝑢ó, 𝑣𝑒𝑟á 𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑎𝑛𝑜𝑐𝘩𝑒 𝑙𝑎 𝑝𝑎𝑠𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑗𝑢𝑛𝑡𝑜𝑠, 𝑒𝑠𝑎 𝑚𝑢𝑗𝑒𝑟 𝑒𝑠 𝑓𝑢𝑒𝑔𝑜 𝑝𝑢𝑟𝑜 𝑎𝑚𝑖𝑔𝑜 𝑚í𝑜, 𝑎 𝑙𝑜 𝑚𝑒𝑗𝑜𝑟 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎 𝑡𝑎𝑛 𝑐𝑎𝑛𝑠𝑎𝑑𝑎, 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑞𝑢𝑒𝑑ó 𝑑𝑜𝑟𝑚𝑖𝑑𝑎.
— 𝑁𝑜 𝑠𝑒ñ𝑜𝑟, 𝑒𝑙𝑙𝑎 𝑣𝑖𝑛𝑜 𝑎 𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎𝑗𝑎𝑟, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝘩𝑜𝑦 𝑙𝑙𝑒𝑔ó 𝑢𝑛 𝑣𝑎𝑝𝑜𝑟 𝑦 𝑒𝑙𝑙𝑎 𝑓𝑢𝑒 𝑎 𝑙𝑙𝑒𝑣𝑎𝑟 𝑎 𝑢𝑛 𝑐𝑜𝑚𝑒𝑛𝑠𝑎𝑙 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎 𝑒𝑥𝑡𝑟𝑎𝑣𝑖𝑎𝑑𝑜, 𝑎𝑙 𝘩𝑜𝑡𝑒𝑙. 𝑆𝑒𝑔𝑢𝑟𝑜 𝑎𝘩𝑜𝑟𝑖𝑡𝑎 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑟á 𝑝𝑜𝑟 𝑎𝘩í. 𝐷𝑖𝑗𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑢𝑛 𝑔𝑒𝑠𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑚𝑎𝑛𝑜 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑟𝑒𝑠𝑡𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑖𝑚𝑝𝑜𝑟𝑡𝑎𝑛𝑐𝑖𝑎 𝑎𝑙 𝘩𝑒𝑐𝘩𝑜.
𝐸𝑙 𝘩𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒, 𝑠𝑒 𝑙𝑒𝑣𝑎𝑛𝑡ó 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑖𝑚𝑝𝑢𝑙𝑠𝑎𝑑𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝑢𝑛 𝑟𝑒𝑠𝑜𝑟𝑡𝑒 𝑦 𝑝𝑟𝑒𝑔𝑢𝑛𝑡ó:
— ¿𝐶ó𝑚𝑜 𝑎𝑠í, 𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎 𝑒𝑙 𝑃𝑜𝑛𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑟𝑣𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝑎𝑞𝑢í, 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑢𝑣𝑜 𝑒𝑙𝑙𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑖𝑟? 𝐴𝑝𝑢𝑟ó 𝑒𝑙 ú𝑙𝑡𝑖𝑚𝑜 𝑡𝑟𝑎𝑔𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑢 𝑐𝑒𝑟𝑣𝑒𝑧𝑎 𝑦 𝑠𝑒 𝑑𝑒𝑠𝑝𝑖𝑑𝑖ó.
