miércoles, 27 de abril de 2022

 


REMINISCENCIAS


Recuesto mi cabeza en tu regazo, acaricias mi cabello como cuando era una niña pequeña. Cierro mis ojos y mi memoria retrocede en el tiempo. Huele a plastilina, crayola a acuarelas. Me veo con mi uniforme que parecía un delantal plisado. Todo blanco, haciendo juego con las mediecitas y aquellos zapatitos de talla infantil, blanqueados con „Griffin White.
Escucho un rumor lejano, como de caballos que trotan en mi dirección, entonces se oye bien claro el coro infantil.
Los caballitos que van por el campo, trotan, trotan, trotan... Y al fondo, el sonido de infinidad de zapatitos golpeando contra el piso, que asemejan el ruido que hacen los caballos en el campo.

Mis ojos fijan su atención en otra dirección, allí las mesas son pequeñas y redondas, pintadas con laca azul cielo, haciendo juego con unas sillas para enanos. Todas tienen una fruta dibujada en el respaldo. En la mía hay una torreja de patilla, dibujada. Estamos sentados en una terraza enorme. A mi lado, aquel niño, como quisiera, ser más grande y más corpulenta que él. Así podría darle su tatequieto y dejaría entonces de robar mi merienda, sin remordimiento.
No me gusta ese niño, algunas veces cuando se altera, se cae al suelo y hace pataletas. Las jardineras, siempre corren y le ponen un pañuelo en la boca. Me asusta verlo, sus ojos se ponen blancos y parece que vomita, pero solo sale su saliva espumosa. Me da algo en el estómago cuando eso sucede. La mayoría de las veces es porque otros niños no se dejan robar la merienda.
Me he quejado cada día con mis padres, por este motivo. Además, las maestras son nalgonas, gordas, viejas y regañonas. No te ayudan, por el contrario, te hacen sentir muy tonto. Creo que cualquiera perdería pronto la paciencia, con esas brujas.

No se parecen, en nada, a las maestras que aparecen en „El Mundo es un Carrusel. Las maestras y jardineras de la tele, son todas lindas, jóvenes y muy finas. El viento juega con sus cabellos y siempre están bien peinadas y arregladas. Y no regañan ni gritan. Siempre sonríen.
Me siento ahora derecha, al lado de mamá. Aún sigo como en trance, recordando cosas y eventos que yo no viví, pero que de alguna forma se grabaron en mi cerebro para toda la eternidad.

Mis padres parece que al fin decidieron que no soy hija de menos madre. Me llevan a un colegio bilingüe, donde asiste mi hermanito menor. Con tan solo cuatro años ya sabe hablar ese idioma tan áspero y difícil, pasa gruñendo, toda la tarde. Le pregunto intrigada que le sucede y me responde:
Nada, solamente debo practicar.
¿Qué te puedo decir?, la verdad ante todo. Odio la escuela, no nací para ir a ese kindergarten ni a ningún otro, donde hay tantas reglas. Nadie quiere o parece entender que soy una niña pequeña y quiero jugar, cantar, pintar, comer y dormir. No me gusta que me ordenen cuando debo sentir deseos de hacer pipí, o cuando debo comer y que está permitido. Recuerdo que mis padres tuvieron que ayudarme a comprender, las reglas de la vida en sociedad.
El tiempo trascurría, algunas veces lento y otras demasiado rápido. Como cada día perdía un diente, lo envolvía en algodón y lo ponía debajo de mi almohada, para que el Ratón Pérez, me dejara dinero a cambio. Fue en ese momento que supe, que algún día sería dueña de mi propio negocio. Sigo sin tener nada.

Me fui acostumbrando, en aquel entonces visitaba el cuarto grado, de educación básica primaria. Hasta que aquel penoso día, llamaron a mi padre, el rector, necesitaba hablar con él sobre mi futuro. Había abofeteado a mi maestro, que además era extranjero, por lo tanto, al año siguiente, debía caminar sobre cáscaras de huevo o se vería en la necesidad de expulsarme del colegio.
Mi padre quiso castigarme y me matriculó en una escuela de monjas. En aquel tiempo, hasta quise casarme con Dios, caminaba con sobrecogimiento, con las manos entrelazadas, como si estuviera orando. Creo que mis progenitores, se reían por debajo de mi actitud. Sin embargo, yo estaba convencida, o eso suponía.
Tan lindas las monjitas, ellas tenían cubierto la mayor parte del cuerpo, pero yo quería saber que guardaban con tanto celo, debajo del velo y del griñón.

