miércoles, 7 de abril de 2021

 

      Hola mis amigos, yo no acostumbro ha escribir tan largo, pero esta vez se me ha ido la mano así que me he permitido fragmentar mi relato. Gracias de antemano por la comprensión. Espero disfruten la lectura.


                          Tere vs. Maléfica



Acryl sobre lienzo, 60 X40  M. Vives.



     Sentado en la sala de espera de una consulta médica, miraba en el acuario que tenían allí, quizá para tranquilizar a los pacientes o para distraer a los niños inquietos que venían con sus padres. El hecho es que me tocaba quedarme allí, durante media hora después de haber recibido una inyección, en prevención de complicaciones. En el acuario había una gran variedad de peces que parecían hablar entre sí, me recordaba la casa de mi amiga Tere.

    Mi amiga, tenía 8 hermanas por este motivo en esa casa había una agitación continua, ninguna de ellas había aprendido ni a coger una escoba o manejar un caldero, ni para hacer un arroz, mucho menos para lavarlo.

    Llegabas a esa casa y era como si entraras a un mercado persa, trapos de colores regados por doquier, maquillaje, medias de nylon, zapatos, bisutería y para más, todo este caos, lo manejaba la madre desde un sillón con pinta de trono de la madrastra malévola de un cuento de los hermanos Grimm.

    Las hermanas de mi amiga, eran todas diferentes unas más atractivas que otras, pero todas más que mi amiga. Bueno, eso decía ella, yo la verdad las veía a todas iguales, ni feas de susto, ni bonitas para derretirse, para mí eran comunes y corrientes, pero Tere tenía algo especial por lo que yo me sentía atraído, pero ella solamente quería ser mi amiga, había sufrido demasiado por amor y no precisamente por que lo hubiera sentido alguna vez.

    Ella era extrovertida, amiga de todo el mundo, capaz de convertirse en el alma de una fiesta. De hecho siempre, desde estudiante y después de profesional era la que se encargaba de organizar las fiestas y guachafitas; bebetas y paseos; y toda clase de eventos pachangueros. En su trabajo no era tan buena, como tampoco lo fue en su paso por la universidad, pero se mantenía en su trabajo por su carisma y su alegría.

    La madre, era de esas mujeres del siglo pasado, creía y aseguraba a pie juntillas, haber nacido con una cuchara de plata en la boca, pregonaba a quién la quisiera escuchar, que era una „Dama de alta alcurnia“. Afirmación que yo jamás pude entender, pues ni dinero ni nobleza, a lo mejor „pedigrí“. Me miro al espejo que esta a un lado de mi estudio y le digo a mi reflejo, con cara de malvado:— ¡Qué malo soy!

    La señora, estaba convencida de que por su afirmación ella también poseía el don de determinar quien era bella y quien no… A mi seguro me tenía entre los especímenes más feos que el creador puso sobre la faz de la tierra. A Tere la trataba como a la cenicienta, la hacía sentir como trapo viejo, que ningún buen uso podría tener, sino caer en la caneca de la basura. 

    A los 17 años la obligó a contraer matrimonio con un malnacido, Fernando, un pobre diablo; que lo único que tenía era una cara de ángel. Cuando este desgraciado llegaba borracho, la golpeaba, la violaba y la obligaba a rendirse ante él, así llegaron al mundo 6 hijos y un aborto, producto de tantas vejaciones, sin embargo Tere, amaba a sus hijos, se decía a sí misma que ellos no eran culpables de los pecados de su padre ni el miedo que se apoderaba de ella ante aquel miserable. 

    El día de la última vejación Tere tenía 5 meses de embarazo, ella trató de negarse, se sentía débil y temía por el bebé, entonces él la agarró del talle y la elevó por encima de su cabeza y la tiró en la cama, pero con tan mala suerte que su cuerpo chocó contra el borde, golpeándose su cadera y se oyó el típico sonido de huesos rotos, ella gritaba para que la ayudara, su dolor era intenso y luego todo fue silencio, el cara de ángel se largó dejándola en esa agonía. 

    Tere yacía desmayada a un lado de la cama en una posición difícil de describir, de su entrepierna manaba abundante sangre. Al escuchar los llamados de auxilio, la mujer que la ayudaba a poner un poco de orden en esos días en su casa, entró corriendo a la habitación y asustada llamó a la emergencia. Esto salvó a Tere, que tuvo que llevar un yeso por casi seis meses, pero su bebé murió. El cara de ángel desapareció, tiempo después Tere se enteró de que vivía con su nuevo amor, otro cara de ángel y dedujo que por eso se emborrachaba para tener sexo con ella, pues el muy maricón venía de una familia que no comulgaba con su tendencia afeminada y lo habían obligado a casarse con ella. 

