Pastel-Acryl /Lienzo 30 x20 M.Vives
Muerte en la pensión de las vizcondesas
II
Aquel
fatídico día Alex llegó a la pensión con sus amigotes Guala y
Chadid, tenía una venda en su mano izquierda, Maggi, como llamaban
cariñosamente a Margarethe y Euggen, los recibieron en el comedor y
les pidieron que las acompañaran a desayunar.
— ¿Y
Savannah, no desayuna con nosotros? Preguntó Alex.
—
Supongo que estará durmiendo aún, esta niña se pasa horas
leyendo sus novelas rosa, que la tienen con la mente siempre en otro
lado. Fue la respuesta de Maggi y miró a su hermana, quien se
levantó y dijo:
— Iré a ver si hago que se apresure y
baje a acompañarnos, disculpen caballeros, saliendo de la estancia.
Casi enseguida se oyó como alguien bajaba las escaleras corriendo,
Euggen estaba pálida, — Lo siento, hermana, puedes venir un
segundo, con permiso de los señores.
—¿Qué pasa
mujer? Parece que has visto un fantasma. Euggen, bajó los ojos
avergonzados y mostrando una sonrisa forzada, le abrió los ojos a su
hermana en señal de prudencia. Ya lejos de los oídos extraños, le
dijo:
— Savannah, no está en su habitación y al
parecer tampoco pasó aquí la noche. Le dijo agitada.
—
Pero… ¿Qué dices? Eso no puede ser posible. ¿Dónde iba a
ir, nuestra hermanita sin que nosotros supiésemos?
—Pues
eso mismo me pregunto yo. Además su guardarropa está todo
desordenado, como se hubiese probado todos los vestidos y falta ese
traje verde que le prohibiste usar, además el sombrero a juego. ¿Qué
hacemos? ¿Dónde puede haber ido esa niña?
— ¡Calla,
estúpida! El hecho que sea la menor no significa que sea una niña,
aunque se comporte como una, la muy tonta. Esto podría ser fatal
para nuestra reputación. Hasta ahora hemos podido mantenernos,
porque las viejas de esta sociedad son más roñas que nosotras, pero
si se descubre que, nuestra hermana no ha pasado la noche aquí,
seremos la comidilla de esta gentuza y nos harán la vida imposible.
Vamos abajo, no quiero que estos tipos sospechen nada.
—
Disculpen la demora, pero al parecer nuestra hermana ha pescado
un resfriado, así que lamentablemente no bajará a acompañarnos
esta mañana. Los hombres se miraron entre sí, Alex se levantó y se
disculpó por haberlas molestado tan temprano:
—Lo
sentimos señoritas, quizá no es buen momento para visitas, mejor lo
aplazamos para otro día, cuando su hermana se encuentre mejor, no
queremos ser inoportunos. De cualquier forma, no sería mucho lo que
yo podría jugar croquet con esta mano así. Ayer Wof, el perro de
Chadid me mordió y queríamos pasar por donde el boticario a ver que
me da para que cure rápido.
—¡Oh, tenga cuidado! No
vaya a ser que se le infecte. Dijo Maggi y continuó, les agradecemos
la atención, también creo que será mejor que nos hagamos cargo de
nuestra hermana. Cuando los hombres se hubieron ido, ellas salieron,
el chambelán jamaiquino que tenían, también hacía de cochero.
Pasaron por la iglesia, fueron al mercado, también a la escuela de
párvulos, Savannah, amaba a los niños y también estaba enamorada
del director del parvulario; y él de ella, así que con el pretexto
de ayudar pasaba muchas mañanas allí, pero aquel día tampoco
estaba ahí. El joven director se acercó a las mujeres con una
sonrisa amable.
—¿En qué la puedo ayudar,
señoritas?
— Buen día, don Alfonso, pensamos que mi
hermana podría estar hoy aquí, al parecer olvidó que debemos ir al
registro hoy. La verdad nos está atrasando, esperamos hallarla a
tiempo, porque de lo contrario nos tocaría esperar mucho tiempo.
Bueno no queríamos molestarlo que tenga un buen día todavía.
—No,
no, no, ustedes no son ninguna molestia. Pues fíjese que yo les iba
a preguntar por su hermana, ya que habíamos quedado ayer por la
tarde para tomar un té y no llegó. Maggi se sorprendió y el
maestro lo notó. Entonces aclaró: — La señorita Savannah, me
quería ayudar a realizar un organigrama de trabajo para los niños,
cada día recibimos más muchachos y tenemos poco personal. De hecho
había pensado preguntarle ayer a su hermana si le gustaría trabajar
con nosotros, aunque fuera un par de horas cada día. Espero que
pueda venir en estos días para comentarlo con ella. Bueno ahora debo
seguir trabajando, si me disculpan, que tengan un lindo día. Dele
mis respetuosos saludos a su hermana.
