domingo, 25 de abril de 2021

 

Después de la bicicleta, el carro colombiano.

Acuarela  M. Vives. 24.04.2021 - papel 130gms 



1970— El primer gran regalo que recibió en su vida, después de la muñeca caminadora, fue su bicicleta Italiana, marca Fiorelli. La bicicleta tenía muchos cambios, luces, frenos delanteros y traseros, parrilla y además una canastilla para cargar; las compras o la pelota y a veces la mochila del colegio. Los domingos iba con su padre y hermanos a pasear por el barrio, ahí aprendió a manejar la cicla parada en los pedales, a soltar los manubrios, entonces maravillada le gritaba a su padre: — Mira papi, sin manos, ya puedo manejar la bici sin manos, sin manos, miráme papi… hasta que... ¡Cataplum! Perdía el equilibrio y aterrizaba de cabeza en la mitad de la calle, todos corrían en su auxilio. Así terminaba la faena del domingo de pipiripingo, un raspón en cada codo y de las rodillas ni hablar, el jean con un hueco del tamaño de una mano. Fueron días felices, fueron los días de su infancia y algo más...



1982—Aquel día la llamó su mejor amiga y compañera de estudios, ya había terminado el ciclo lectivo, pero andaban en la recolección de datos para presentar su tesis de grado.

¿Qué te parece si nos encontramos esta noche en el café de los estudiantes? A pesar de todo lo que representaba preparar su trabajo de grado, ellas todavía tenían tiempo para organizar una que otra fiesta y claro también se inventaron la idea de un club de profesionales egresados de la alma mater. La idea nació esa noche de bohemia, entre un grupo de jóvenes de ambos sexos, que se reunían periódicamente en una cafetería cercana a la universidad. Evi y Ryama, fueron nombradas respectivamente, presidenta y vicepresidenta del club que acababa de conformarse. Pasaron muchas cosas, después de aquella reunión. Actualmente estaban organizando una fiesta de gala, para el lanzamiento del club, ante egresados, directivos de la institución y personajes prominentes de la ciudad. Sin dejar de lado lo concerniente a sus estudios, se metieron de cabeza en la organización del evento para dejar una huella profunda en los anales de la institución, pero algunas veces el nivel de estrés crece sin que nos demos cuenta.

El timbre insistente del teléfono la despertó, todavía más dormida que despierta, se dio la vuelta para mirar el despertador que tenía en su mesita de noche. De un salto se levantó y corrió a contestar, no se dio cuenta y tropezó el dedo meñique del pie derecho con una silla que estaba a medio camino: ¡Uyyy, juepucha! ¿Quién carajos deja semejante desastre en el comedor?— Mientras, el teléfono seguía repiqueteando — Ya voy, ya voy, gritaba pensando a la vez „ Seguro es Evi, nadie más se pega a un teléfono de esa manera tan hostigante“Cuando al fin alcanzó el auricular respondió: — ¿Diga, Cárcel Municipal de Mujeres?

Al otro lado de la línea, se escuchaba música a todo volumen. „Ébano y Marfil“de Stevie Wonder & Paul McCartney, y de repente: — Ry, deja de joder, ponte seria, estoy por el piso... ¿Tú crees que Pancho me quiere? Era la voz de su amiga que sonaba terrible, parecía que había llorado por una semana entera.

— ¿A que viene esa pregunta?, son las nueve de la mañana, no he dormido un huevo, por estar preparando mi trabajo de grado, que dicho sea de paso será el tuyo también, ¿y tú vienes y me despiertas para preguntarme semejante pendejada? No seas tan… ¡Ayyy, no sé! ¿Qué te pasó ahora con el baboso ese? Yo te he dicho ya en varias ocasiones que ese tipo no te sirve, pero noooo tú sigues empeñada en meter la cabeza por el ojo de una aguja.

Ay Ry, no sé qué pasa, no me llama, lleva dos días sin venir, cuando lo llamo contesta la mamá y dice que no está, pero yo sé que está oyendo y seguro le hace señas a la vieja alcahueta esa. Ayúdame amiga, porfi.

— ¡No! No te voy a ayudar, ese tipo no te quiere, mira, hoy tenemos cita en la Oficina de Deportes del Departamento, acuérdate que el director nos ofreció una ayuda para el evento de lanzamiento del club. Así que más bien te espero y nos vamos a hacer todas las vueltas, para ya salir de eso y poder terminar lo de la tesis. Te espero en una hora.

¿Y como nos vamos a movilizar? Preguntó Evi  continuando 

— Porque tú nunca tienes mona y yo, estoy más pelada que la nalga de un bebé.

Mira, no te preocupes, nos vamos en las ciclas, mía y la de mi hermano. Dijo Ryama con una sonrisa burlona dibujada en su cara.

¡ Nooo! ¡Ni que fuéramos locas! Deja de inventar, yo no me subo en esas carcachas, que son más viejas que Matusalén. Ryama se carcajeaba al otro lado de la línea.

No te preocupes— dijo al fin. — Yo tengo un carro.

Ja, Ja, Ja, — rio Evi completando— ¿El carro de bomberos de juguete, del hijo de tu prima? 

— Tú cumple con llegar puntual y trae suficiente billete, para poner combustible y que quede para merendar algo. Respondió  colgando el teléfono.

Se duchó rápidamente se alistó y salió. Llegó a la casa del vecino de la esquina y timbró. Desde el jardín interior se oía el ruido que hace la manguera cuando estás regando las plantas y el ladrido de un perro.

Yaaaa, momento por favor. Sonaron unos pasos apurados y un señor joven abrió la puerta.

Hola Ry, ¿qué haces por aquí tan temprano?

Buenas, señor Jaime, es que mi primo me dijo, que le llevara el carro al taller de Jairo, no sé, parece que le tienen que cambiar las bujías.

Oye, pero tu primo no me dijo nada de eso, que raro.

No señor, se le olvidó, por eso me llamó hoy tan temprano, él vuelve apenas el fin de semana y por eso quiere que yo le adelante esa diligencia, ya que la otra semana va a estar en la ciudad y necesitará el carricoche en buen estado.

Bueno, ya te abro el garaje, aquí tienes las llaves.— Le dijo extendiéndole un llavero con una sola llave. Y girando sobre sus talones se dirigió a abrir el portón. Ryama hizo un gesto de triunfo cuando el hombre ya no estaba a la vista. Se fue al garaje por el lado de la terraza, entró, abrió la puerta del coche con propiedad, se sentó, metió la llave, encendió y…

—¡Mierda! Exclamó con  tono preocupado, el dueño de la casa se acercó y le preguntó:

¿Qué pasa, algún daño?