    A partir de entonces empezó el verdadero calvario de mi amiga. En vista de la tragedia, tuvo que rogarle a su madre que la recibiera de nuevo en su casa, ya la vieja bruja vivía sola, así que en vez de verlo como una oportunidad para resarcirse con su hija, lo vio como el maná después de diez años sin pan en el desierto. Volvía a tener esclavos a su disposición. Además debía evitar las habladurías aunque le pesara la carga. Después de su recuperación, Tere encontró un trabajo en una empresa de servicios del estado, mientras los cuatro niños y las dos chiquillas, quedaban en manos de su madre a quien mejor, en adelante llamaré: „MALÉFICA“.

    Muchos hijos ayudan a sus padres cuando ya son solventes porque les nace, pero en este caso Maléfica, había creado una especie de impuesto obligatorio, con una tasa bastante alta y lo llamó „impuesto de crianza“, es decir ella les cobraba con retroactividad la crianza desde que nacieron y que pagarían hasta el fin de sus días. A Tere le exigía más, por fea, por la estancia y por la crianza de sus vástagos. 

    Tere ya no era la mujer alegre, festiva, organizadora de cada cumbancha, estaba aburrida, ya no soportaba la falta de amor de su madre, su codicia y su falta de apoyo verdadero. Estaba cansada de la vida que le habían obligado a vivir. Se había levantado pronto, no pudo pegar ojo en toda la noche. Se fue en volandas, sin terminar de arreglarse y con el pendiente de ir a pagar una de las tantas deudas que tenía, porque además de darle a Maléfica más de la mitad de su salario, le debía a medio mundo, por ropa, zapatos, además de servicio odontológico, para los hijos, que dicho sea de paso estaban siendo tan malcriados por la abuela, que ya se consideraban reyezuelos y princesas. Cabe agregar que Tere también se endeudaba para estar a la altura de sus colegas, por ese complejo que la acompañaba desde que nació —Soy fea.

    Por lo tanto no podía soportar parecer más fea, porque no vistiera a la moda. Faltaba una semana para el cumpleaños de Maléfica y Tere sabía que igual lo que le regalara, valdría cero en el haber de su madre. Amaba a su madre a pesar de todo, pero algunas veces deseaba que desapareciera de su vida y de la de sus hijos. Fue entonces cuando pensó por vez primera en el suicidio. 

    Aquel día se arregló tan bien que, hasta su madre había quedado regando la baba cuando la vio descender por la escalera. Con una ceja enarcada y voz de detective Poirot, le preguntó — ¿A dónde vas que te has puesto tanto potingue? Tere, sin responder, salió dando un portazo, que hizo temblar los ventanales. Había tomado una semana de vacaciones de su trabajo.

    Después de haber hecho algunas diligencias, se fue directo a la botica de la calle San Blas y como si fuera lo más natural del mundo pidió al boticario que le vendiera cuatro onzas de estricnina en polvo. Corrían los años sesenta y en aquel tiempo todavía no estaba prohibida la venta libre de este veneno, sin embargo el dependiente le preguntó: — ¿Es para las ratas?

Con prevención le respondió: —Sí, he visto hoy por la mañana unas ratas gordas corriendo por uno de los muros del patio de mi casa, además del asco que me producen esos bichos asquerosos, temo por mis gallinas; así que esta noche cuando las meta en el gallinero, regaré algunos trozos de queso cubiertos con el polvo y pondré chocoritos llenos del polvo ligado con agua, a ver si esta técnica me funciona.

— Bueno en caso tal que no le funcione, vuelva y le daré algo más fuerte, pero deberá tener mucho cuidado, al igual con este polvo, no sea que alguien por equivocación lo pruebe, así que le recomiendo lo haga lo más alejado de la cocina o por donde haya niños o ancianos. Ellos lo prueban todo sin preguntar.

Sí, sí gracias, lo tendré pendiente, respondió. Hasta otra, que en verdad espero que no sea necesario.

Sí claro, que tenga suerte, hasta otra.