𝑆𝑢𝑏𝑖ó 𝑒𝑛 𝑠𝑢 𝑐𝑎𝑏𝑎𝑙𝑙𝑜 𝑦 𝑓𝑢𝑒 𝘩𝑎𝑠𝑡𝑎 𝑒𝑙 𝘩𝑜𝑡𝑒𝑙, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑛𝑜 𝑣𝑖𝑜 𝑎 𝐽𝑜𝑠𝑒𝑓𝑖𝑛𝑎, 𝑝𝑟𝑒𝑔𝑢𝑛𝑡ó 𝑠𝑖 𝘩𝑎𝑏í𝑎 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑑𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝑎𝘩í 𝑦 𝑙𝑒 𝑑𝑖𝑗𝑒𝑟𝑜𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜.
𝑆𝑒 𝑑𝑖𝑟𝑖𝑔𝑖ó 𝑎 𝑙𝑎 𝑐𝑎𝑠𝑎 𝑑𝑒 𝑒𝑙𝑙𝑎 𝑦 𝑐𝑎𝑠𝑖 𝑙𝑙𝑒𝑔𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑙𝑎 𝑣𝑖𝑜, 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎 𝑎𝑏𝑟𝑎𝑧𝑎𝑑𝑎 𝑎𝑙 𝘩𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒, 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑒 𝑑𝑒𝑣𝑜𝑙𝑣í𝑎 𝑠𝑢𝑠 𝑏𝑒𝑠𝑜𝑠 𝑦 𝑙𝑎 𝑎𝑝𝑟𝑒𝑡𝑎𝑏𝑎 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎 𝑠í, 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑛𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑠𝑖𝑒𝑟𝑎𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑙 𝑡𝑖𝑒𝑚𝑝𝑜 𝑝𝑎𝑠𝑎𝑟𝑎. 𝐸𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑡𝑎𝑛 𝑑𝑖𝑠𝑡𝑟𝑎í𝑑𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑛𝑜𝑡𝑎𝑟𝑜𝑛 𝑠𝑢 𝑝𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎.
𝐴- 𝐻𝑢𝑎𝑛-𝐷ü𝑙, 𝑒𝑠𝑝𝑜𝑙𝑒ó 𝑠𝑢 𝑐𝑎𝑏𝑎𝑙𝑙𝑜 𝑦 𝑑𝑒𝑠𝑎𝑝𝑎𝑟𝑒𝑐𝑖ó 𝑝𝑜𝑟 𝑑𝑜𝑛𝑑𝑒 𝘩𝑎𝑏í𝑎 𝑙𝑙𝑒𝑔𝑎𝑑𝑜. 𝑆𝑒 𝑓𝑢𝑒 𝘩𝑎𝑠𝑡𝑎 𝑒𝑙 𝑐𝑎𝑠𝑡𝑖𝑙𝑙𝑜 𝑑𝑒 𝑆𝑎𝑙𝑔𝑎𝑟 𝑦 𝑙𝑙𝑜𝑟ó 𝑡𝑜𝑑𝑎 𝑙𝑎 𝑡𝑎𝑟𝑑𝑒 𝑦 𝑡𝑜𝑑𝑎 𝑙𝑎 𝑛𝑜𝑐𝘩𝑒, 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑎𝑑𝑜 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑎𝑐𝑎𝑛𝑡𝑖𝑙𝑎𝑑𝑜 𝑣𝑖𝑜 𝑒𝑙 𝑜𝑐𝑎𝑠𝑜 𝑚á𝑠 𝑙𝑖𝑛𝑑𝑜 𝑦 𝑡𝑟𝑖𝑠𝑡𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝘩𝑎𝑏í𝑎 𝑣𝑖𝑠𝑡𝑜 𝑒𝑛 𝑡𝑜𝑑𝑎 𝑠𝑢 𝑣𝑖𝑑𝑎, 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑟𝑒𝑔𝑟𝑒𝑠ó 𝑎 𝑠𝑢 𝑣𝑖𝑣𝑖𝑒𝑛𝑑𝑎 𝑦𝑎 𝑒𝑟𝑎 𝑚á𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑚𝑒𝑑𝑖𝑎 𝑛𝑜𝑐𝘩𝑒, 𝑠𝑒 𝑡𝑖𝑟ó 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑐𝑎𝑚𝑎 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑎 𝑟𝑜𝑝𝑎 𝑝𝑢𝑒𝑠𝑡𝑎 𝑦 𝑙𝑜 𝑑𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑡ó 𝑒𝑙 𝑡𝑜𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑝𝑢𝑒𝑟𝑡𝑎.