No, no señor, es que no tiene gasolina, respondió con cara de circunstancias. El hombre le dijo,

No te preocupes, yo tengo siempre una reserva para mi podadora, ¿tú sabes como funciona? 

— ¿Cómo funciona qué? Preguntó Ryama a modo de respuesta.

Espera, no importa yo te ayudo, al fin que ya me tocará perseguir de nuevo a Friky, para empezar a bañarlo de nuevo. — Este perro me va a enloquecer y mi mujer me exige que lo bañe a menudo, comentó girando los ojos, mientras traía el galón con combustible y una manguera. 

— Anda señor Jaime, le agradezco mucho. 

— No hay problema, hoy por ti, mañana por mí, mira como se hace por si te toca un día. Metiendo la manguera en el botijo, aspiró y le puso un dedo y rápidamente en la boca del tanque dejó salir el líquido rojizo.

Después de dar de nuevo las gracias, se despidió y se fue. 

Aquí cabe destacar que Ryama, no tenía licencia de conducción, solamente había manejado una vez la camioneta automática de su tío. Salió en primera y condujo así casi cuatrocientos metros, frenó y el coche se apagó. Fue conduciendo despacio, en modo prende y apaga hasta donde se iba a encontrar con su amiga. Al llegar al punto de encuentro, no vio a Evi, así que aprovechó que el auto se había vuelto a apagar y fue a asomarse al kiosco donde siempre se encontraban. Ahí estaba ella, pegada al teléfono público. Todos tenemos nuestros pros y contras, Evi amaba un teléfono por encima de cualquier cosa en la vida, podía sostener conversaciones telefónicas, por horas. Igual donde llegaran ella pedía el teléfono prestado y ese era uno de los motivos por los que aquellas dos amigas podrían discutir hasta el enojo. Pero eran enojos pasajeros, se acababa en el momento en que Evi, soltaba el maldito aparato. le haló la manga de la blusa y le hizo una señal de corte con los dedos. Salieron y Ryama orgullosa, le dijo, señalando el carro:

Bueno, vamos colega, tenemos poco tiempo y mucho por hacer. Te voy a agradecer que no pidas ningún teléfono prestado, porque a las cinco, debemos estar de vuelta. Yo conduzco con lentitud y le temo al tráfico, si nos cogen las seis de la tarde en la calle, tendríamos que esperar a que sean más de las diez de la noche. Y como comprenderás, no puedo hacer eso, porque mi madre se dará cuenta de que he tomado *prestado el carricoche de mi primo y nos meteremos en problemas. Seguramente yo moriré a manos de mi madre y tú no tendrás fiesta de graduación porque no he terminado de pasar nuestra tesis. 

A esas horas el tráfico estaba tranquilo, así que no tuvieron mayor inconveniente en hacer sus vueltas, al filo de las cuatro de la tarde, llegaron al último sitio, esperaban en la recepción y Evi, estrujaba sus manos, se sonaba los dedos a lo que Ryama un poco fastidiada le preguntó:

¿Qué te pasa mijita, ya tienes la telefonitis? Ve lo que te dije, este señor nos va a atender en cualquier momento, así que aguanta hasta que llegues a tu casa. Pero algunas veces el vicio puede más que la razón y en un momento de descuido Evi se acercó a la recepcionista y le pidió el teléfono prestado.

¡Evi! Dijo Ryama, en tono castrense al verla, pero Evi ya estaba puesta, ni oía, ni veía ni entendía. En ese momento salió el Gerente de la empresa y las invitó a pasar, Evi muy tranquila, le dijo:

Entra tú, que yo te espero, cuando salgas ya he terminado, esta llamada es urgente, es otro *Sponsor. Ryama estaba morada del enojo, porque sabía que otra vez llamaba al tontorrón de su novio. La entrevista no fue lo que Ryama esperaba, pues el gerente de la institución, se sobrepasó con ella, en ese momento  no pensó ni en dinero, ni en que era un patrocinador fuerte, Ryama le soltó un bofetón y salió dando un portazo que hizo temblar las paredes. Alcanzó a gritarle a su amiga:

Si te da la puta gana, te vienes conmigo, si no, bien puedes quedarte y se fue sin agregar más nada. Evi la alcanzó, solamente porque el coche no encendía, llegó hasta ella y con gesto de asombro le preguntó:

¿Pero, que fue eso? ¿Qué pasó, para que salieras como una medusa australiana? Ryama, respiraba con fuerza, su cara estaba crispada, se mordía los labios con tanta fuerza, que su amiga estaba muy asustada, le dijo:

Por favor Ry, tranquilízate, te vas a sacar sangre, lo siento de veras, yo tenía que llamar a Pancho… 

—Mira Evi… ¡Cállate! Ya me tienes harta con tu Pancho. Pancho para aquí, Pancho para allá. Entérate de una vez ese tipo tiene las huevas planas, no te sirve. ¿Cuándo lo entenderás? Por dejarme sola, ya perdimos a este patrocinador, que de hecho es un hijo de la gran puta, no más entrar, se me tiró encima, me agarró una teta y cuando le di una trompada, se me arrodilló a pedir disculpas. Así que ya lo sabes no me importa si todo el proyecto del club se va a la mierda. No puede ser, que yo tengo que estar pasando por esto, mientras tú solo piensas en ese bueno para nada. Te dije que no estuvieras pidiendo el teléfono prestado, que enfermedad tienes. ¡No me jodas! Evi, no salía de su estupor, no podía imaginar a su amiga como a un boxeador, noqueando a ese gigantón.

Ry, perdóname la vida por favor, te prometo que nunca más te dejo sola, ya sé que era un acuerdo tácito, pero no pensé que ese tipo fuera un depredador. Hubo un largo silencio, el momento era tan denso, que se podía cortar con un cuchillo. Ya estaban entrando a las vías de mayor congestión, así que Ryama debía concentrarse, con una sonrisa pícara, le dijo a su amiga:

Bueno, ya pasó, ahora viene el mayor reto, vamos a entrar a la avenida Kennedy… Lo hubieras visto se cayó de culo, si yo no hubiese estado tan cabreada, seguro que me parto de risa y si tú estás ahí te mueres del susto, ambas soltaron una carcajada. La avenida en cuestión tiene semáforos en cada esquina y como ya habíamos dicho, la congestión de la hora pico, le ponía los pelos de punta a Ryama, pero por el momento todo iba bien, hasta que llegaron al primer cruce grande, donde se le apagó el coche, intentó encenderlo una y otra vez, cuando empezaron los bocinazos, las palabrotas, en una de esas por fin arrancó derrapando. Unos veinte metros antes de llegar al más peligroso de los cruces, Ryama distinguió a cuatro policías de tránsito y se puso muy nerviosa:

Evi, está la policía en la próxima esquina, que nervios.

