miércoles, 11 de agosto de 2021

                                      Imagen tomada de la red.

 LLUVIA DE MAYO.

El día que murió mi padre, llovía, no era una lluvia serena era un diluvio. La noche anterior, mi madre acostada a su lado lo abrazaba con fuerza, él parecía no sentir el calor de ella. 

Yo dormía en la habitación de arriba me desperté al escuchar un lamento, bajé las escaleras con cuidado y toqué la puerta de su recámara, ella manoteaba al aire y gesticulaba, como si hablara en otro idioma, entré sin hacer ruido, me acerque a la cama y con delicadeza la tomé en mis brazos, ya despierta me dijo azorada: 

— Tenía una pesadilla, iba con tu padre y llegamos a una encrucijada, no sabíamos que camino tomar, de repente una bandada de aguas sucias arrastró a Juan, nadé tras él para salvarlo, pero no pude la corriente se lo llevó. Era un cuadro aterrador, así seguro será el juicio final, el apocalipsis.

—Ya pasó mamita, — le alcancé un vaso con agua y le di a beber.—Tranquilízate, ha sido solo un mal sueño. 

—Creo que fue por no terminar de rezar mi rosario, dijo tomando su camándula, me despedí. 

La mañana siguiente, mi padre le hacía bromas a mi madre. Procurando Tranquilizarla del todo. Se despidió, cantándole: 

—Te amaré por siempre…  Cariño sabes que te amo y no te dejaré nunca. Aunque muera siempre estaré contigo y los chicos. Debo comprar las semillas de la huerta, vuelvo pronto. 

La abrazó con cariño y besó su frente. A las once de aquel día llamaron avisando que mi padre se encontraba en la emergencia de una clínica. Había sufrido un accidente cardiovascular, complicado con un derrame cerebral.

 Falleció a las cuatro de la tarde del sábado, fue difícil movilizarnos bajo aquel torrencial aguacero de mayo. 

A este maestro le faltaban dos meses y catorce días y poder optar por una renta. Mi madre no recibió, ni pensión de viudez ni un solo duro para el funeral. 

Aquella noche la encontré en su cama, con su joyero, sacó el collar del zafiro y esmeraldas con su anillo a juego, regalo de papá por el aniversario de bodas número diecinueve. Así pudimos darle a mi padre una digna sepultura.

Padre me dejó una tarea que hoy todavía cumplo, sacar a mi familia adelante, yo era un niño de quince años, cuando en su lecho de muerte le hice la promesa. El también cumplió no nos ha abandonado. Su alma vive.

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