— 𝐵𝑢𝑒𝑛𝑜𝑠 𝑑í𝑎𝑠, 𝑠𝑒ñ𝑜𝑟 𝐺𝑢𝑎𝑛𝑑ú𝑙, 𝑙𝑒 𝑙𝑙𝑒𝑔ó 𝑒𝑠𝑡𝑎 𝑐𝑎𝑟𝑡𝑎 𝑎 𝑙𝑎 𝑜𝑓𝑖𝑐𝑖𝑛𝑎 𝑑𝑒 𝑐𝑜𝑟𝑟𝑒𝑜𝑠. 𝐸𝑟𝑎 𝑙𝑎 𝑐𝑖𝑡𝑎 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑐𝑒𝑟𝑟𝑎𝑟 𝑒𝑙 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑐𝑎𝑠𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝘩𝑎𝑏í𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑟𝑎𝑑𝑜 𝑒𝑛 𝐵𝑎𝑟𝑟𝑎𝑛𝑞𝑢𝑖𝑙𝑙𝑎. 𝐿𝑎 𝑐𝑎𝑠𝑎 𝑑𝑜𝑛𝑑𝑒 𝘩𝑎𝑏𝑟í𝑎 𝑞𝑢𝑒𝑟𝑖𝑑𝑜 𝑙𝑙𝑒𝑣𝑎𝑟𝑠𝑒 𝑎 𝑣𝑖𝑣𝑖𝑟 𝑎 𝐽𝑜𝑠𝑒𝑓𝑖𝑛𝑎.
𝐹𝑢𝑒 𝑎𝑙 𝑏𝑎𝑟 𝑎 𝑚𝑒𝑑𝑖𝑎 𝑚𝑎ñ𝑎𝑛𝑎, 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝐽𝑜𝑠𝑒𝑓𝑖𝑛𝑎 𝑙𝑜 𝑣𝑖𝑜 𝑙𝑙𝑒𝑔𝑎𝑟, 𝑠𝑎𝑙𝑖ó 𝑎 𝑠𝑢 𝑒𝑛𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑟𝑜 𝑦 𝑟𝑖𝑠𝑢𝑒ñ𝑎 𝑙𝑒 𝑑𝑖𝑗𝑜: — 𝑉𝑜𝑙𝑣𝑖𝑠𝑡𝑒 𝑡𝑒𝑚𝑝𝑟𝑎𝑛𝑜 𝑚𝑖 𝑣𝑖𝑑𝑎, ¿𝑚𝑒 𝑡𝑟𝑎𝑗𝑖𝑠𝑡𝑒 𝑢𝑛 𝑟𝑒𝑔𝑎𝑙𝑜?
É𝑙 𝑙𝑒 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑜𝑛𝑑𝑖ó: — 𝑃𝑒𝑟𝑑ó𝑛𝑎𝑚𝑒 𝐽𝑜𝑠𝑒𝑓𝑖𝑛𝑎, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑛𝑜 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑜 𝑑𝑎𝑟𝑡𝑒 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑜 𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑡ú 𝑡𝑒 𝑐𝑟𝑒𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑜𝑦 𝑢𝑛 𝑡𝑜𝑛𝑡𝑜, 𝑎𝑦𝑒𝑟 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑚á𝑠 𝑡𝑒 𝑣𝑖 𝑎𝑏𝑟𝑎𝑧á𝑛𝑑𝑜𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑛 𝑜𝑡𝑟𝑜 𝑦 𝘩𝑜𝑦 𝑣𝑖𝑒𝑛𝑒𝑠 𝑎 𝑑𝑒𝑐𝑖𝑟𝑚𝑒 𝑎 𝑚í 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑒 𝑑é 𝑢𝑛 𝑟𝑒𝑔𝑎𝑙𝑜, 𝑦𝑜 𝑛𝑜 𝑠𝑜𝑦 𝑡𝑜𝑛𝑡𝑜, 𝑠𝑜𝑦 𝑝𝑒𝑟𝑟𝑜 𝑣𝑖𝑒𝑗𝑜.
𝐴 𝑟𝑎í𝑧 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑎 𝘩𝑖𝑠𝑡𝑜𝑟𝑖𝑎 𝑑𝑒 𝑎𝑚𝑜𝑟 𝑓𝑢𝑔𝑎𝑧, 𝑝𝑜𝑟 𝑑é𝑐𝑎𝑑𝑎𝑠 𝑒𝑙 𝑐𝑜𝑙𝑜𝑚𝑏𝑖𝑎𝑛𝑜 𝘩𝑎 𝑏𝑎𝑖𝑙𝑎𝑑𝑜 𝑎𝑙 𝑟𝑖𝑡𝑚𝑜 𝑑𝑒 𝐸𝑙 𝑇𝑢𝑟𝑐𝑜 𝑃𝑒𝑟𝑟𝑜.
©María Vives