Tranquila, no pasa nada, vas a atravesar y ya salimos de este trance, cálmate— La animaba su amiga, pero tenía que pasar. De nuevo el motor sucumbió y por más que intentaba, no pudo mover el carrito. Los policías a ver el trastorno, se iban acercando al coche. Ryama hizo de tripas corazón y le dijo a su compañera:

Tu callada, sígueme la corriente por si te preguntan algo. — No siguió hablando porque los policías ya estaban a pocos pasos.  Empezó a gimotear hasta que lloraba a moco tendido, mientras su compañera la miraba con ojos como platos. Uno de los gendarmes, se asomó con ánimo de preguntarle algo, pero ella no le dio tiempo: — ¡Ayyy Dios mío! ¿Cómo le voy a explicar a papá que le he reventado el motor a su carro? Encima ahora que perdí el semestre. Ya me puedo dar por muerta, estoy acabada, mira como tiemblo, por eso es que se me apaga esta cosa a cada metro. Y ahora usted, no me vaya a multar por favor se lo suplico, dijo con voz de niña a punto de ser castigada. El más viejo de los cuatro agentes, intentaba calmarla:

Tranquila señorita, el carro no está dañado, tampoco la vamos a multar, todo es producto de sus nervios,cálmese. Ponga la barra de cambios en neutro, nosotros la ayudaremos a pasar el cruce, el semáforo se ha estropeado y por eso estamos de servicio hoy aquí. Uno de los policías, se fue hasta el centro del cruce para detener el tráfico que venía de sur a norte, mientras los otros tres empujaban el destartalado Renault con las dos mujeres dentro, hasta la esquina de enfrente, donde había una zona de parqueo.

El agente de tránsito le dijo: — Espere un par de minutos antes de seguir conduciendo, es mejor que se tranquilice, relájese, dio un par de golpes suaves en el techo del carro y se marchó. Evi se removió en el asiento, se ladeó un poco siguiendo con la vista la trayectoria del policía.

No me imaginaba que podían ser tan amables, no sé como se te ocurrió semejante drama, yo estaba que me moría, pensé que me daría un infarto. Nunca más inventes que vas a tener carro para llevarme a ningún lado. No me vuelvo a subir contigo manejando jamás, ve que te lo advierto Ry. Eres un desastre. Ryama no se enteraba de lo que su amiga hablaba, estaba sumida en sus pensamientos. Dos segundos después, puso en movimiento el coche, estaba más tranquila, pero no pronunciaba palabra. Al llegar a la siguiente esquina tenía que doblar a la izquierda, „será lo mejor, pensó, pues es una calle en un solo sentidointentó cambiar de marcha, cuando repentinamente se quedó con la barra de cambios en la mano.

¡Nos vamos a mataaaarrr! Gritó asustando a la desprevenida Evi, quien al instante comenzó a dar gritos, estaba alucinada.

¡Dios mío, por favor perdona mis pecados!... Sálvanos señor y te prometo que me olvido de Pancho, mira papá Dios que me quiero graduar, ya mi mamá me compró el vestido, pobrecita hasta lo está pagando a plazos… Diossss… Mientras Ryama con la barra de cambios en una mano y la otra en el volante, no sabía ni como ni que hacer.

¡Ay niña cállate, cállate que me desesperas! Agarra esto, le dijo tendiéndole la barra de cambios.

Y yo, que carajos voy a hacer con esto, déjame bajar, yo quiero vivirrrr… ¡Mamááááá! Mientras el auto ganaba velocidad pues iban cuesta abajo

¡Para, para, que pares te digo! Me quiero bajar de este chéchere.

¡¿Crees que no quiero parar?! Pues no sé, ¿me oyes? No sé como parar esta vaina, decía Ryama hiperventilando y tratando de calmarse, pero ¿cómo podría recobrar la calma?, si Evi estaba histérica y eso no la dejaba pensar. Cerró los ojos por un segundo y trató de olvidarse de su acompañante, pisó el freno sin fuerza, recordaba que antes de la rotonda al final de la calle, estaba un taller de Automecánica, de los hermanos Peralta, que vivían cerca de su casa, así que siguió empujando el freno mientras agarraba el timón con fuerza, tanto que los nudillos los tenía blancos, al llegar a la bocacalle, donde se encontraba el taller maniobró hacía la izquierda, ya el auto había perdido fuerza, por inercia alcanzaron la puerta del taller. Las jóvenes bajaron, tambaleándose como borrachas, Ryama entró al taller, los hermanos Peralta estaban reunidos en el patio, pues ya habían dado por terminado el día de trabajo. Asombrados la saludaron los cuatro en coro: — Hola Ry, ¿qué haces por aquí? Ella contestó agotada:

Hola muchachos, creo que tengo un problema serio y debo resolverlo hoy mismo, si no seré mujer muerta. Les contó lo sucedido y salieron todos a revisar el carro. Mientras ellos hablaban entre sí, uno entró y salió enseguida con un clavo de acero de unas ocho pulgadas y un alicate, otro tomo ambas cosas y pidió la barra de cambio, entró al coche, metió la barra en su puesto y abriendo el capó, juntó las piezas y las atravesó con el clavo y con el alicate las anudo. 

 — Bueno Ry, ya está, esto es provisorio, habrá que cambiarlo, pero por lo pronto puedes conducir así. Agradecida los abrazó a todos y se despidió

En medio de todo, se había olvidado de Evi, cuando salió, la encontró recostada a un muro, había estado vomitando y hasta se había meado encima, verla así le dio pena, se acercó y la abrazó diciéndole: 

— Hemos pasado una más juntas,colega. En estas condiciones no podrás regresar a tu casa con el bus, le pediré a uno de ellos que conduzca este cacharro. Te llevaremos a tu casa, para terminar felices esta historia de terror. 

Ese no fue el último periplo de este par.

©María Vives.


lunes, 12 de abril de 2021


 


Bruja

        Bruja, bruja, le gritaban los muchachos, tú lo que estás es loca; mientras las niñas la miraban y se reían burlonamente, disfrutaban verla así indefensa. Ella quería desaparecer, que la tierra se la tragara, literalmente hablando, ya no soportaba ni las burlas ni los cuchicheos de los demás.

        No quería volver al colegio, pero no podía dejar de asistir, pues su padre era maestro ahí y si ella faltaba él lo sabría de inmediato y entonces se le iba a armar la de Dios y Santa María. Ella evitaba estar cerca de las oficinas del colegio para que su padre no se fuera a enterar ni por equivocación de la persecución de que era objeto  y que siguiría hasta el día de su graduación y más allá...