    Cuando llegó a su casa, subió corriendo las escaleras, no tenía deseos de saludar a nadie y mucho menos tener que explicar su actitud de la mañana. Entró en su habitación y cerró con seguro la puerta, sacó el paquete que contenía el veneno, tiró su bolso al lado del tocador y se sentó en su cama. Recostando su espalda a la cabecera de la cama y encogió sus piernas abrazándolas con fuerza contra su pecho, apoyó la cabeza en sus rodillas, sin apartar la vista del paquete y entró como en trance, cavilando en un susurro: — ¿Cómo lo haré? ¿A qué sabrá esto con cola, alcohol, té o café? ¿Y si lo pongo en la sopa? No sabía como hacerlo y sentía que se acobardaba, así que decidida bajó a la cocina, donde encontró a su madre impartiendo órdenes a las empleadas: — No le pongas tanto ajo a la carne mechada, muchacha, que después pasan semanas antes de poder comunicarnos con los seres humanos normales. La empleada se reía por lo bajo y la mujer le replicó: — No te rías, que es verdad, nosotros nos parecemos a los que huían de los vampiros con tanto ajo que comemos. La jovencita le dijo en tono zalamero: — ¡Araj niña Cora! Ni que no le gustara lo que cocinamos mi amá y yo, bien que la veo raspando el cucayo en los calderos, cuando todos se han ido de la cocina.

    En ese momento, casi fungiendo como mediadora, y sin darle tiempo a la madre para continuar con la riña, Tere dijo: — Tomasa, Petra, vayan poniendo la mesa que yo termino de organizar, mamá si usted quiere siéntese que yo me encargo del resto aquí, muchachas pongan dos cubiertos más, hoy se sentarán junto con nosotros a comer.

    La anciana hizo ademán de replicar, pero Tere alzo la mano frenándola y con gesto adusto en su cara le dijo: — Mamá mejor, pare su lengua, antes de que tenga que lavársela con lejía. Sin embargo, no era tan fácil someter el rebelde comportamiento de su madre quien le soltó una de sus repetidas retahílas: — ¡Anda, pero mira tú quien viene a mandar, la artista de la Metro*! ¿Dónde andabas? Puteando con seguridad no, porque con lo fea que eres y a pesar de recargarte de potingues la máscara, ni un borracho te miraría. Desapareces desde temprano y me dejas toda la carga de responsabilidades de esta casa. Pero claro la princesa se vistió de Afirafá* y como la ratona golosa se fue de paseo, sin pensar en que esta pobre vieja, ya no está para estos trotes, no sé para qué pediste las tan aclamadas vacaciones, si vas a andar del Timbo al Tambo.

    Y con una mano en la cadera como si tuviera un gran dolor, se acercó al borde de la mesa y arrastrando la silla y pies, asida de la mesa siguió despacio, como la actriz que era, hasta acomodar sus grandes nalgas en la cómoda silla. Tere solo la miró con tristeza, en esa mirada había una nota de despedida, un: „Me voy para siempre mamá“„Por fin descansaré de tus maltratos mamá“

     Las muchachas de la cocina dispusieron la mesa, hoy no sería un batallón, solamente estarían, Lucy la hija mayor de Tere, Juanpi uno de los menores, los otros cuatro comían en la escuela; Doña Cora; la madre, una de las hermanas de Tere; Laya, quien llegó sin avisar y las chicas del servicio, llamarlas así le molestaba a Tere sobre manera, siempre decía que ese forma de llamar a sus empleadas tenía un estereotipo feudal.

    A la hora de sentarse a la mesa las empleadas no sabían que hacer, si sentarse o devolverse a la cocina, puesto que doña Maléfica tenía cara de puño y Laya hacía un gesto de desagrado, torciendo nariz y boca. Después de haber servido a los demás, Tere salió de la cocina con su  su plato de sopa, se sentó y le pidió a las mujeres de la cocina que también se sentaran, que todos somos iguales a los ojos de Dios y que ni todo el oro del mundo podría limpiar jamás la conciencia de la personas ante los ojos del Creador.

    Sentados todos Tere dio unas palmas y dijo señalando a las dos empleadas: — Hoy se han cambiado las reglas de esta casa, quizá sea la única vez, pero les quiero agradecer que por muchos años nos ayudan y soportan a esta familia tan disfuncional, donde la cabeza de hogar que se suponía debía ser mi padre jamás tuvo el privilegio de fungir como tal, solo era un esclavo más de mi madre, al que exprimió hasta matarlo.

    Seis pares de ojos tan abiertos que parecía se saldrían de sus órbitas, la miraban, las cucharas quedaron suspendidas en el aire y se escuchaba hasta la respiración de las moscas que habían entrado por la ventana que daba al patio, que habían abierto para que entrara un poco de aire fresco.