domingo, 9 de mayo de 2021

                           Acryl 40X60 M.Vives 05.2021


                           Mamá

¿Será que este habitáculo, crecerá para albergarme?
Patearé y empujaré esa pared, a lo mejor encuentro una salida por ahí… iré a investigar…


¡Uf, que frío siento, creo que comenzaré a gritar! ¡No, no me golpees! ¡Whaaaa, whaaaaaa! Hipando y con pensamiento agotado:— ¡Oh, ¿pero qué es ese calorcito tan agradable? Que bien se siente y huele mmm… que delicia este néctar, me acomodaré… ¿Eh... Eh, pero que hace? Ma... Ma. Mirala, me entendió, estoy aprendiendo a comunicarme, creo que debo repetir… para que me dé de comer… MAMÁ


Así nació este vocablo tan bello y que tanto representa.
Feliz día a todas las madres del mundo, igual que por los motivos que sea se festeje en días diferentes, para mí todos los días son día de la madre, porque sin importar a cuantas personas conozcas, igual el tiempo que pasen contigo siempre habrá un único amor incondicional, el amor de tu madre.
Ella es feliz con tu felicidad, daría el mundo entero para que tu felicidad sea eterna. Ella fue la primera mujer en tu vida y nunca habrá palabras suficientes, para agradecerle y demostrarle tu amor.


Feliz día Mamá


©María Vives.

                         Der Schrei der Mutterland Acryl sobre lienzo 60 X 40


          El llanto de la madre patria


Retumban las botas de los asesinos, solo se ven las luces que despiden las ráfagas de las metrallas...
Colombia, llora, Colombia sufre, lucha y no logra redimirse. Se la están comiendo a pedazos y Ella sigue llorando y pide auxilio desesperadamente.
Y grita tan alto como puede: — ­¡Están asesinando a mis hijos, al fruto que salió de mis entrañas!
Hay caos, todos corren y no saben donde ir, mis hijos ruegan por salud, alimento, educación, igualdad, empleo. Ellos no quieren limosnas, solo piden justicia.

Llevo doscientos diez años siendo ultrajada, violada, despojada de las riquezas que brotan de mis entrañas, pero hoy me están arrebatando lo más importante, mis hijos"
Retumban las botas de los asesinos, se ven las luces que despiden las ráfagas de las metrallas, gases lacrimógenos, muchos pierden uno o los dos ojos, los más pequeños, las mujeres, los ancianos pierden la vida, son golpeados, pisoteados y asesinados, todo por querer tener un país justo, donde los indígenas, los ancianos, los niños, no mueran de hambre, por pedir que no carguen con impuestos la salud, la canasta familiar. Los están asesinando porque de otra manera no los pueden manipular, ya no.
¡Quiero Paz, quiero que mis hijos vivan una vida decente sin ser ultrajados ni engañados!
¡S.O.S. por mis hijos S.O.S. por Colombia!

                                           
Acryl sobre lienzo 40X30 S.O.S por Colombia
©María Vives Araujo
Aachen, 05.05.2021

lunes, 3 de mayo de 2021

 Hola mis amigos, hoy les dejo un experimento doble, pues lo podrán al derecho y al revés, espero sea del agrado ustedes.

                                                         Acryl sobre lienzo 30X20 María Vives 2021

 

Tal como en mi tierra Subuso el mundo al revés ve
Así lo veo yo hoy
He despertado con este pensamiento en mi cabeza
Quiero ver cuanto logro
juntando palabras que salen de mi pluma
sin son ni ton
No no no
no estoy loca
solo son mis sentimientos
los sentimientos mucho
pueden lograr
Sin nombrar lo anhelado
todos aquellos
que ansiosos esperan
hasta que por fin lo suelte
conseguiré de ustedes una risada
De esta manera os digo
mi objeto
vosotros lo habréis echado en falta
aunque el sentido de mi rima
ya todos habéis comprendido
y es que hoy
al igual que Samuel Beckett
mi reto sin el objeto hasta el final he escrito
tal como Subuso lo ve
el mundo se ve
finalmente  al revés lo titulé

 Mis amados Signos de puntuación

©María Vives Mzo.2019


  REMINISCENCIAS Recuesto mi cabeza en tu regazo, acaricias mi cabello como cuando era una niña pequeña. Cierro mis ojos y mi memoria retroc...