Aquella tarde nos dejaron en la azotea del colegio, para pintar las garrochas de la patrulla a la que pertenecíamos. Éramos „Girl- Scouts“ habíamos adoptado el mote de „Las Diablillas. Estábamos entre los once y los trece años, solas allí, a nuestro libre albedrío. Inició Dizzy, con la guerra de pintura. Los uniformes no volvieron a ser los mismos, había pintura regada por cualquier lado menos donde debía. Nos dejaron arrodilladas sobre la brea ardiente, que bajo el sol inclemente, se hacía casi líquida, se pegaba en nuestra piel causando laceraciones y quemaduras.

A la semana siguiente, sería nuestra próxima reunión, íbamos a programar el próximo campamento. Yo vi la oportunidad de desquitarnos lo que aquella vieja, maligna, nos había hecho sufrir.


Fui hasta detrás de la gruta, a la casa del celador, que también era el jardinero. Le pedí la tijera de podar, pues necesitaríamos unas cuantas ramas secas. Aquella solicitud no tenía nada de extraño, porque nuestra patrulla, también hacía pequeñas fogatas, bajo supervisión. Era hora de la siesta, así que para descansar, el señor Pablo, me entregó una tijera para cortar flores, para mí era el equipo ideal. Con el arma oculta, me dirigí a la clausura, me descalcé los mocasines y subí las escaleras en medias. La monja se había quitado la toca y el griñón. Tenía el cabello recogido con un rodete y colgaban unos diez centímetros de cabello. Me acerqué lentamente y de un tajo sin medir las consecuencias, quise cortar la coleta del enemigo, con tan mala suerte que cuando sintió el tirón del cabello abrió los ojos, como despertando de una pesadilla. Quise huir, pero era demasiado tarde, me habían pillado in flagranti – delicto.

Eso fue el último sorbete de la heladera. Me cantaron el „ hasta nunca baby. Hasta allí llegaron mis ganas de ser esposa de Dios. Me fui de aquella escuela, sin tristeza, pues me llevaba un grato recuerdo de mis compañeras. No sabía si las volvería a ver alguna vez, pero mi corazón se llevaba muchos recuerdos atesorados, para siempre. Eso estaba claro.
Entonces ya mi padre cansado de mi indisciplina, me castigó severamente. Me llevó a la escuela pública. Creo que él nunca lo supo, pero aquellos tres años en la escuela del estado, me sirvieron para cambiarme. Aprendí a no temer, me convertí en una persona responsable, fui durante tres años, la más disciplinada, colaboradora, organizadora, algo así como la mujer orquesta, además la mejor alumna de matemáticas. Leí mucho, organizaba concursos inter colegiados, escribía, pintaba, enseñaba a otras. No me obligaban a hacer lo que no me gustaba. Me estaba convirtiendo en mujer.
Al cabo de esos tres felices años, mi padre decidió concederme el perdón y uno de mis regalos en la navidad, fue el recibo de pago de mí matrícula en el colegio del que me había ido en cuarto de elemental. Ese colegio tenía pie de fuerza, me convenía graduarme allí, decía él.
Volví, pero no me sentí bien. No obstante, encontré al mejor profesor de literatura que pueda haber parido la madre tierra, con él aprendí a amarme y a respetarme a mi misma. Él me mostró, que yo podía. Que ni mi condición social, ni mi color chocolate sería alguna vez impedimento para lograr mis propósitos. Cada vez que leo el Cantar de los cantares, recuerdo con mucho cariño a mi querido maestro. "Hijas de Jerusalén, yo soy morena pero hermosa. Soy morena como las carpas de Cedar y de Salmá. No se fijen en el color de mi piel que el sol ha oscurecido."

©María Vives.

Imagen tomada de la Red.





1 comentario:

  1. Quiero compartir un testimonio de cómo el DR AGUGU me curó del herpes con su remedio a base de hierbas. No sé por dónde empezar, tengo 33 años y me diagnosticaron enfermedades de herpes genital durante 5 años. perdí toda esperanza en la vida, pero como cualquier otro, todavía buscaba una cura incluso en Internet y vi un comentario en el que una señora testificaba cómo el Dr. AGUGU la curó. Al principio no podía creerlo, lo contacté. Él me envió su remedio a base de hierbas, lo usé durante 2 semanas y el virus del herpes se curó por completo. Fui a revisión médica y el resultado fue negativo de Herpes.
    Para aquellos que tienen el mismo problema, o alguna ETS, deben comunicarse con el Dr. AGUGU a través del correo electrónico: agugusolutionhome@gmail.com, también pueden llamar o WhatsApp +2349123794867

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