domingo, 25 de abril de 2021

 

Después de la bicicleta, el carro colombiano.

Acuarela  M. Vives. 24.04.2021 - papel 130gms 



1970— El primer gran regalo que recibió en su vida, después de la muñeca caminadora, fue su bicicleta Italiana, marca Fiorelli. La bicicleta tenía muchos cambios, luces, frenos delanteros y traseros, parrilla y además una canastilla para cargar; las compras o la pelota y a veces la mochila del colegio. Los domingos iba con su padre y hermanos a pasear por el barrio, ahí aprendió a manejar la cicla parada en los pedales, a soltar los manubrios, entonces maravillada le gritaba a su padre: — Mira papi, sin manos, ya puedo manejar la bici sin manos, sin manos, miráme papi… hasta que... ¡Cataplum! Perdía el equilibrio y aterrizaba de cabeza en la mitad de la calle, todos corrían en su auxilio. Así terminaba la faena del domingo de pipiripingo, un raspón en cada codo y de las rodillas ni hablar, el jean con un hueco del tamaño de una mano. Fueron días felices, fueron los días de su infancia y algo más...



1982—Aquel día la llamó su mejor amiga y compañera de estudios, ya había terminado el ciclo lectivo, pero andaban en la recolección de datos para presentar su tesis de grado.

¿Qué te parece si nos encontramos esta noche en el café de los estudiantes? A pesar de todo lo que representaba preparar su trabajo de grado, ellas todavía tenían tiempo para organizar una que otra fiesta y claro también se inventaron la idea de un club de profesionales egresados de la alma mater. La idea nació esa noche de bohemia, entre un grupo de jóvenes de ambos sexos, que se reunían periódicamente en una cafetería cercana a la universidad. Evi y Ryama, fueron nombradas respectivamente, presidenta y vicepresidenta del club que acababa de conformarse. Pasaron muchas cosas, después de aquella reunión. Actualmente estaban organizando una fiesta de gala, para el lanzamiento del club, ante egresados, directivos de la institución y personajes prominentes de la ciudad. Sin dejar de lado lo concerniente a sus estudios, se metieron de cabeza en la organización del evento para dejar una huella profunda en los anales de la institución, pero algunas veces el nivel de estrés crece sin que nos demos cuenta.

El timbre insistente del teléfono la despertó, todavía más dormida que despierta, se dio la vuelta para mirar el despertador que tenía en su mesita de noche. De un salto se levantó y corrió a contestar, no se dio cuenta y tropezó el dedo meñique del pie derecho con una silla que estaba a medio camino: ¡Uyyy, juepucha! ¿Quién carajos deja semejante desastre en el comedor?— Mientras, el teléfono seguía repiqueteando — Ya voy, ya voy, gritaba pensando a la vez „ Seguro es Evi, nadie más se pega a un teléfono de esa manera tan hostigante“Cuando al fin alcanzó el auricular respondió: — ¿Diga, Cárcel Municipal de Mujeres?

Al otro lado de la línea, se escuchaba música a todo volumen. „Ébano y Marfil“de Stevie Wonder & Paul McCartney, y de repente: — Ry, deja de joder, ponte seria, estoy por el piso... ¿Tú crees que Pancho me quiere? Era la voz de su amiga que sonaba terrible, parecía que había llorado por una semana entera.

— ¿A que viene esa pregunta?, son las nueve de la mañana, no he dormido un huevo, por estar preparando mi trabajo de grado, que dicho sea de paso será el tuyo también, ¿y tú vienes y me despiertas para preguntarme semejante pendejada? No seas tan… ¡Ayyy, no sé! ¿Qué te pasó ahora con el baboso ese? Yo te he dicho ya en varias ocasiones que ese tipo no te sirve, pero noooo tú sigues empeñada en meter la cabeza por el ojo de una aguja.

Ay Ry, no sé qué pasa, no me llama, lleva dos días sin venir, cuando lo llamo contesta la mamá y dice que no está, pero yo sé que está oyendo y seguro le hace señas a la vieja alcahueta esa. Ayúdame amiga, porfi.