        Todo comenzó un día de milnovecientos setenta y tres cuando su amiga Neyla, una chica de quince años que estudiaba en otra clase, le pidió un favor bastante extraño, pero que a la vez era como un reto para ella.
Oye Magdalena, me tienes que  ayudar. 
Bueno Neyla, te adelanto que si es algo de matemáticas, no cuentes conmigo. Yo misma soy muy mala para eso, pero dime, a ver que puedo hacer.

Mira, vamos a sentarnos allá en la parte de atrás, para que nadie nos moleste. La verdad es que es algo serio. Magdalena la miró intrigada y la siguió. Ya al final del patio de recreo, se sentaron en la grama, bajo un viejo árbol de acacia, Neyla sacó una par de refrescos de su mochila y le brindó uno a su amiga.

Bueno tú me dirás, si no es una cuestión matemática, ¿qué cosa tan seria, puede estar pasando contigo, para que creas que yo pueda ayudarte a resolverlo? Si estás embarazada, no me quiero ni enterar, olvídalo. ¿Dinero? Aparte de ser una pobre mortal, soy más pobre que el carajo, por ahí tampoco podrás entrar. Así que suelta la sopa pero ya, que se acaba el recreo y debemos subir a clases.

Podrías adivinar — contestó Neyla, con una sonrisa.
Si no te apuras, no podré ayudarte, así que pilas, ya me estás sacando de tino.

Espérate, déjame explicarte. Mira tú sabes que mis padres se separaron el año pasado y mi madre se fue a Venezuela a trabajar, así que me dejó con mi abuela. El problema es mi tío.
— ¿Tu tío? ¿Qué pasa con él?

Bueno, mi tío es un bueno para nada, y es un parásito, le vive sacando dinero a mi abuela y es para drogas, ella por supuesto no tiene ni puta idea, pero como lo adora por ser el menor de los hijos y ella cree que él no se ha casado solo por quedarse con ella y acompañarla en su vejez. Pero él es malo, te digo muy, muy malo.

— ¿Ajá, yo que puedo hacer? ¿No querrás involucrarme en un asesinato? Porque eso pareciera que es lo que quieres hacer con el pobre tipo. — Dijo Magdalena, haciéndose la señal de la cruz y en tono socarrón agregó — Dios me proteja de amigos como tú, de los enemigos me cuido yo solita.

No niña, tampoco soy una criminal, solamente quiero que vengas conmigo a mi casa, hoy no, pero en esta semana, pide permiso a tus padres y diles que yo te invito a comer a mi casa, tú sabes que tu papá me conoce y sabe que somos amigas, así que no te pondrán peros.

Bueno, si es con comida voy, pero no me metas en líos, que ya te conozco bien. Acuérdate de lo de Pedro y mira como terminó, no estoy dispuesta a que me castiguen por tu culpa y mucho menos que me metan en una correccional, por una de tus maravillosas ideas.

Cuando te dije que es serio, es verdad. Imagínate que mi abuela hizo una cita con sus abogados para la otra semana yo la escuché cuando hablaba con una amiga por teléfono y le dijo que le quiere dejar su herencia al vago de mi tío José y si eso pasa, y él se llega a enterar seguro que es capaz de matarla y entonces, ¿ dónde voy a ir yo? Porque si la asesina, que sé que lo haría, ni creas que él me va a dejar seguir viviendo en esa casa, además por lo que veo mi abuela no le dejará nada a mi mamá que también es su hija, ¿y yo, que va a ser de mí? Yo soy su única nieta, y mi madre me ha dejado a su cuidado, creo que es una maldad de mi abuela que le deje algo a ese malnacido, él no merece un peso de la fortuna de ella. Y… Magdalena no la dejó continuar y la interrumpió:

Pero si tu tío José es tan malo, ¿por qué no se lo haces ver a tu abuela?

Esa es la clave, sí, por eso es que hace varios días se me iluminó el bombillo y vi tu imagen.

— ¿Mi imagen? Mija, ni que yo tuviera cara ni de santa ni de bruja, ese lío que tienes en tu cabeza, te lo quita un psiquiatra o una buena tunda que te dé tu abuela, si tu tío no te da un cachetón antes que te mande al dentista de emergencia.

        En eso sonó el timbre que anunciaba el final de la pausa y Magdalena se levantó arreglando su uniforme, Neyla se agarró del brazo de su amiga para ayudarse a levantar, y quedando cara a cara, le dijo: 
Magda, ayúdame por favor, en el bus nos sentamos en la última banca y te cuento, ya verás que no es nada del otro mundo, será fácil, además tú has demostrado que tienes grandes dotes histriónicas por naturaleza, y eres muy ocurrente.

        Al llegar al rellano de las escaleras se dirigieron a sus respectivos salones, Magdalena, no dejaba de pensar, ¿qué quería su amiga de ella? Se repetía una y otra vez la última frase que su amiga había dicho con tanto énfasis “será fácil, además tú has demostrado que tienes grandes dotes histriónicas por naturaleza, y eres muy ocurrente.“ Ojalá no la fuera a meter en un berenjenal sin vuelta atrás.
        Sonó el timbre de final de clases, Magdalena iba saliendo cabizbaja, en dirección al parqueadero de la ruta escolar, sumida en sus pensamientos. Ya en la puerta del bus, tenía la esperanza de ver a su papá, pero de sobra sabía que todavía quedaban los de la sexta clase y su padre tenía que trabajar aun.
Puso el pie en el estribo del bus, cuando sintió una mano en su espalda y la voz de su amiga que la apremiaba.

Anda, apúrate, que nos quitan el puesto. Así que subió, como prisionero de camino al cadalso. Ya sentadas, Neyla quiso empezar a hablar y Magdalena con la cara más preocupada y triste, que de compinche levantó la mano en señal de ¡Para! Y le dijo: — Neyla, no he puesto atención a las clases por estar pensando en este cipote enredo en el que me quieres inmiscuir. La verdad no quisiera ayudarte, pero eres mi amiga y los buenos amigos se conocen en momentos de dificultad. No sé en donde estoy pisando, dejándome manipular por una enana de quince años, pero te voy a ayudar, eso sí prométeme, primero: que no vamos a matar a nadie y segundo que esto no me va a afectar en el colegio, porque eso sería como ponerle la guillotina en el cuello a mi padre. Y sabes que mi viejo trabaja como loco, para que nosotros podamos estudiar en este colegio de millonarios, sin serlo. Eso último lo dijo con dolor y pena por su padre.