    La madre, se levantó con furia, la silla cayó a sus espaldas, golpeó con toda su fuerza sobre la mesa y le grito: — ¡No voy a permitir que me faltes al respeto! ¿Quién te has creído, para ultrajarme delante de las sirvientas? ¿Te has vuelto loca o estás drogada?
Los niños chillaban — Abuela, por favor cálmese, que le puede dar algo. Laya alcanzó un pedazo de cartón y empezó a batirlo delante de la cara de su madre mientras ordenaba a las empleadas: — Traigan agua y tu Lucy, sube y trae el medicamento de la abuela, creo que le está dando un infarto. Si le pasa algo a mi mamá, hago que te pudras en la cárcel. Eres una inconsciente, no ves que ya es una viejita, no tienes ni gota de compasión— dijo señalando a Tere, que como si nada hubiese pasado, había empezado a tomar su sopa, mientras a su alrededor el mundo de fantasía de su madre se caía a pedacitos.

    Tere terminó su sopa, se levantó y salió de la estancia, dejando atrás el bochinche que había armado, subió a su habitación, se dio una ducha rápida, se vistió con un hermoso vestido, que nunca había tenido la ocasión para usar y se acostó a esperar.

    Mientras abajo, en el salón, ya habían llegado los paramédicos, que atendían a la madre. Le informaban a Laya el procedimiento a seguir, la llevarían a la clínica, pues al parecer había sufrido una T.I.A.* y a su edad esto podría ser fatal. Los paramédicos estaban organizando para llevarse a la enferma, mientras Laya, muy enojada subió a la habitación de Tere con ganas de golpear a su hermana. Al entrar sin tocar la puerta, dio un grito de horror, Tere estaba tendida en la cama de manera grotesca, tenía rígidos los músculos de la cara, de su boca salía una espuma amarillosa, su cabeza estaba torcida hacía la izquierda y su cuerpo parecía como el de una muñeca rota, con movimientos convulsivos, pero esa rigidez le recordaba al empleado de la finca, que murió de tétanos siendo ellas pequeñas.

    Salió disparada, escaleras abajo, llamó a médico de emergencias, que aún no se había subido a la ambulancia, le pidió que viniera con ella, explicándole lo que acababa de ver. El doctor, le dijo a los paramédicos, que avisaran que necesitarían otra ambulancia en la misma dirección que era urgente, y los despidió. Subieron a la habitación donde Tere yacía convulsionando, aunque consciente, sus signos vitales estaban muy bajos, su oxigenación era casi nula y la saturación estaba debajo de 60%, la tensión arterial 62/40/105, si no llegaba pronto la ambulancia no iba a haber mucho que él pudiera hacer. 

    Hizo que le subieran una cuchara, para evitar que partiera su lengua a causa de las convulsiones, como pudo logró introducirla en la boca de Tere que tenía un episodio agudo de epilepsia y la golpeó con los nudillos con fuerza a la altura de las clavículas, para que reaccionara y poder saber que había ingerido, en ese momento, subió una de la empleadas con una bolsita que contenía un polvo blanquecino y se lo entregó a Laya, diciendo:— Esto lo dejó la niña Tere en el mesón de la cocina huele muy feo, mi amá dice que huele a veneno; ella lo entregó al médico, que solo al sentir el amargo olor supo de qué se trataba. Sacó de su maletín una ampolleta de Diazepam y se la inyectó en la vena a Tere, seguidamente la cargó, la metió en la bañera y sacó una dextrosa y arranco la manguera, pidió que le trajeran un recipiente de más o menos un litro, lo llenó de agua un poco más caliente que tibia introdujo la manguera y después de aspirar, el otro extremo lo introdujo en la boca de Tere, para inducirle el vómito. 

    Al rato subió Lucy avisando que la ambulancia había llegado, ya el episodio de epilepsia estaba remitiendo y Tere vomitaba en abundancia, los paramédicos la subieron a la camilla le pusieron una dextrosa, con otra ampolla de Diazepam y la llevaron a la clínica.

continuará...

© María Vives.


Metro*, se refiere a artista de la Metro-Goldwyn-Mayer

Afirafá* Afi-Rafá una sultana turca de modales muy afectados y vestidos estrafalarios, de una novela de los años 60

T.I.A.* Transitorische ischämische Attacke de las siglas en alemán, una isquemia cerebral no severa

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