— ¡No! No te voy a ayudar, ese tipo no te quiere, mira, hoy tenemos cita en la Oficina de Deportes del Departamento, acuérdate que el director nos ofreció una ayuda para el evento de lanzamiento del club. Así que más bien te espero y nos vamos a hacer todas las vueltas, para ya salir de eso y poder terminar lo de la tesis. Te espero en una hora.

¿Y como nos vamos a movilizar? Preguntó Evi  continuando 

— Porque tú nunca tienes mona y yo, estoy más pelada que la nalga de un bebé.

Mira, no te preocupes, nos vamos en las ciclas, mía y la de mi hermano. Dijo Ryama con una sonrisa burlona dibujada en su cara.

¡ Nooo! ¡Ni que fuéramos locas! Deja de inventar, yo no me subo en esas carcachas, que son más viejas que Matusalén. Ryama se carcajeaba al otro lado de la línea.

No te preocupes— dijo al fin. — Yo tengo un carro.

Ja, Ja, Ja, — rio Evi completando— ¿El carro de bomberos de juguete, del hijo de tu prima? 

— Tú cumple con llegar puntual y trae suficiente billete, para poner combustible y que quede para merendar algo. Respondió  colgando el teléfono.

Se duchó rápidamente se alistó y salió. Llegó a la casa del vecino de la esquina y timbró. Desde el jardín interior se oía el ruido que hace la manguera cuando estás regando las plantas y el ladrido de un perro.

Yaaaa, momento por favor. Sonaron unos pasos apurados y un señor joven abrió la puerta.

Hola Ry, ¿qué haces por aquí tan temprano?

Buenas, señor Jaime, es que mi primo me dijo, que le llevara el carro al taller de Jairo, no sé, parece que le tienen que cambiar las bujías.

Oye, pero tu primo no me dijo nada de eso, que raro.

No señor, se le olvidó, por eso me llamó hoy tan temprano, él vuelve apenas el fin de semana y por eso quiere que yo le adelante esa diligencia, ya que la otra semana va a estar en la ciudad y necesitará el carricoche en buen estado.

Bueno, ya te abro el garaje, aquí tienes las llaves.— Le dijo extendiéndole un llavero con una sola llave. Y girando sobre sus talones se dirigió a abrir el portón. Ryama hizo un gesto de triunfo cuando el hombre ya no estaba a la vista. Se fue al garaje por el lado de la terraza, entró, abrió la puerta del coche con propiedad, se sentó, metió la llave, encendió y…

—¡Mierda! Exclamó con  tono preocupado, el dueño de la casa se acercó y le preguntó:

¿Qué pasa, algún daño?

No, no señor, es que no tiene gasolina, respondió con cara de circunstancias. El hombre le dijo,

No te preocupes, yo tengo siempre una reserva para mi podadora, ¿tú sabes como funciona? 

— ¿Cómo funciona qué? Preguntó Ryama a modo de respuesta.

Espera, no importa yo te ayudo, al fin que ya me tocará perseguir de nuevo a Friky, para empezar a bañarlo de nuevo. — Este perro me va a enloquecer y mi mujer me exige que lo bañe a menudo, comentó girando los ojos, mientras traía el galón con combustible y una manguera. 

— Anda señor Jaime, le agradezco mucho. 

— No hay problema, hoy por ti, mañana por mí, mira como se hace por si te toca un día. Metiendo la manguera en el botijo, aspiró y le puso un dedo y rápidamente en la boca del tanque dejó salir el líquido rojizo.

Después de dar de nuevo las gracias, se despidió y se fue. 