— Sí, buenos
días, don Alfonso. Y se marcharon.
Cuando regresaron al
coche Genaro, el cochero, estaba tan pálido que parecía que acabara
de meter la cabeza en un saco de harina.
— ¿Qué pasa
Genaro? No me digas que otra vez comiste tripas de iguana y tienes
que hacer del cuerpo. El moreno no podía pronunciar palabra era como
si estuviera a punto de tener una ataque.
— Y...Y...
Yocreoquepasóalgofeoenelfaro, dijo de un solo, de forma que las mujeres
no comprendían.
—¿Que dices? Hombre no te entendemos,
esta vez fue Euggen quien habló y de paso le dio un sopapo al pobre
hombre, repite ahora pero con calma.
— Una mujé muerta
en el faro, dicen que tiene los pelos rojos como la ña
Savannah.
—Calla imbécil, como se te ocurre semejante
desatino.
— No soy yo, todos dicen, pero nadie la vio
bien, porque los polis la sacaron tapada de pies a cabeza.
—Vamos
a la casa, seguro que Savannah ya estará allá y nosotras dando
palos de ciego por toda la ciudad.
Cuando llegaron a la
pensión, en el portón estaba el comisario Salvatore, era un
descendiente de italianos, nacido en Puerto Colombia, que a pesar de
sus raíces italianas y algunos nexos de los abuelos con la mafia de
Sicilia, era muy recto y no se había dejado corromper de la mafia
árabe.
— Señoritas Coburgo-Gotha, soy el inspector
Giuseppe Salvatore, deben acompañarme, creemos que
hemos encontrado el cadáver de su hermana Savannah, pero solo
ustedes podrían identificarla.
— No puede ser
inspector, ¿quien iba a querer asesinar a mi hermana? Si es casi una
niña, amable y bien querida en nuestra sociedad.
— No
lo sabemos aún señorita Coburgo, los oficiales que encontraron el cuerpo lo han llevado a la morgue y sospechan que es su hermana; por favor suban, le dijo el
inspector señalando hacía el coche de la policía.
Cuando
sus hermanas vieron a la mujer tendida en ese camastro hediondo por
poco vomitan, estaba golpeada, la cara irreconocible, su mano derecha
cerrada en un puño, le habían arrancado media oreja, parecía como
si un perro la hubiese mordido, Euggen se acercó a su hermana
llorando y preguntándose por qué, tomo sus manos y acariciándolas,
se fijó en algo que al parecer le había pasado desapercibido a los
oficiales, de su mano derecha salía, algo como la punta de un
pañuelo, le hizo señas a su hermana y Maggi, con destreza sacó lo
que tenía su hermana en la mano, era un trozo del puño de una
camisa, tenía aún la mancorna, un ónix engastado en una base de
oro con un zafiro en el centro.
En la historia de
la morgue, quedó asentado que la que yacía en aquella camilla era
Savannah Coburgo-Gotha de veintiún años, complexión delgada. Había
sido estrangulada y violada, por más de un hombre y con diferentes objetos, de su oído derecho extrajeron una tijera, con la que se presume habían
cortado sus pezones y sus pestañas, al parecer con las puntas de ese
elemento afilado hicieron las sajas en la cara de la mujer y
escribieron la palabra PUTA en su pecho con las puntas del mismo
objeto.
Las investigaciones parecían no arrojar ningún
indicio claro, ninguna pista. El comisario Salvatore estaba abrumado,
nunca imaginó que algo como esto sucediera en una ciudad que era
sinónimo de alegría, paz y amistad. Había enviado todas las muestras recogidas a medicina legal, pero después de meses, supuestamente todas las pruebas habían desaparecido, ningún empleado, desde los mensajeros hasta el Jefe de medicina legal, nadie sabía que había sucedido, ni como habían desaparecido las pruebas.
En el hotel después del trágico suceso, las hermanas cavilaban con
respecto a los hechos, pero ante todo, ¿quién era el dueño de esa mancorna?
Continuará...
©María Vives.
La cosa se va complicando. Nuevamente me dejas con la intriga... Alguien peligroso anda suelto...
ResponderBorrarSí, un poco peligroso, gracias Mariángeles, por tomarte el tiempo, para leer y comentar. Gracias infinitas. <3
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