Mira Magda, si tú me ayudas yo no voy a quedar a la deriva, ya sabes que mi abuela es lo único que me queda realmente en la vida, mi mamá después del divorcio, se desentendió de mí y de mi papá, nunca más he vuelto a saber, o sea que si mi abuela le deja su herencia a mi tío yo terminaré en un orfanato o algo peor, tú no te imaginas, cuando ese tipo está drogado, que es casi siempre, me mira con lascivia, él no es un tío normal, me habla de manera obscena y hasta ha tratado de entrar a mi cuarto, pero yo cierro con llave y además pongo una silla debajo del pomo, por si trata de forzar la puerta. La verdad, ya no sé que hacer, porque mi abuela cree que él es un santo y lo que yo le diga, ni lo escucha. En fin si no me quieres ayudar, no hay problema ya veré yo como hago, pero te estaré agradecida por el resto de mi vida si me ayudas.

Dale, ya te dije que sí, en eso he pensado estas últimas horas, así que explícame ¿cómo entro yo en este teatro?
Mira, el día que vengas a mi casa tú te traes esa manta guajira, que te pusiste cuando la exposición, sobre los indios Wayuu, que organizó el rector en la biblioteca. Cuando lleguemos a mi casa, entramos rápido en mi habitación, a esa hora, mi abuela estará en el jardín así que no nos verá llegar y mi tío, normalmente a esa hora, está en su cuarto haciéndose seguro una paja o metiéndose un "join" y oyendo a Nirvana o alguno de esos grupos de Rock duro, pero...

— ¿La manta guajira? ¿Y esa vaina pa'que?— La interrumpió Magdalena.
— ¡Anda niña! ¿Todavía no lo has pillao? Y sin dar ocasión a respuesta alguna, siguió:
Mira, en mi cuarto te pinto la cara, te pones la manta y vamos al jardín. Te presento a mi abuela y le digo que tú eres Wayuu y que te acabas de integrar al colegio, le comento como al descuido que tú sabes leer el cigarrillo y como a mi abuela le gustan esas cosas esotéricas, para picarla, también como no queriendo la cosa y la cosa queriendo; le digo que te traje para que me lo leyeras aquí.  Cuando estemos en el cuento, tú me dices que mi mamá sufrirá un accidente grave y que ves algo raro, como si yo estuviera viviendo en un orfanato, y pareciera que me maltratan.

Ah, pero ¿y si tu abuela no está ahí? Yo no voy a gritar pa'que se despierte el monstruo violador de tu tío.
No te preocupes, ella estará, ya lo verás y por mi tío no te preocupes, eso era lo que trataba de explicarte antes de que me interrumpieras. Mira a él le encanta tomarse mi avena y  se la voy a preparar, le pondré un par de Diazepam de los que toma mi abuela para la depre y dormirá como un bebé. Así que tendremos tiempo y espacio.

        En ese momento entró la profesora de vigilancia de ruta, y  las mandó a callar. Así que la conversación, tendría que seguir en otro momento. Neyla era la primera en bajarse, así que acordaron que al día siguiente fuera el gran día.

        Era viernes, Magdalena le había pedido permiso a sus padres, para ir a comer a la casa de su amiga y quedaron en que el padre la recogería entre cinco y seis de la tarde.
Las niñas se encontraron a la hora de la merienda y se sentaron en su sitio preferido a tomar su refrigerio, mientras ultimaban los detalles de la farsa.

Bueno amiga, ya sabes lo principal, ahora solo faltan las minucias, tú sabes, yo soy buena, linda y adoro a mi abuelita, pero ella parece que no lo sabe.

— ¿Eso no es como exagerar?, no creo que haga falta decir semejante mentira, porque tú no quieres a nadie que no seas tú.
Avísame si me vas a juzgar por luchar por
lo mío y no hacemos nada, con todo lo que te quiero y bien que lo sabes.— respondió la otra, poniendo cara de víctima.

Dale, sigue con tu plan, ya me metí, ya me jodí. Soy de una sola palabra te voy a ayudar, para que no te dejen en la calle y termines de puta o quien sabe que cosa aún peor. ¿ Cómo piensas hacer que tu abuela entre en el juego?— replicó Magdalena con irritación.
No te preocupes ya yo puse las primeras piedras, le dije que vendrás hoy a comer y bueno ya sabes se la pinté tan bien que quedó interesadísima.

        
        Viernes una de la tarde, suena el timbre que indica que a partir de ahí comienza el tan anhelado fin de semana de todos los escolares, Magdalena sentía un peso oscuro, era como si su aura estuviera de un morado intenso unido a un halo color ocre y otro terracota, símbolos de la tristeza, el pesimismo y el egoísmo. Caminaba sumida en sus pensamientos cuando se le acercó corriendo Neyla y le preguntó:
—¿Lista mi amiga? Vamos que te sigo explicando tu libreto. Verás, cuando mi abuela, te pregunte si le puedes leer el cigarrillo a ella tú le dices que no, porque no la conoces y a lo mejor tienes que decirle algo que no le guste y se vaya a enojar, que mejor en otra ocasión. Magdalena intentó decir algo, pero su compañera, no le dio oportunidad y continuó. — Tu tranquila, que ella te va a rogar, entonces le dices todo lo que acordamos.

Oye, yo no tengo cigarrillos, imagino que tú ya tendrás. — Y con sorna continuó— ¡Ah!... Y antes que nada vas y miras si el monstruo violador está „groggy“

        Todo se desarrolló como lo había organizado Neyla, la abuela hasta lloró por el dolor que le causaron las palabras de Magdalena, y abrazó a su nieta y le pidió perdón, a lo que esta haciéndose la tonta, le decía: 
Ay abu, no llores, si yo te quiero mucho estoy muy agradecida, porque me recogiste cuando mis padres me abandonaron has sido tan buena conmigo y yo te amo con todo mi corazón, si tu me faltaras moriría de pena. fue tan convincente que la abuela ya no pudo más y le confesó, lo que ella creía era su secreto.

Hija mía, yo tengo una reunión con mis abogados la próxima semana, para organizar mi testamento, pensaba dejarle una pequeña parte a tu tío y el resto a ti, pero ahora no creo que deba dejarle un solo centavo, por ser tan ruin traicionando mi confianza. Entonces  Magdalena que había permanecido callada, viendo como se desenvolvía todo, en ese momento se dio cuenta que su amiga era  manipuladora y malvada con la pobre anciana y como ella misma había caído de nuevo en sus planes maquiavélicos. Se levantó de la silla y se acercó a la ventana y como si estuviera pensando en voz alta dijo:
Señora, yo no creo que usted deba cambiar sus ideas, por algo que he dicho yo, no soy una profesional, esto lo hago solo por hobby y también me he podido equivocar. La cara de su amiga tuvo un cambió de colores, mientras sus ojos se iban agrandando, se llevó un dedo a sus labios para indicarle que callara, pero ella hizo como que no la vio y continuó. — No sería justo que alguno de los dos quedara a la deriva, sería muy egoísta dejarle todo a uno solo y además podría provocar un problema familiar. Yo sé que soy una adolescente y usted pensará que lo que usted haga será lo mejor. Estoy de acuerdo en que cada uno es responsable de su propio albedrío, por lo mismo me atrevo a sugerirle, que piense bien lo que va a hacer. Además, personalmente, creo que lo mejor sería que creara un fideicomiso para la parte de Neyla, en caso de ella fuera menor de edad cuando usted muera. Esperemos que esto tarde mucho porque yo la veo a usted muy, muy fuerte.