Aquí cabe destacar que Ryama, no tenía licencia de conducción, solamente había manejado una vez la camioneta automática de su tío. Salió en primera y condujo así casi cuatrocientos metros, frenó y el coche se apagó. Fue conduciendo despacio, en modo prende y apaga hasta donde se iba a encontrar con su amiga. Al llegar al punto de encuentro, no vio a Evi, así que aprovechó que el auto se había vuelto a apagar y fue a asomarse al kiosco donde siempre se encontraban. Ahí estaba ella, pegada al teléfono público. Todos tenemos nuestros pros y contras, Evi amaba un teléfono por encima de cualquier cosa en la vida, podía sostener conversaciones telefónicas, por horas. Igual donde llegaran ella pedía el teléfono prestado y ese era uno de los motivos por los que aquellas dos amigas podrían discutir hasta el enojo. Pero eran enojos pasajeros, se acababa en el momento en que Evi, soltaba el maldito aparato. le haló la manga de la blusa y le hizo una señal de corte con los dedos. Salieron y Ryama orgullosa, le dijo, señalando el carro:

Bueno, vamos colega, tenemos poco tiempo y mucho por hacer. Te voy a agradecer que no pidas ningún teléfono prestado, porque a las cinco, debemos estar de vuelta. Yo conduzco con lentitud y le temo al tráfico, si nos cogen las seis de la tarde en la calle, tendríamos que esperar a que sean más de las diez de la noche. Y como comprenderás, no puedo hacer eso, porque mi madre se dará cuenta de que he tomado *prestado el carricoche de mi primo y nos meteremos en problemas. Seguramente yo moriré a manos de mi madre y tú no tendrás fiesta de graduación porque no he terminado de pasar nuestra tesis. 

A esas horas el tráfico estaba tranquilo, así que no tuvieron mayor inconveniente en hacer sus vueltas, al filo de las cuatro de la tarde, llegaron al último sitio, esperaban en la recepción y Evi, estrujaba sus manos, se sonaba los dedos a lo que Ryama un poco fastidiada le preguntó:

¿Qué te pasa mijita, ya tienes la telefonitis? Ve lo que te dije, este señor nos va a atender en cualquier momento, así que aguanta hasta que llegues a tu casa. Pero algunas veces el vicio puede más que la razón y en un momento de descuido Evi se acercó a la recepcionista y le pidió el teléfono prestado.

¡Evi! Dijo Ryama, en tono castrense al verla, pero Evi ya estaba puesta, ni oía, ni veía ni entendía. En ese momento salió el Gerente de la empresa y las invitó a pasar, Evi muy tranquila, le dijo:

Entra tú, que yo te espero, cuando salgas ya he terminado, esta llamada es urgente, es otro *Sponsor. Ryama estaba morada del enojo, porque sabía que otra vez llamaba al tontorrón de su novio. La entrevista no fue lo que Ryama esperaba, pues el gerente de la institución, se sobrepasó con ella, en ese momento  no pensó ni en dinero, ni en que era un patrocinador fuerte, Ryama le soltó un bofetón y salió dando un portazo que hizo temblar las paredes. Alcanzó a gritarle a su amiga:

Si te da la puta gana, te vienes conmigo, si no, bien puedes quedarte y se fue sin agregar más nada. Evi la alcanzó, solamente porque el coche no encendía, llegó hasta ella y con gesto de asombro le preguntó:

¿Pero, que fue eso? ¿Qué pasó, para que salieras como una medusa australiana? Ryama, respiraba con fuerza, su cara estaba crispada, se mordía los labios con tanta fuerza, que su amiga estaba muy asustada, le dijo:

Por favor Ry, tranquilízate, te vas a sacar sangre, lo siento de veras, yo tenía que llamar a Pancho… 

—Mira Evi… ¡Cállate! Ya me tienes harta con tu Pancho. Pancho para aquí, Pancho para allá. Entérate de una vez ese tipo tiene las huevas planas, no te sirve. ¿Cuándo lo entenderás? Por dejarme sola, ya perdimos a este patrocinador, que de hecho es un hijo de la gran puta, no más entrar, se me tiró encima, me agarró una teta y cuando le di una trompada, se me arrodilló a pedir disculpas. Así que ya lo sabes no me importa si todo el proyecto del club se va a la mierda. No puede ser, que yo tengo que estar pasando por esto, mientras tú solo piensas en ese bueno para nada. Te dije que no estuvieras pidiendo el teléfono prestado, que enfermedad tienes. ¡No me jodas! Evi, no salía de su estupor, no podía imaginar a su amiga como a un boxeador, noqueando a ese gigantón.

