viernes, 28 de mayo de 2021

                  

          

                                                     Pastel - Acryl sobre lienzo 30 x 20 M. Vives


            Muerte en la pensión de las vizcondesas

                                      III 

              

El 31 de diciembre de 1934, tres años después del asesinato de Savannah, las hermanas Coburgo-Gotha, organizaron un evento de fin de año, al que fueron invitados los más sobresalientes miembros de la sociedad Barranquillera, que era casi como decir toda la colonia árabe.
Las mujeres llegaron luciendo sus mejores y más lujosos atuendos, mostrando el boato de aquella raza, solo Lamya, llegó vestida con un esmoquin muy varonil, su cabello cortado al rape y sus labios pintados de un rojo intenso. La pajarita de su vestido tenía un remate muy original. Cuando Euggen se acercó a dar la bienvenida a los invitados, sin querer sus ojos quedaron fijos en el broche que remataba el corbatín de Lamya, era un ónix engastado en una base de oro y tenía un zafiro en el centro.
Tomó a Lamya del brazo y le dijo: — Te quiero presentar a unos amigos que llegaron de la capital, ellos llegaron con nosotros en el Prinz August en 1918. Después de las presentaciones, les dejó y se fue a buscar a su hermana. La encontró en el comedor principal, saliendo de la cocina, menos mal sola.
Maggi, creo que ya sé quién asesinó a Savannah. Maggi abrió los ojos extrañada y preguntó:
¿De que estás hablando?, por más pesquisas que hizo el comisario Salvatore, nunca pudo encontrar a los culpables y tú vienes ahora así como si te hubiese iluminado el espíritu santo, que ya sabes quien es el culpable. ¿Te has vuelto loca?
Tienes que escucharme, acabo de ver algo que hace juego con la mancorna que encontramos en la mano de Savannah. Maggi quedó paralizada. Después de un par de segundos reaccionó, tomando a su hermana por el codo y llevándola casi en volandas a la biblioteca. Entraron y cerrando la puerta, puso un dedo en sus labios para indicar que debía bajar el volumen de voz en lo posible.
¿Estás segura de lo que viste?
Nunca podré borrar ese recuerdo de mi mente, me ha perseguido todos estos años y cada vez que miraba a un hombre buscaba con mi vista sus mancornas o su pisa corbatas y hoy lo he visto. Lo lleva la hermana de Alex, la lesbiana, Lamya.
Hemos esperado tres largos años, cumpliremos con el juramento que hicimos en la tumba de nuestra hermanita. Por ahora, vamos a tranquilizarnos, volvamos a la fiesta. Tú ya no harás más nada, a partir de ahora me encargo yo.
Se acercaron al grupo donde había dejado Euggen a Lamya, Maggi se integró a la conversación mientras su hermana se fue a atender a otros invitados, como habían acordado.
Maggi, miró con interés el remate de la pajarita de Lamya y de inmediato reconoció el sello. Directamente, se acercó al oído de la mujer y le susurro:
Que lindo el remate de tu corbatín, ese ónix hace juego perfecto con tus ojos y tu cabello.
¡Oh! Es de mi hermano Alex, lo he tomado sin su consentimiento, así que mejor no lo comentes en voz alta que seguro me gano una buena regañina de su parte.
No, como se te ocurre, claro que no voy a hacer algo como eso. Además sabes lo que me encantas. Y vendrás a visitarme un día con menos ropa ¿Si?
Claro me encantaría pasar un día en la piscina contigo, charlando y contándote del internado en Suiza y las cosas que allí he vivido. Lástima que mi madre no quiere que regrese a Europa, dice que hay vientos de guerra, que ese señor Hitler no traerá nada bueno al mundo europeo. Así que nos veremos con mucha frecuencia tú y yo, tú también me gustas, me gustan las mujeres mayores, porque no tienen temor a nada.
Sí, tienes razón, no tememos a nada ni a nadie, por mucho poder que tengan los otros. Nos vamos a divertir mucho, ya lo verás. La última frase la dijo mirándola a los ojos y lamiendo sus labios semi abiertos con la punta húmeda de su lengua. La chica reaccionó al dar media vuelta, puso su mano cálida en la entrepierna de Maggi y rozando con la otra el pecho de la mujer, como si hubiese sido un accidente… fortuito.
Era la madrugada del sábado de carnaval de 1935, en este paraíso todavía no se sentía el clamor de la  guerra que se aproximaba, solo llegaban ecos lejanos, como si de otro mundo se tratara. El sábado Maggi y Euggen habían tenido una fiesta por todo lo alto, sus invitados especiales, Alex, Guala, Chadid y Lamya. Cuando el resto de invitados se hubo ido, al igual que los empleados, ellos se fueron a los jardines que rodeaban la piscina se desnudaron, salieron a relucir las pipas de opio y ahora había hachís, una novedad que había traído Chadid de su último viaje a la China, donde se había ido a la semana del asesinato de Savannah.
Maggi, subió a la cocina y trajo bebidas refrescantes para todos, té de jazmín, para ir a tono con la noche de China, la noche sería muy roja.

                            Epílogo
A la mañana siguiente no había rastro de la *fumata que se había vivido en aquel jardín, solo había seis cuerpos ensangrentados, dispersos en el jardín cuatro muertos y dos heridos.
Giuseppe Salvatore, no logró resolver el extraño caso, se alegraba de que por lo menos había dos sobrevivientes de aquel horrendo crimen; las hermanas Coburgo-Gotha. 
La pensión siguió funcionando, la publicidad de la entidad de Turismo se basaba en el cruento asesinato multiple allí acaecido un sábado de carnaval, el morbo de los turistas era más grande que la razón.

©M.Vives.


2 comentarios:

  1. Vaya peligro las hermanitas. Y esperaron nada menos que tres años, ya lo dicen que la venganza es un plato que se sirve frío.

    Muy bueno, María. Un abrazo

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    1. Gracias, gracias Mariángeles. La verdad es que este plato estuvo bien frío. Lo hicieron tan bien que jamás sospecharon de ellas.

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