        Eso fue lo último que pudo decir Magdalena, en la cara de Neyla el último color que se reflejaba era el rojo y no precisamente por salud. En eso sonó el timbre de la puerta y Neyla fue a ver quien era, gracias a Dios era el padre de Magdalena, que se sintió salvada por la campana. Se despidió con un cálido abrazo de la señora y cuando se acercó a despedirse de su amiga esta le dio la espalda.

        El lunes, al subirse a la ruta escolar, Magdalena sintió que algo había cambiado y al llegar al colegio comprendió que haber ayudado a su amiga había sido el peor error que había cometido en su corta vida.

— ¡Bruja, bruja ja, ja, ja, ¿quien te crees para meter en la cabeza de una anciana una sarta de mentiras? Además engañar a tu propia amiga, diciéndole que eres vidente, solo para ganarte 500 pesos. 
¡Loca más que loca, eso es lo que eres! 

        Unos muchachos de los más fornidos la empujaron y cayó arrodillada, a los pies de la que creía era su amiga, a quien había ayudado, pero por tratar de ser justa ahora era ultrajada por los idiotas útiles, que se sentían amados porque recibían los favores amorosos de su amiga, como pago a sus trabajitos. Cuando levantó sus ojos, se encontró con la mirada de arpía de Neyla. No necesitaba que le dijera nada, para saber como sería su vida en el colegio los últimos meses antes de su graduación, si no pasaba algo...
Al día siguiente, mientras la ruta escolar recogía a Magdalena, la abuela de Neyla recibía una carta que cambiaría el destino de muchas vidas.



©María Vives Araújo 12.04.2021

Aachen, Alemania.

*Ilustraciones tomadas de la red.



miércoles, 7 de abril de 2021

 

      Hola mis amigos, yo no acostumbro ha escribir tan largo, pero esta vez se me ha ido la mano así que me he permitido fragmentar mi relato. Gracias de antemano por la comprensión. Espero disfruten la lectura.


                          Tere vs. Maléfica



Acryl sobre lienzo, 60 X40  M. Vives.



     Sentado en la sala de espera de una consulta médica, miraba en el acuario que tenían allí, quizá para tranquilizar a los pacientes o para distraer a los niños inquietos que venían con sus padres. El hecho es que me tocaba quedarme allí, durante media hora después de haber recibido una inyección, en prevención de complicaciones. En el acuario había una gran variedad de peces que parecían hablar entre sí, me recordaba la casa de mi amiga Tere.

    Mi amiga, tenía 8 hermanas por este motivo en esa casa había una agitación continua, ninguna de ellas había aprendido ni a coger una escoba o manejar un caldero, ni para hacer un arroz, mucho menos para lavarlo.

    Llegabas a esa casa y era como si entraras a un mercado persa, trapos de colores regados por doquier, maquillaje, medias de nylon, zapatos, bisutería y para más, todo este caos, lo manejaba la madre desde un sillón con pinta de trono de la madrastra malévola de un cuento de los hermanos Grimm.

    Las hermanas de mi amiga, eran todas diferentes unas más atractivas que otras, pero todas más que mi amiga. Bueno, eso decía ella, yo la verdad las veía a todas iguales, ni feas de susto, ni bonitas para derretirse, para mí eran comunes y corrientes, pero Tere tenía algo especial por lo que yo me sentía atraído, pero ella solamente quería ser mi amiga, había sufrido demasiado por amor y no precisamente por que lo hubiera sentido alguna vez.

    Ella era extrovertida, amiga de todo el mundo, capaz de convertirse en el alma de una fiesta. De hecho siempre, desde estudiante y después de profesional era la que se encargaba de organizar las fiestas y guachafitas; bebetas y paseos; y toda clase de eventos pachangueros. En su trabajo no era tan buena, como tampoco lo fue en su paso por la universidad, pero se mantenía en su trabajo por su carisma y su alegría.

    La madre, era de esas mujeres del siglo pasado, creía y aseguraba a pie juntillas, haber nacido con una cuchara de plata en la boca, pregonaba a quién la quisiera escuchar, que era una „Dama de alta alcurnia“. Afirmación que yo jamás pude entender, pues ni dinero ni nobleza, a lo mejor „pedigrí“. Me miro al espejo que esta a un lado de mi estudio y le digo a mi reflejo, con cara de malvado:— ¡Qué malo soy!

    La señora, estaba convencida de que por su afirmación ella también poseía el don de determinar quien era bella y quien no… A mi seguro me tenía entre los especímenes más feos que el creador puso sobre la faz de la tierra. A Tere la trataba como a la cenicienta, la hacía sentir como trapo viejo, que ningún buen uso podría tener, sino caer en la caneca de la basura. 

    A los 17 años la obligó a contraer matrimonio con un malnacido, Fernando, un pobre diablo; que lo único que tenía era una cara de ángel. Cuando este desgraciado llegaba borracho, la golpeaba, la violaba y la obligaba a rendirse ante él, así llegaron al mundo 6 hijos y un aborto, producto de tantas vejaciones, sin embargo Tere, amaba a sus hijos, se decía a sí misma que ellos no eran culpables de los pecados de su padre ni el miedo que se apoderaba de ella ante aquel miserable. 

    El día de la última vejación Tere tenía 5 meses de embarazo, ella trató de negarse, se sentía débil y temía por el bebé, entonces él la agarró del talle y la elevó por encima de su cabeza y la tiró en la cama, pero con tan mala suerte que su cuerpo chocó contra el borde, golpeándose su cadera y se oyó el típico sonido de huesos rotos, ella gritaba para que la ayudara, su dolor era intenso y luego todo fue silencio, el cara de ángel se largó dejándola en esa agonía. 

    Tere yacía desmayada a un lado de la cama en una posición difícil de describir, de su entrepierna manaba abundante sangre. Al escuchar los llamados de auxilio, la mujer que la ayudaba a poner un poco de orden en esos días en su casa, entró corriendo a la habitación y asustada llamó a la emergencia. Esto salvó a Tere, que tuvo que llevar un yeso por casi seis meses, pero su bebé murió. El cara de ángel desapareció, tiempo después Tere se enteró de que vivía con su nuevo amor, otro cara de ángel y dedujo que por eso se emborrachaba para tener sexo con ella, pues el muy maricón venía de una familia que no comulgaba con su tendencia afeminada y lo habían obligado a casarse con ella. 