Ry, perdóname la vida por favor, te prometo que nunca más te dejo sola, ya sé que era un acuerdo tácito, pero no pensé que ese tipo fuera un depredador. Hubo un largo silencio, el momento era tan denso, que se podía cortar con un cuchillo. Ya estaban entrando a las vías de mayor congestión, así que Ryama debía concentrarse, con una sonrisa pícara, le dijo a su amiga:

Bueno, ya pasó, ahora viene el mayor reto, vamos a entrar a la avenida Kennedy… Lo hubieras visto se cayó de culo, si yo no hubiese estado tan cabreada, seguro que me parto de risa y si tú estás ahí te mueres del susto, ambas soltaron una carcajada. La avenida en cuestión tiene semáforos en cada esquina y como ya habíamos dicho, la congestión de la hora pico, le ponía los pelos de punta a Ryama, pero por el momento todo iba bien, hasta que llegaron al primer cruce grande, donde se le apagó el coche, intentó encenderlo una y otra vez, cuando empezaron los bocinazos, las palabrotas, en una de esas por fin arrancó derrapando. Unos veinte metros antes de llegar al más peligroso de los cruces, Ryama distinguió a cuatro policías de tránsito y se puso muy nerviosa:

Evi, está la policía en la próxima esquina, que nervios.

Tranquila, no pasa nada, vas a atravesar y ya salimos de este trance, cálmate— La animaba su amiga, pero tenía que pasar. De nuevo el motor sucumbió y por más que intentaba, no pudo mover el carrito. Los policías a ver el trastorno, se iban acercando al coche. Ryama hizo de tripas corazón y le dijo a su compañera:

Tu callada, sígueme la corriente por si te preguntan algo. — No siguió hablando porque los policías ya estaban a pocos pasos.  Empezó a gimotear hasta que lloraba a moco tendido, mientras su compañera la miraba con ojos como platos. Uno de los gendarmes, se asomó con ánimo de preguntarle algo, pero ella no le dio tiempo: — ¡Ayyy Dios mío! ¿Cómo le voy a explicar a papá que le he reventado el motor a su carro? Encima ahora que perdí el semestre. Ya me puedo dar por muerta, estoy acabada, mira como tiemblo, por eso es que se me apaga esta cosa a cada metro. Y ahora usted, no me vaya a multar por favor se lo suplico, dijo con voz de niña a punto de ser castigada. El más viejo de los cuatro agentes, intentaba calmarla:

Tranquila señorita, el carro no está dañado, tampoco la vamos a multar, todo es producto de sus nervios,cálmese. Ponga la barra de cambios en neutro, nosotros la ayudaremos a pasar el cruce, el semáforo se ha estropeado y por eso estamos de servicio hoy aquí. Uno de los policías, se fue hasta el centro del cruce para detener el tráfico que venía de sur a norte, mientras los otros tres empujaban el destartalado Renault con las dos mujeres dentro, hasta la esquina de enfrente, donde había una zona de parqueo.

El agente de tránsito le dijo: — Espere un par de minutos antes de seguir conduciendo, es mejor que se tranquilice, relájese, dio un par de golpes suaves en el techo del carro y se marchó. Evi se removió en el asiento, se ladeó un poco siguiendo con la vista la trayectoria del policía.

No me imaginaba que podían ser tan amables, no sé como se te ocurrió semejante drama, yo estaba que me moría, pensé que me daría un infarto. Nunca más inventes que vas a tener carro para llevarme a ningún lado. No me vuelvo a subir contigo manejando jamás, ve que te lo advierto Ry. Eres un desastre. Ryama no se enteraba de lo que su amiga hablaba, estaba sumida en sus pensamientos. Dos segundos después, puso en movimiento el coche, estaba más tranquila, pero no pronunciaba palabra. Al llegar a la siguiente esquina tenía que doblar a la izquierda, „será lo mejor, pensó, pues es una calle en un solo sentidointentó cambiar de marcha, cuando repentinamente se quedó con la barra de cambios en la mano.

