domingo, 31 de enero de 2021

 



Recordando Al único abuelo que conocí.

 

                ANGOLÍ MISERIA 


— Papaíto, Papaíto, cuéntanos un cuento…Y el abuelo decía: 

— Antes que nada voy a la tienda del señor Cruz a comprarme un puro, pero eso si, que sea ROA. Esta era una marca de puros, con un exquisito aroma de vainilla, importados desde la Galería del mercado público, en Barranquillita, aunque él soñara que venían directo desde La Habana. 

Y el abuelo regresaba con su puro y los bolsillos cargados de los deliciosos dulces de coco, golosinas que repartía no tan equitativamente entre los nietos. Estos, ya esperando ansiosos, tanto por las chucherías como por el relato del anciano. La narración empezaba después que el abuelo había encendido su tabaco y le había dado dos hondas caladas... Jamás iniciaba una historia con...Había una vez ó Érase una vez... Si no por cualquier punta o idea y ya. 

— Y venía Quevedo por el camino en su caballo blanco, porque se iba pa' Saco, quiribís, catapás, quiribís, catapás. Este quiribís, catapás duraba casi cuatro minutos y otra calada al puro, naturalmente los chiquillos desesperaban... Hasta que el abuelo continuaba 

— Cuando de pronto se le aparece un cipote'e toro negro, que sale de la espesura del bosque y Quevedo que era medio loco y más que poeta, el mejor poeta hasta la fecha, se baja de su corcel ya casi embolsa'o del susto, pero decide enfrentá a semejante animalón. El joven Quevedo todo nerviosillo empieza a pasearse de un lado a otro, en postura de reflexión. Parecía torero que quiere emborrachá con su capa al toro en la arena, mientras el toro sacudía las patas con intención de atacar y es cuando se le ocurre al poeta una gloriosa idea salvadora. Echarle una letanía al toro que más o menos decía así: 

— «Angolíííííí miseria, Angolííííííí miseria …» 

Pero como todos los cuentos tienen que ser un cuento, para que sea un buen cuento. Este toro podía hablar y encima recitar, así que se para en sus extremidades traseras y con una de sus patas delanteras en la cadera, echa un resoplido que se oyó hasta el barrio Carrizal y mirando al poeta Quevedo con sorna le completa la oración así:

 —«Miserable eres y miserable serás» Y Quevedo al oír esto dejó, sombrero, capa y caballo abandona'os y un reguerete del color de la mostaza dulce… Detrás de él. Tanto así que hoy día, dicen los vecinos del lugar que aún se siente la pestilencia.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado

¡Ayyyyy Papaítoooooo! Pero ese cuento estuvo muy cortoooo, gritaban en coro los chiquillos. A lo que el abuelo respondía:

¡¡¡ No señor, un buen cuento solo puede durar lo que dura un puro!!!


©María Vives.

*Imágenes tomadas de la Red.

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