    A partir de entonces empezó el verdadero calvario de mi amiga. En vista de la tragedia, tuvo que rogarle a su madre que la recibiera de nuevo en su casa, ya la vieja bruja vivía sola, así que en vez de verlo como una oportunidad para resarcirse con su hija, lo vio como el maná después de diez años sin pan en el desierto. Volvía a tener esclavos a su disposición. Además debía evitar las habladurías aunque le pesara la carga. Después de su recuperación, Tere encontró un trabajo en una empresa de servicios del estado, mientras los cuatro niños y las dos chiquillas, quedaban en manos de su madre a quien mejor, en adelante llamaré: „MALÉFICA“.

    Muchos hijos ayudan a sus padres cuando ya son solventes porque les nace, pero en este caso Maléfica, había creado una especie de impuesto obligatorio, con una tasa bastante alta y lo llamó „impuesto de crianza“, es decir ella les cobraba con retroactividad la crianza desde que nacieron y que pagarían hasta el fin de sus días. A Tere le exigía más, por fea, por la estancia y por la crianza de sus vástagos. 

    Tere ya no era la mujer alegre, festiva, organizadora de cada cumbancha, estaba aburrida, ya no soportaba la falta de amor de su madre, su codicia y su falta de apoyo verdadero. Estaba cansada de la vida que le habían obligado a vivir. Se había levantado pronto, no pudo pegar ojo en toda la noche. Se fue en volandas, sin terminar de arreglarse y con el pendiente de ir a pagar una de las tantas deudas que tenía, porque además de darle a Maléfica más de la mitad de su salario, le debía a medio mundo, por ropa, zapatos, además de servicio odontológico, para los hijos, que dicho sea de paso estaban siendo tan malcriados por la abuela, que ya se consideraban reyezuelos y princesas. Cabe agregar que Tere también se endeudaba para estar a la altura de sus colegas, por ese complejo que la acompañaba desde que nació —Soy fea.

    Por lo tanto no podía soportar parecer más fea, porque no vistiera a la moda. Faltaba una semana para el cumpleaños de Maléfica y Tere sabía que igual lo que le regalara, valdría cero en el haber de su madre. Amaba a su madre a pesar de todo, pero algunas veces deseaba que desapareciera de su vida y de la de sus hijos. Fue entonces cuando pensó por vez primera en el suicidio. 

    Aquel día se arregló tan bien que, hasta su madre había quedado regando la baba cuando la vio descender por la escalera. Con una ceja enarcada y voz de detective Poirot, le preguntó — ¿A dónde vas que te has puesto tanto potingue? Tere, sin responder, salió dando un portazo, que hizo temblar los ventanales. Había tomado una semana de vacaciones de su trabajo.

    Después de haber hecho algunas diligencias, se fue directo a la botica de la calle San Blas y como si fuera lo más natural del mundo pidió al boticario que le vendiera cuatro onzas de estricnina en polvo. Corrían los años sesenta y en aquel tiempo todavía no estaba prohibida la venta libre de este veneno, sin embargo el dependiente le preguntó: — ¿Es para las ratas?

Con prevención le respondió: —Sí, he visto hoy por la mañana unas ratas gordas corriendo por uno de los muros del patio de mi casa, además del asco que me producen esos bichos asquerosos, temo por mis gallinas; así que esta noche cuando las meta en el gallinero, regaré algunos trozos de queso cubiertos con el polvo y pondré chocoritos llenos del polvo ligado con agua, a ver si esta técnica me funciona.

— Bueno en caso tal que no le funcione, vuelva y le daré algo más fuerte, pero deberá tener mucho cuidado, al igual con este polvo, no sea que alguien por equivocación lo pruebe, así que le recomiendo lo haga lo más alejado de la cocina o por donde haya niños o ancianos. Ellos lo prueban todo sin preguntar.

Sí, sí gracias, lo tendré pendiente, respondió. Hasta otra, que en verdad espero que no sea necesario.

Sí claro, que tenga suerte, hasta otra.

    Cuando llegó a su casa, subió corriendo las escaleras, no tenía deseos de saludar a nadie y mucho menos tener que explicar su actitud de la mañana. Entró en su habitación y cerró con seguro la puerta, sacó el paquete que contenía el veneno, tiró su bolso al lado del tocador y se sentó en su cama. Recostando su espalda a la cabecera de la cama y encogió sus piernas abrazándolas con fuerza contra su pecho, apoyó la cabeza en sus rodillas, sin apartar la vista del paquete y entró como en trance, cavilando en un susurro: — ¿Cómo lo haré? ¿A qué sabrá esto con cola, alcohol, té o café? ¿Y si lo pongo en la sopa? No sabía como hacerlo y sentía que se acobardaba, así que decidida bajó a la cocina, donde encontró a su madre impartiendo órdenes a las empleadas: — No le pongas tanto ajo a la carne mechada, muchacha, que después pasan semanas antes de poder comunicarnos con los seres humanos normales. La empleada se reía por lo bajo y la mujer le replicó: — No te rías, que es verdad, nosotros nos parecemos a los que huían de los vampiros con tanto ajo que comemos. La jovencita le dijo en tono zalamero: — ¡Araj niña Cora! Ni que no le gustara lo que cocinamos mi amá y yo, bien que la veo raspando el cucayo en los calderos, cuando todos se han ido de la cocina.

    En ese momento, casi fungiendo como mediadora, y sin darle tiempo a la madre para continuar con la riña, Tere dijo: — Tomasa, Petra, vayan poniendo la mesa que yo termino de organizar, mamá si usted quiere siéntese que yo me encargo del resto aquí, muchachas pongan dos cubiertos más, hoy se sentarán junto con nosotros a comer.

    La anciana hizo ademán de replicar, pero Tere alzo la mano frenándola y con gesto adusto en su cara le dijo: — Mamá mejor, pare su lengua, antes de que tenga que lavársela con lejía. Sin embargo, no era tan fácil someter el rebelde comportamiento de su madre quien le soltó una de sus repetidas retahílas: — ¡Anda, pero mira tú quien viene a mandar, la artista de la Metro*! ¿Dónde andabas? Puteando con seguridad no, porque con lo fea que eres y a pesar de recargarte de potingues la máscara, ni un borracho te miraría. Desapareces desde temprano y me dejas toda la carga de responsabilidades de esta casa. Pero claro la princesa se vistió de Afirafá* y como la ratona golosa se fue de paseo, sin pensar en que esta pobre vieja, ya no está para estos trotes, no sé para qué pediste las tan aclamadas vacaciones, si vas a andar del Timbo al Tambo.