¡Nos vamos a mataaaarrr! Gritó asustando a la desprevenida Evi, quien al instante comenzó a dar gritos, estaba alucinada.

¡Dios mío, por favor perdona mis pecados!... Sálvanos señor y te prometo que me olvido de Pancho, mira papá Dios que me quiero graduar, ya mi mamá me compró el vestido, pobrecita hasta lo está pagando a plazos… Diossss… Mientras Ryama con la barra de cambios en una mano y la otra en el volante, no sabía ni como ni que hacer.

¡Ay niña cállate, cállate que me desesperas! Agarra esto, le dijo tendiéndole la barra de cambios.

Y yo, que carajos voy a hacer con esto, déjame bajar, yo quiero vivirrrr… ¡Mamááááá! Mientras el auto ganaba velocidad pues iban cuesta abajo

¡Para, para, que pares te digo! Me quiero bajar de este chéchere.

¡¿Crees que no quiero parar?! Pues no sé, ¿me oyes? No sé como parar esta vaina, decía Ryama hiperventilando y tratando de calmarse, pero ¿cómo podría recobrar la calma?, si Evi estaba histérica y eso no la dejaba pensar. Cerró los ojos por un segundo y trató de olvidarse de su acompañante, pisó el freno sin fuerza, recordaba que antes de la rotonda al final de la calle, estaba un taller de Automecánica, de los hermanos Peralta, que vivían cerca de su casa, así que siguió empujando el freno mientras agarraba el timón con fuerza, tanto que los nudillos los tenía blancos, al llegar a la bocacalle, donde se encontraba el taller maniobró hacía la izquierda, ya el auto había perdido fuerza, por inercia alcanzaron la puerta del taller. Las jóvenes bajaron, tambaleándose como borrachas, Ryama entró al taller, los hermanos Peralta estaban reunidos en el patio, pues ya habían dado por terminado el día de trabajo. Asombrados la saludaron los cuatro en coro: — Hola Ry, ¿qué haces por aquí? Ella contestó agotada:

Hola muchachos, creo que tengo un problema serio y debo resolverlo hoy mismo, si no seré mujer muerta. Les contó lo sucedido y salieron todos a revisar el carro. Mientras ellos hablaban entre sí, uno entró y salió enseguida con un clavo de acero de unas ocho pulgadas y un alicate, otro tomo ambas cosas y pidió la barra de cambio, entró al coche, metió la barra en su puesto y abriendo el capó, juntó las piezas y las atravesó con el clavo y con el alicate las anudo. 

 — Bueno Ry, ya está, esto es provisorio, habrá que cambiarlo, pero por lo pronto puedes conducir así. Agradecida los abrazó a todos y se despidió

En medio de todo, se había olvidado de Evi, cuando salió, la encontró recostada a un muro, había estado vomitando y hasta se había meado encima, verla así le dio pena, se acercó y la abrazó diciéndole: 

— Hemos pasado una más juntas,colega. En estas condiciones no podrás regresar a tu casa con el bus, le pediré a uno de ellos que conduzca este cacharro. Te llevaremos a tu casa, para terminar felices esta historia de terror. 

Ese no fue el último periplo de este par.

©María Vives.


4 comentarios:

  1. ¡Vaya peripecias con el carro! Me has hecho sentir en Colombia por tus diálogos. Me has tenido pillada hasta el final. Felicidades

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    1. Muchas, muchas gracias Mariángeles, me alegra cuando logro que quien me lee se meta en la historia.

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  2. Gracias por una media hora llena de aventura y diversión. Me quedan ganas de leer más.

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  3. ¡Felicidades! Menos mal que lograron salvarse jj. A ver qué dice Jaime cuando le llegue el carro. Muy bueno.

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