    Y con una mano en la cadera como si tuviera un gran dolor, se acercó al borde de la mesa y arrastrando la silla y pies, asida de la mesa siguió despacio, como la actriz que era, hasta acomodar sus grandes nalgas en la cómoda silla. Tere solo la miró con tristeza, en esa mirada había una nota de despedida, un: „Me voy para siempre mamá“„Por fin descansaré de tus maltratos mamá“

     Las muchachas de la cocina dispusieron la mesa, hoy no sería un batallón, solamente estarían, Lucy la hija mayor de Tere, Juanpi uno de los menores, los otros cuatro comían en la escuela; Doña Cora; la madre, una de las hermanas de Tere; Laya, quien llegó sin avisar y las chicas del servicio, llamarlas así le molestaba a Tere sobre manera, siempre decía que ese forma de llamar a sus empleadas tenía un estereotipo feudal.

    A la hora de sentarse a la mesa las empleadas no sabían que hacer, si sentarse o devolverse a la cocina, puesto que doña Maléfica tenía cara de puño y Laya hacía un gesto de desagrado, torciendo nariz y boca. Después de haber servido a los demás, Tere salió de la cocina con su  su plato de sopa, se sentó y le pidió a las mujeres de la cocina que también se sentaran, que todos somos iguales a los ojos de Dios y que ni todo el oro del mundo podría limpiar jamás la conciencia de la personas ante los ojos del Creador.

    Sentados todos Tere dio unas palmas y dijo señalando a las dos empleadas: — Hoy se han cambiado las reglas de esta casa, quizá sea la única vez, pero les quiero agradecer que por muchos años nos ayudan y soportan a esta familia tan disfuncional, donde la cabeza de hogar que se suponía debía ser mi padre jamás tuvo el privilegio de fungir como tal, solo era un esclavo más de mi madre, al que exprimió hasta matarlo.

    Seis pares de ojos tan abiertos que parecía se saldrían de sus órbitas, la miraban, las cucharas quedaron suspendidas en el aire y se escuchaba hasta la respiración de las moscas que habían entrado por la ventana que daba al patio, que habían abierto para que entrara un poco de aire fresco.

    La madre, se levantó con furia, la silla cayó a sus espaldas, golpeó con toda su fuerza sobre la mesa y le grito: — ¡No voy a permitir que me faltes al respeto! ¿Quién te has creído, para ultrajarme delante de las sirvientas? ¿Te has vuelto loca o estás drogada?
Los niños chillaban — Abuela, por favor cálmese, que le puede dar algo. Laya alcanzó un pedazo de cartón y empezó a batirlo delante de la cara de su madre mientras ordenaba a las empleadas: — Traigan agua y tu Lucy, sube y trae el medicamento de la abuela, creo que le está dando un infarto. Si le pasa algo a mi mamá, hago que te pudras en la cárcel. Eres una inconsciente, no ves que ya es una viejita, no tienes ni gota de compasión— dijo señalando a Tere, que como si nada hubiese pasado, había empezado a tomar su sopa, mientras a su alrededor el mundo de fantasía de su madre se caía a pedacitos.

    Tere terminó su sopa, se levantó y salió de la estancia, dejando atrás el bochinche que había armado, subió a su habitación, se dio una ducha rápida, se vistió con un hermoso vestido, que nunca había tenido la ocasión para usar y se acostó a esperar.

    Mientras abajo, en el salón, ya habían llegado los paramédicos, que atendían a la madre. Le informaban a Laya el procedimiento a seguir, la llevarían a la clínica, pues al parecer había sufrido una T.I.A.* y a su edad esto podría ser fatal. Los paramédicos estaban organizando para llevarse a la enferma, mientras Laya, muy enojada subió a la habitación de Tere con ganas de golpear a su hermana. Al entrar sin tocar la puerta, dio un grito de horror, Tere estaba tendida en la cama de manera grotesca, tenía rígidos los músculos de la cara, de su boca salía una espuma amarillosa, su cabeza estaba torcida hacía la izquierda y su cuerpo parecía como el de una muñeca rota, con movimientos convulsivos, pero esa rigidez le recordaba al empleado de la finca, que murió de tétanos siendo ellas pequeñas.

    Salió disparada, escaleras abajo, llamó a médico de emergencias, que aún no se había subido a la ambulancia, le pidió que viniera con ella, explicándole lo que acababa de ver. El doctor, le dijo a los paramédicos, que avisaran que necesitarían otra ambulancia en la misma dirección que era urgente, y los despidió. Subieron a la habitación donde Tere yacía convulsionando, aunque consciente, sus signos vitales estaban muy bajos, su oxigenación era casi nula y la saturación estaba debajo de 60%, la tensión arterial 62/40/105, si no llegaba pronto la ambulancia no iba a haber mucho que él pudiera hacer. 

    Hizo que le subieran una cuchara, para evitar que partiera su lengua a causa de las convulsiones, como pudo logró introducirla en la boca de Tere que tenía un episodio agudo de epilepsia y la golpeó con los nudillos con fuerza a la altura de las clavículas, para que reaccionara y poder saber que había ingerido, en ese momento, subió una de la empleadas con una bolsita que contenía un polvo blanquecino y se lo entregó a Laya, diciendo:— Esto lo dejó la niña Tere en el mesón de la cocina huele muy feo, mi amá dice que huele a veneno; ella lo entregó al médico, que solo al sentir el amargo olor supo de qué se trataba. Sacó de su maletín una ampolleta de Diazepam y se la inyectó en la vena a Tere, seguidamente la cargó, la metió en la bañera y sacó una dextrosa y arranco la manguera, pidió que le trajeran un recipiente de más o menos un litro, lo llenó de agua un poco más caliente que tibia introdujo la manguera y después de aspirar, el otro extremo lo introdujo en la boca de Tere, para inducirle el vómito. 

    Al rato subió Lucy avisando que la ambulancia había llegado, ya el episodio de epilepsia estaba remitiendo y Tere vomitaba en abundancia, los paramédicos la subieron a la camilla le pusieron una dextrosa, con otra ampolla de Diazepam y la llevaron a la clínica.

continuará...

© María Vives.


Metro*, se refiere a artista de la Metro-Goldwyn-Mayer

Afirafá* Afi-Rafá una sultana turca de modales muy afectados y vestidos estrafalarios, de una novela de los años 60

T.I.A.* Transitorische ischämische Attacke de las siglas en alemán, una isquemia cerebral no severa

  REMINISCENCIAS Recuesto mi cabeza en tu regazo, acaricias mi cabello como cuando era una niña pequeña. Cierro mis ojos y mi memoria retroc...